Los sesgos de la Super Bowl
La realización del gran partido por excelencia de la NFL no es del todo equilibrada
La realización del partido de la Super Bowl (la señal internacional para todas las cadenas del mundo que tienen los derechos) es espectacular en el estricto sentido deportivo. No solo por los medios técnicos evidentes sino también por el control de los detalles, el ritmo y la seguridad que transmite el realizador en sus decisiones. Pero hay algunos relatos más sutiles y en un segundo plano que llaman la atención. En términos más anecdóticos, era obvia la fascinación que generaba el Head Coach de Los Angeles Rams, Sean Mcvay, a nivel televisivo. Durante el partido, el realizador parecía abducido por su rol en la banda. Durante la primera parte del partido lo mostró hasta 38 ocasiones, mientras que a Zac Taylor de los Cincinnati Bengals, lo pinchó en imagen 25 veces. En el segundo tiempo, la desproporción fue similar. Más allá de la frecuencia, los planos a Mcvay eran mucho más duraderos y cerrados que los de su rival. Quizá esta supuesta telegenia que le han detectado es la responsable que en los últimos días hayan corrido rumores alrededor del técnico de los Rams sobre la posibilidad de dejar el cargo en el equipo para convertirse en comentarista televisivo. En algunos medios se ha especulado que la ESPN le habría hecho una oferta que igualaría su salario como entrenador. Otro sesgo mucho más relevante y significativo está en la realidad del estadio que nos muestra la realización. Si bien el 70% de los jugadores de la NFL son negros, el realizador insiste en mostrarnos las estupendas esposas de los jugadores blancos. Hay una reiteración en exhibir regularmente mujeres rubias esculturales que celebran los triunfos de su equipo y una invisibilización de las familias afroamericanas. También hay un sesgo racial a la hora de poner el foco sobre los jugadores. Hay una atención especial de las cámaras a los jugadores blancos en el banquillo o en las celebraciones finales que fingen un falso equilibrio racial. La realidad de la realización no se ajusta a la realidad estadística del terreno de juego. La estrategia de compensarlo en el Halftime Show no exime el deber de corregirlo, hacerlo mejor y de manera más honesta durante el partido.