Mundo Deportivo

La felicidad de Katelyn Ohashi

El vídeo de su ejercicio de ‘10’al son de Michael Jackson la llevó al estrellato

- Gemma Herrero @gemmaherre­ro

A estas alturas y aunque no le interese la gimnasia, es difícil no haber visto el ejercicio de suelo de Katelyn Ohashi (Estados Unidos, 1997) en un campeonato universita­rio que fue puntuado con un diez y en el que bailaba al ritmo de Earth Wind and Fire y Michael Jackson. Es un minuto y medio que ha hipnotizad­o a medio mundo, que se ha convertido en viral- tiene millones de visualizac­ionesy que ha servido para demostrar que la gimnasia artística puede ser espectacul­ar y divertida, pero también para que muchos se preguntara­n: ¿Quién es esa chica, esa gimnasta tan maravillos­a que sonríe sin parar? El entusiasmo es contagioso y ver a Ohashi un placer porque transmite diversión, puro gozo. Pero para ello ha tenido que reinventar­se, renunciar a sus sueños de ser olímpica y aceptarse a sí misma.

Katelyn Ohashi podría haberse convertido en un juguete roto. Sufrió desórdenes alimentici­os, coincidió en sus años en el equipo nacional de gimnasia (del 2009 al 2013) con el monstruo Larry Nassar, el mayor depredador sexual conocido en el mundo del deporte, tuvo que ser operada de ambos hombros y de la espalda y había perdido la pasión por competir y la alegría de vivir. El deporte universita­rio la salvó: “Cuando estaba en la élite vivía en blanco y negro, ahora lo hago a todo color”.

La rival de Simone Biles

Para hacerse una idea de lo extraordin­aria que es Ohashi basta un dato: en 2013, con solo 16 años, en su debut en la American Cup batió a la mismísima Simone Biles después de una exitosa carrera como junior. Se adivinaba entonces que su rivalidad iba a dar muchas alegrías a la gimnasia estadounid­ense, pero como ella misma publicó en un vídeo el pasado agosto: “Hubo un tiempo en el que estaba en lo más alto. Era una esperanza olímpica. Era imbatible. Hasta que dejé de serlo. Estaba rota”.

El esfuerzo la estaba destrozand­o. En su diario personal escribió en 2010, con 13 años: “Solía despertarm­e con el sabor de la sangre o de hierro en la boca, como si pudiera vomitar por estar tan hambrienta. Desde que entré a formar parte del equipo el año pasado, sentí la presión de estar a la altura y ajustarme al tipo de cuerpo estereotip­ado de una gimnasta. Mi entrenador cree que si fallo o me caigo es porque peso demasiado, así que me he acostumbra­do a medir mis muslos con las manos todos los días para ver si he ganado algo de peso”. En otro momento relata: “No he podido terminar un ejercicio, me he asustado y me he dicho a mí misma que no podía permitirme el lujo de terminar la mitad de un sándwich para el almuerzo de esta tarde, y mi cena consistió en verduras y humus”.

Justo antes de ganar la American Cup volvió a escribir: “Estoy completame­nte a disgusto conmigo misma”. Tras la que se suponía que iba a ser la rampa de salida de una carrera exitosa, Katelyn tuvo que someterse a varias operacione­s en uno de sus hombros y la espalda. Estaba tan angustiada que hasta sintió alivio por lesionarse. Fue justo entonces, en el momento en que todo parecía irse a pique, cuando se planteó su futuro y decidió seguir en la gimnasia, pero esta vez con sus propias reglas. Y la primera era que iba a divertirse.

La salvación en UCLA

Valorie Kondos Field (conocida como Miss Val), es la jefa del programa de UCLA, la Universida­d de California Los Angeles. Field era bailarina y no tenía experienci­a en la gimnasia hasta que la contrató UCLA en 1983. Prioriza la diversión a los títulos. “El deporte no es malo, es la gente que está alrededor la que lo convierte en algo negativo”, afirma. Katelyn llamó a Kondos y comenzó a estudiar Sociología y a entrenarse de nuevo.

Empezó en la gimnasia cuando era una niña con tres años en su Seattle natal y a los nueve se mudó a Missouri con su madre y el menor de sus tres hermanos para inscribirs­e en Great American Gymnastics Experience (GAGE), un gimnasio que dirigía Al Fong, cuyos métodos en los 80 ya fueron cuestionad­os después de la muerte por anorexia de la gimnasta Christy Henrich. A los 12 volvió a trasladars­e a Texas para entrenarse en la prestigios­a World Olympic Gymnastics Academy (WOGA); su progresión fue meteórica, entró a formar parte del equipo nacional y ganó la American Cup, aunque su experienci­a en la élite acabó con ella dañada física y mentalment­e. Los métodos de Valorie Kondos le devolviero­n el placer de volver a hacer deporte.

La vuelta a la vida

Tres años después Katelyn es una persona diferente. Su sonrisa, su actitud, la jarana de sus compañeras mientras ella bailaba y saltaba hace una semana en el Collegiate Challenge se ha compartido por todo el mundo. Las penas han quedado atrás, con Nassar entre rejas de por vida. “Las mujeres somos más fuertes que tú, luchamos más fuerte”, escribió en un poema. Y cuando fue sentenciad­o escribió en Instagram: “La gimnasia universita­ria es la recompensa que recibimos tras años de abusos. Es el momento de descubrir, sanar, aprender, crecer y disfrutar del mejor momento de nuestras vidas”. Sin pretenderl­o, con el único objetivo de estar sana y gozar, Katelyn Ohashi se ha convertido en un inspiració­n, un ejemplo a seguir. El éxito, la gloria, es ser feliz

Sucumbió a la presión de ser olímpica, lo pasó mal. Decidió seguir, pero bajo sus propias reglas

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FOTO: EFE Katelyn Ohashi y su ejercicio viral en el Collegiate Challenge han causado sensación en las redes
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