Una volada muy bestia
Mi copiloto Armand Monleón tuvo que trabajar toda la noche reparando el coche. Nos levantamos a las seis de la mañana. Salía el sol y estábamos capacitados para hacer una gran etapa. Arrancamos con la misma motivación y alegría que cada día. Salíamos detrás, con el polvo, asumiendo riesgos, íbamos adelantando coches. Pasaban kilómetros y kilómetros y seguíamos adelantando coches, entre mucho polvo. Hasta que, de golpe, ¡volamos! Saltamos diez metros o no sé cuántos. Una volada muy bestia. Caímos y se rompió una barra trasera. Armand tuvo que volver a la rutina, a trabajar con la mala leche que el coche tampoco arrancaba y tuvimos que volver a tirar de ingenio, otra vez. Perdimos mucho tiempo, pero no nos vinimos abajo. Seguimos adelante y pudimos repararlo. De golpe llegamos al desierto de las piedras, donde las piedras hablan. Un desierto encantador, lleno de arena y repleto de piedras, de muchas piedras que nos miran y nos animan. “¡Vamos, Armand! ¡Vamos, Farrés!”. La victoria es superarse, y así lo hemos hecho. Nos hemos vuelto a superar.
E stamos a 4 días de la meta, de acabar esta gran carrera. Nadie nos va a quitar esta sonrisa. Estamos aprendiendo mucho. No hay que olvidar que es nuestro segundo año con Armand como copiloto y mi tercer año como piloto de coches. Nos queda mucho que aprender. ¿Queríamos este resultado? No, pero estamos aprendiendo muchísimo, así que bienvenido sea el Dakar ●