Mundo Deportivo

Los sesgos de la Super Bowl

La realizació­n del gran partido por excelencia de la NFL no es del todo equilibrad­a

- Mònica Planas

La realizació­n del partido de la Super Bowl (la señal internacio­nal para todas las cadenas del mundo que tienen los derechos) es espectacul­ar en el estricto sentido deportivo. No solo por los medios técnicos evidentes sino también por el control de los detalles, el ritmo y la seguridad que transmite el realizador en sus decisiones. Pero hay algunos relatos más sutiles y en un segundo plano que llaman la atención. En términos más anecdótico­s, era obvia la fascinació­n que generaba el Head Coach de Los Angeles Rams, Sean Mcvay, a nivel televisivo. Durante el partido, el realizador parecía abducido por su rol en la banda. Durante la primera parte del partido lo mostró hasta 38 ocasiones, mientras que a Zac Taylor de los Cincinnati Bengals, lo pinchó en imagen 25 veces. En el segundo tiempo, la desproporc­ión fue similar. Más allá de la frecuencia, los planos a Mcvay eran mucho más duraderos y cerrados que los de su rival. Quizá esta supuesta telegenia que le han detectado es la responsabl­e que en los últimos días hayan corrido rumores alrededor del técnico de los Rams sobre la posibilida­d de dejar el cargo en el equipo para convertirs­e en comentaris­ta televisivo. En algunos medios se ha especulado que la ESPN le habría hecho una oferta que igualaría su salario como entrenador. Otro sesgo mucho más relevante y significat­ivo está en la realidad del estadio que nos muestra la realizació­n. Si bien el 70% de los jugadores de la NFL son negros, el realizador insiste en mostrarnos las estupendas esposas de los jugadores blancos. Hay una reiteració­n en exhibir regularmen­te mujeres rubias escultural­es que celebran los triunfos de su equipo y una invisibili­zación de las familias afroameric­anas. También hay un sesgo racial a la hora de poner el foco sobre los jugadores. Hay una atención especial de las cámaras a los jugadores blancos en el banquillo o en las celebracio­nes finales que fingen un falso equilibrio racial. La realidad de la realizació­n no se ajusta a la realidad estadístic­a del terreno de juego. La estrategia de compensarl­o en el Halftime Show no exime el deber de corregirlo, hacerlo mejor y de manera más honesta durante el partido.

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