Mundo Deportivo

La ley de ‘lewy’

→ Un gol del Pichichi dio una apurada victoria a un Barça que encadena seis seguidas en Laliga → El Mallorca no se rindió pero el poder goleador del polaco, con seis jornadas marcando, es brutal

- Gabriel Sans Palma

→ Como no hace mucho, en tiempos recientes, el Barça vuelve a contar con un delantero centro que le resuelve partidos. Un Lewandowsk­i imperial y efectivo, que sabe marcar de cualquier forma y en cualquier posición. Ante el Mallorca, el internacio­nal polaco se sacó de la chistera un disparo de rosca que, a los veinte minutos, nadie imaginó que después terminaría siendo de oro. Xavi cuenta con un formidable Pichichi, pero también con un portero magnífico. Ter Stegen, que volvió a dejar la puerta a cero, desarmó a los locales atajando un gol a bocajarro. Las áreas dictaron sentencia esta vez. .

En este maratón de partidos hasta la hora del Mundial, doce nada menos en mes y un poco más, el arranque del Barça resultó al ralentí. Bajó la persiana de un primer partido sin historia y sin gloria. Gris y espeso, el Barça de Son Moix se felicitó por el resultado, que fue lo mejor y porque encadena la sexta victoria seguida, que es notable. La cuenta atrás hasta Milán impone, sin embargo, alguna corrección de emergencia.

La alineación que Xavi ideó para plantarle cara al Mallorca le delató. Rellenó los huecos pensando no solo en La Liga sino también en la inmediata visita al Inter en la Champions League. Tenía un meditado plan y lo ejecutó sin que le temblara el pulso. El zurdo Balde de lateral derecho, Piqué como el jefe de la zaga a su lado, Kessie dando oxígeno a Pedri, Dembélé de titular pese a algún quejido y Ansu Fati con minutos por delante. Hasta hizo trizas aquellas endebles teorías elucubrada­s en Madrid sobre el favoritism­o culé de Luis Enrique por dejar a Eric fuera ante Portugal para facilitar su alineación.

Lesiones al margen, la salud goleadora del Barça es buena. Focalizó el juego en el campo del Mallorca desde el primer minuto, removiendo el balón con paciencia y velocidad, abriendo los extremos y proponiend­o un juego visualment­e ordenado. Sólo encontraba dificultad­es en el último pase. La causa, una poblada defensa de cinco bermellona. La estrategia le duro a los locales una veintena de minutos, lo justo para atemorizar con dos disparos, uno de Kang In Lee y otro, de pizarra, de Galarreta. Los dos se fueron altos.

Química con Ansu

Desperdici­adas sus ocasiones. Lewandowsk­i impuso entonces su ley. Pase interior de Ansu, con el que se entiende maravilla y comparte una química especial, y con el balón en los pies, el pichichi se invento un recorte que retrato a Valjent, lanzando un disparo enroscado desde el interior del área que se coló por el palo largo. Tenía que ser él, un especialis­ta en abrir la lata. Ya van cuatro veces de siete.

Cuando este Barça entra en dificultad­es, y ante el Mallorca pasó apuros, el delantero polaco aparece para ahuyentar los demonios. Ya son seis jornadas consecutiv­as marcando. Una costumbre que alimenta la ilusión de los azulgrana. Derruido el muro, el Barça no supo, sin embargo, atar al Mallorca y dejó que su control y dominio se fuera diluyendo ante la intensidad local. El motor no se había gripado pero no carburaba como antes.

Penalti reclamado al margen de Raíllo por un brazo, el juego derivó entonces en un festival de tarjetas con el Barça como principal damnificad­o. El colegiado Gil Manzano desenfundó entonces y en un minuto mostró amarillas a Christense­n y Piqué, los dos centrales, expulsó a Oscar Hernández por algunas palabras gruesas y le cayó otra tarjeta a Kessie. De la dura entrada de Galarreta a Gavi no dijo nada, ni un gesto. Era lo de menos,

Xavi pedía cabeza a los dos defensas. El Barça estaba tocado por el centro. Y solo faltaba eso con Koundé y Araujo lesionados. Suerte tuvo con otra antológica parada de Ter Stegen, que frustró un disparo a bocajarro de Jaume Costa.

Un Mallorca apretando

Convencido de hacer algo grande, el Mallorca salió arreando en la segunda parte, con internadas y disparos desde los extremos. Irreconoci­ble, el Barça mostraba un perfil bajo. Sin tono y en apariencia atosigado dejaba hacer a su rival. Antonio Sánchez se sacó un derechazo en el costado que se fuera.

Los minutos avanzaban y el suspense, por demérito culé, se iba apoderando poco a poco de la grada. Cualquier cosa podía pasar. Como un despeje defectuoso de Rajkovic que le obligó a salir de su zona de confort. El balón circulaba de un lado a otro sin que pasaran muchas cosas. El Mallorca se mantenía de pie, sin rendirse, mientras el Barça veía pasar el rato tocando y tocando. La entrada de Pedri y Raphinha no revitalizó a los azulgrana. Mientras, la grada cantaba el ‘sí se puede’. Y Maffeo se lo creyó, con centros desde la derecha que eran puro veneno. Kang In Lee tuvo el empate por su mayor empuje a dos minutos del final pero disparó desviado. Los locales cayeron con la cabeza alta y con Aguirre, el técnico, aplaudiénd­oles ●

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Foto: MONTILLA Los jugadores del Barça celebran el triunfo en Son Moix

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