Tics del pasado
La inesperada dimisión de Ferran Reverter como CEO del FC Barcelona abrió diversos debates sobre el motivo real de dicha renuncia. Y eso que con tardía incorporación, ni tan solo se cumplían diez meses después de empezar a desplegar sus reconocidas dotes organizativas en grandes corporaciones empresariales. Como es sabido, antes de aceptar el reto que le propuso Joan Laporta de reflotar al Barça, Reverter era el director general de la multinacional alemana Mediamarkt, con una facturación anual que superaba la cifra de veinticinco mil millones de euros y una plantilla de veintidos mil trabajadores. Con estas cifras el negocio del futbol podría parecerle un juego de niños. Sin embargo, sus particularidades, poder tratar con estrellas reconocidas mundialmente, como Messi, de quien recomendó su no renovación, y la enorme caja de resonancia que significa formar parte destacada de una entidad con cerca de cuatrocientos millones de fans repartidos por el mundo, le sedujeron para cambiar la férrea organización germánica por la pasión del palco del Camp Nou.
Después de que no convencieran excesivamente las explicaciones iniciales, con el manido argumento de tratarse de cuestiones personales y familiares, se filtraba que las discrepancias entre Laporta y Reverter estaban centradas sobre como debía de ser el modelo de propiedad del Barça. Así se apuntaba que el presidente se mantenía como un acérrimo defensor de que el ‘soci’ se mantenga como amo y señor de la entidad. A la vez que desde la dirección general se ponía de manifiesto la formación empresarial germánica, que se debería implantar en el club (imitando el modelo mixto que propone el Bayern de Múnich, repartiendo la propiedad entre un sesenta por ciento perteneciente a los socios y el resto para un ‘pool’ de empresas de solvencia contrastada.
Sin embargo, se tiene la sensación que lo que se debería de estar poniendo en discusión es la vigencia del modo de gestión presidencialista por el que pretende continuar rigiéndose el Barça, pero que cuando se está cerca de completar la primera cuarta parte del siglo XXI, parece una fórmula tan decadente como en desuso. No se trata de poner en duda las reconocidas cualidades de liderazgo de Laporta, pero si por algo destacaba esta nueva etapa en la presidencia era por el acierto de incorporar a ejecutivos de indudable valía en los despachos, como es el caso de Reverter y el de Mateu Alemany. A los que se les debía permitir trabajar sin injerencias para que pudieran aportar sus conocimientos y experiencia para encontrar la mejor solución posible para enmendar la catastrófica* situación económica heredada del anterior mandato de Bartomeu.
Querer continuar comandando los clubs de la manera tan personalista como cuando durante décadas anteiores lo hacían los Bernabéu, Calderón, Núñez, Meler, Mendoza, Gil, Lendoiro, Lopera y actualmente Florentino o el mismo Laporta, convencido de que la experiencia que adquirió en su anterior etapa presidencial le servirá para transitar por un presente tan complejo son los tics del pasado. Hubo un tiempo en que Núñez decidió alejarse del foco mediático, distanciándose de aquel aspecto de personaje inflamado que se desgastaba peleándose contrra medio mundo. La frase con que resumía su entorno servil aquel cambio de puesta en escena era el siguiente: “El presidente ha aprendido, no habla”. Algo que, a pesar de su oratoria mucho más fluida, debería de aplicarse Laporta, cuyo exceso de apariciones públicas casi se cuentan por días, con un riesgo claro de contradecirse. Aunque en todo este embrollo no ha salido a dar su versión, ni tampoco se ha oido la de Reverter. Pero ya se sabe que en estos casos los silencios suelen tener recompensa