30 años de la llegada de la llama olímpica
→ Ayer se cumplieron 30 años de la llegada de la llama olímpica a Empúries. El 13 de junio de 1992 las notas de un evocador sirtaki dieron la bienvenida a la ‘diosa’ local Marian cuando descendió del barco Icària hasta la arena de la playa de Sant Martí d’empúries.
El fuego sagrado, que ocho días antes había prendido en la antigua Olimpia, había llegado a su destino. Eran las 21.04 horas. La antorcha de Barcelona’92, que desafió y venció los presagios de lluvia, el símbolo de la ilusión de toda Catalunya y España, se alzó a continuación entre pasos cansinos.
La ‘Santa espina’ de los coros de Clavé retronó con solemnidad entre el conjunto de las ruinas. Empezaba algo más que una recepción. Un sentido ritual de hermanamiento en el único pórtico que podía deparar un espectáculo así.
Ambiente festivo
Unas 20.000 personas presenciaron la llegada del fuego y los actos posteriores, mientras un millar de embarcaciones permanecían inmóviles en el mar.
Se alzó un caballo alado y Núria Espert e Irene Papas comenzaron a acercarse el papiro que contenía sus versos. Sonaron unas bandurrias y danzó Cesc Gelabert en honor de Artemisa. El silencio era respetuoso y sepulcral. En la tribuna principal presidían Jordi Pujol, president de la Generalitat, Javier Solana, ministro de Educación, Pasqual Maragall, alcalde de Barcelona, y una amplia representación de las instituciones catalanas. El público llegó de todas partes de Catalunya, desbordando las previsiones de la organización.
Emotivos mensajes
Llegó el mensaje de Aung San Suu Kyi, premio Nobel de la Paz de 1991, enviado desde su exilio de la antigua Birmania y pronunciado por su hijo Alexander. “Que el fuego olímpico sea el triunfo de la condición humana”, leyó. “Tanto en la pista atlética como fuera de ella, es cuando el hombre manifiesta toda su debilidad. La más completa victoria es cuando se afronta con generosidad un objetivo a cumplir. Nuestro mundo aún está separado por la ignorancia el miedo y todo lo que amenaza la supervivencia del hombre”, alertó la eminente ausente.
‘El cant dels ocells’ puso las notas en el silencio que se hizo a continuación. Maragall, Pujol y Solana realizaron sus solemnes discursos, justo antes de que, a las 22.00 horas, los ex deportistas catalanes Carme Valero y Miquel Noguer empuñaran la antorcha desde el pebetero. Los dos, cogiendo con una mano la tea, emprendieron el primer relevo en dirección a L’escala.
Desde primeras horas de la mañana, catalanes deseosos de unirse a la fiesta iniciaban el peregrinaje hacia Emporium, ciudad símbolo de la iniciativa mediterránea para vivir del comercio. Las calles de Sant Martí d’empúries eran testigos de la llegada multitudinaria de gentes de todos los rincones de Catalunya, conscientes de que iban a presenciar algo irrepetibie. Unos Juegos, y en casa, acostumbran a verse una vez en la vida, y la ciudadanía no falló en un momento tan especial.
Cuenta atrás
Era el inicio de la cuenta atrás para el evento que cambiaría las vidas de varias generaciones. El 25 de julio el fuego olímpico llegaba al estadio de Montjuïc para ser disparado por Antonio Rebollo hacia el pebetero, en una de las imágenes más icónicas de la historia del deporte. En los días posteriores Barcelona vivió los mejores Juegos Olímpicos de la historia, con nombres propios (Vitaly Scherbo, Fermín Cacho, el ‘Dream Team’ estadounidense) que todavía hoy permanecen en nuestras memorias ●
Pasqual Maragall, Jordi Pujol y Javier Solana presidieron el acto en Empúries