MAHOMES, EL PROFETA
Los Chiefs remontan en el último cuarto para ganar su segundo anillo
Los Kansas City Chiefs se proclamaron campeones de la NFL por segunda vez en su historia, justo 50 años después de la primera, al imponerse en la 54ª Super Bowl disputada en el Hard Rock Stadium de Miami a San Francisco 49ers por 31-20. Fue una final trepidante entre dos estilos opuestos, la creatividad y el ataque desenfrenado contra el control y la piedra picada de un sistema fiable y equilibrado, que se decidió en un último cuarto antológico: los Chiefs perdían por diez puntos a 7 minutos del final (10-20) y entonces apareció el genio de Patrick Mahomes para ponerlo todo patas arriba.
El joven quarterback de los Chiefs (24 años), a la postre MVP del partido, se sobrepuso en el momento crucial a la asfixiante prera sión a que la defensa californiana le había sometido y destapó su brazo de ‘pitcher’ de béisbol para encadenar tres touchdowns (21 puntos) en apenas cinco minutos que dejaron a San Francisco boqueando y sin respuesta. Hasta entonces la pizarra del ‘coach’ Kyle Shanahan había funcionado a la perfección: zaga rápida y expeditiva para ahogar a Mahomes, brillante juego de bloqueo y carrey un quarterback, Jimmy Garoppolo, que tras un error inicial –lanzamiento interceptado– había hilvanado una larga serie de pases perfectos, con Deebo Samuel y George Kittle como principales puntas de lanza, que dejaban a los Chiefs al borde del abismo.
Para llegar hasta este punto, Kansas City había vertido la primera sangre con un touchdown de carrera de Mahomes pero San Francisco había respondido con solvencia, con sendos TD del fullback Juszczyk y del runningback Mostert, y dominaba a placer la contienda, imponiendo su ritmo y el ‘game plan’ diseñado por su minucioso técnico.
Pero si hay alguien capaz de sobrevivir en situaciones límite, ese es Patrick Mahomes. El tejano ya había levantado desventajas en la final divisional (perdía 0-24 ante
Houston Texans) y en la final de la AFC (0-10 ante Tennessee Titans), en ambos casos en los compases iniciales de los partidos y al abrigo de su público en su casa de Arrowhead Stadium. Esta vez la pesadilla era infinitamente peor: en la gran final, en campo neutral, expirando el último cuarto y ante un rival enchufadísimo.
Una jugada que vale un título
El epítome de su frialdad y capacidad competitiva es la jugada que fue el germen del frenesí posterior. 7’13” para el final. Los Chiefs, dentro de su propio campo, en tercer down y 15 yardas por ganar: fallar habría significado con seguridad el clavo maestro en la tapa de su ataúd. Mahomes recibió el balón, reculó unos metros y con los cazadores de cabezas Nick Bosa y Dee Ford a punto de arrancarle el pellejo activó su brazo atómico y lanzó una profunda bomba de 44 yardas que encontró, completamente solo, a uno de sus dos receptores estrella, Tyreek Hill.
Tres jugadas más tarde conectó con su otro destinatario-fetiche, Travis Kelce, en la end zone rival: touchdown y Kansas City resucitaba (17-20). Mahomes ya estaba completamente desatado y los Niners comenzaron a ser pasto de las dudas existenciales.
A 3’44” para el final, nuevo ‘big play’ del chico: pase de 38 yardas para Sammy Watkins que desembocó en un polémico touchdown del runningback Damien Williams que los árbitros concedieron por milímetros. Con 24-20, a la desesperada y sin rumbo, San Francisco volvió a perder la posesión y de nuevo Williams echó la última palada de tierra sobre su cadáver con una carrera de 38 yards: 31-20. Game over ●