Mundo Deportivo

“Mister, no me cambie, quiero continuar”. Y Dembélé fue decisivo

- Cristina Cubero

Tendido en el césped. Gesticulan­do. Con los ojos cerrados por el dolor. Primera parte de la prórroga de la Supercopa frente a la Real Sociedad y después de jugar un partido estelar, ahí está Dembélé, de nuevo pidiendo asistencia, de nuevo tumbado en el césped, de nuevo enseñando ese rostro aún aniñado con muescas de dolor. Se acabó. Fin de la historia. La enésima lesión muscular. La que suma once, como su dorsal.

Se lo llevan a la banda y cuando ve que calienta Junior y que Ronald Koeman no quiere perder tiempo mira al entrenador, sin hablar, con esos ojos redondos expresivos asustados que piden, imploran, que no haga el cambio. “Mister, no me cambie, quiero seguir jugando”, dice. Y, pese a las rampas por cansancio, entra de nuevo. Porque el cambio más radical en el vestuario azulgrana desde que Koeman pudo ejercer de entrenador después de sobrevivir como apagafuego­s es el de Dembélé.

En otra ocasión, en otro momento el francés habría pedido el cambio roto. Porque muchas de las lesiones musculares tienen que ver con el estrés emocional. Habría pedido el cambio y entre lágrimas se habría marchado a casa, apoyado en los hombros de Griezmann o los de Umtiti. Pero esta vez se quedó porque se estaba sintiendo importante, se estaba divirtiend­o de forma responsabl­e, quería devolver la confianza al mister que más claro le habla. Porque

Ronald no se anda con diplomacia­s. Es directo pero extremadam­ente respetuoso, con todos.

Ousmane fue uno de los elegidos por Koeman para lanzar desde el punto de penalti. Le miró antes de dar la lista. Dembélé sonrió. Encogió los hombros, medio movió las caderas porque

Ousmane no camina, se contornea. Y Ronald supo que podía confiar en él.

Sólo un tipo como Dembélé no tiene claro si es zurdo o diestro. Segurament­e es ambidiestr­o. Porque juega con la zurda pero lanza los penaltis con la derecha. Ousmane Dembélé se colocó para lanzar el penalti con la izquierda y chutó con la derecha y Remiro aún debe estar pensando de qué planeta ha aterrizado este extremo que cada partido es más protagonis­ta en el ataque azulgrana.

El primero que abrazó al francés fue Ter Stegen, el segundo su hermano mayor, el tipo que siempre está pendiente de él: Antoine Griezmann.

Ousmane lanzó su penalti convencido que sería gol, Griezmann lanzó el suyo seguro de que lo fallaría. Dembélé se ha liberado de la presión gracias a un Ronald Koeman que con sus ojos pequeños y su ‘look’ de Tintín le habla con la naturalida­d de los niños.

Griezmann sigue bloqueado. Colabora como siempre en el juego, es tan generoso, es tan buen compañero, tan entregado que esa parte del juego nunca se le puede recriminar. Tres asistencia­s de gol consecutiv­as. Pero llega el penalti y lo lanza con la absoluta seguridad de que lo enviará a Plutón.

Observen cómo corre Dembélé, parece un antílope. Fíjense en sus ojos. Antes parecían los del animal que huye del depredador, ahora es él quien manda.

Ousmane, el tipo que no sabe si es zurdo o es diestro

Tenía rampas pero quiso seguir; marcó su penalti, con personalid­ad, con clase, con luz

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FOTO: AP Ter Stegen y Dembélé, claves en el pase del Barça a la final, se abrazan. El francés marcó su penalti en la tanda tras no esconderse nunca
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