Mundo Deportivo

Haaland, buenos gestos fuera, malos modos dentro

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En Alemania aplauden el último gesto de Erling Haaland. El goleador del Dortmund, después de perder en casa la final de la Supercopa ante el Bayern, con la frustració­n de haber perdido otra final ante los muniqueses, se fue hasta la grada y saltó tres vallas para regalarle la camiseta a un niño de su equipo que se la pedía con una sentida pancarta. Bonito gesto del noruego de 21 años que supo canalizar su rabia de la manera más ejemplar. Sin embargo, los buenos gestos que tiene fuera del campo se convierten en 90 minutos de aspaviento­s incomodos para sus compañeros. Les reprocha cada pase que no le dan, cada balón que no le pasan como él quiere, e igual manda a freír espárragos al capitán Reus que a Pasalic, cuando no lleva ni un minuto en el campo. Cuando él da un balón a Moukoko le recrimina que no le devuelva la pared, cuando él la pone al segundo palo para Bellingham le riñe porque ha ido al otro poste… Está bien ser un ganador nato, pero no hay jugada que no muestre públicamen­te su disgusto. Midiendo casi dos metros, sus gestos despectivo­s o de desaprobac­ión resultan demasiado evidentes. Haaland será uno de los grandes cracks en la década actual, pero se exige tanto a sí mismo y a sus compañeros, que puede desquiciar­se antes de tiempo. Me lo imagino en el Barça metiendo goles y sólo se hablaría del mal rollo con los compañeros.

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