¿Es arte o es deporte?
La necesidad del fútbol -o de sus expertos- por intelectualizarse, de atribuirse una supuesta categoría superior al deporte, nace de un cierto complejo de inferioridad: a menudo sus representantes no son figuras muy cultas o instruidas y existe el deseo de elevar su estatus. Su poder de masas lo convierte en poco exclusivo y lleva a convertir la euforia futbolística en éxtasis artístico para aliviar la culpa. Al final, el placer de gozarlo es lo único que importa ●