Delirios y faltas
ste es el título de una de las mejores películas de Woody Allen, una de esas comedias dramáticas que nos explican el sentido de la vida y las relaciones. Hoy el Barça parece carne de psicoanalista en todos sus frentes. El presidente Laporta
enviando mensajes al socio de tranquilidad o camuflada autoconfianza, para creerse un discurso que poco a poco, se resquebraja. Koeman leyendo manifiestos de rendición anticipada, huyendo de la prensa y perdiendo los nervios. El equipo, cabizbajo sin rumbo y en busca de un líder. Mientras, la competición avanza y los puntos vuelan.
Parece mentira que quien va de abanderado del cruyffismo, no se sepa la lección: lo primero es controlar y acallar el entorno. Ni Koeman, ni especialmente la directiva está haciendo nada para impedir un ruido mediático que está resultando tan ensordecedor como lamentable. El delito de unos es faltar a su palabra y no tomar el compromiso de levantar alfombras, hacer tabula rasa y permitir que ciertos jugadores sigan en el Barça, pese a su bajo rendimiento y alto coste. Las faltas de otros son de marcas en el juego por alto, las transiciones de balón o en su forma física. Culpables de esta situación puede haber muchos, pero mientras Messi empieza deprimirse en París, aquí rozamos el esperpento. Como en una buena comedia cinematográfica deberíamos reírnos del ‘Ser o no ser’ (Lubitsch, 1942) y dejarnos de existencialismos sobre el ADN o la forma de jugar. Koeman
parecía sensato, pero va perdiendo la razón, aunque ciertamente, estamos de transición. Tal vez, su mayor delito es no atreverse a crear un equipo de jóvenes que día a día van dando muestras de su innata capacidad. La Champions es una quimera pero no habría que tirar esta Liga ●