En el Barça las he visto de todos los colores
Empecé a ir a ver al Barça con una entrada que me daban en el club que ponía ‘tres pesetas’. Con esto quiero decir que las he visto de todos los colores en nuestro club. Por eso, me permito pedir calma a todo el que quiera estos colores, que ya hemos salido de atolladeros muy difíciles en el pasado. De joven disfruté viendo aquel gran Barça de Kubala, Kocsis, Czibor, Eulogio, Tejada... pero aquello se acabó y con la construcción del Camp Nou hasta tuvimos que vender a Luis Suárez. No había un duro y de la necesidad, hicimos virtud. Es probable que con figuras de aquel nivel no hubiéramos subido la gente de la casa que vinimos los años posteriores (Fusté, Rifé, Pujol, Martí Filosía..., como ahora están los Pedri, Gavi, Ansu o
Araujo). A nosotros aún nos reprochan que no ganáramos Ligas, pero mejor no entrar ahí porque daría para hablar mucho, también de árbitros. Se nos fue alguna en el último partido, así que tuvimos que poner toda la carne en el asador en Copas, Copas de Ferias y Recopas. Nunca hay que renunciar al torneo corto, ni siquiera a la Champions. La
Liga la suele ganar el mejor, pero en el torneo del KO, sea el que sea, se abre el abanico, en contra de lo que se dice.
Ha habido momentos de esplendor con fichajes como los de Cruyff, Maradona , el Deam Team, Ronaldo, Ronaldinho... hasta llegar a la mejor cosecha, con Messi al mando. Mientras eso no vuelva, mejor adaptarse. La fórmula que suele funcionar en el Barça es acertar en el par que marca la diferencia y completar la plantilla con muy buenos jugadores de casa o que sepan lo que es el Barça. El fenómeno –no hay tantos– come aparte y luego están los demás. Y esos ‘demás’ mejor que sean gente de la casa, porque a parecido talento darán un ‘plus’ al tener al familiar o al vecino de turno que le recuerda lo feliz que es cuando gana el Barça y lo cabreado que está cuando no. Aún me acuerdo de cuando mi padre me preguntaba cómo era eso de perder contra el equipo al que en el Camp Nou le habíamos metido seis. Una última reflexión: es difícil hacer un relevo generacional. Y, ojo, no todo es la edad. La clave es que el veterano sepa reconocer cuándo aún ayuda o cuándo tiene la cabeza en otras cosas