La castañada

Mientras esperamos la llegada del frío para celebrar la castañada, lo único que se ha helado son los corazones de los culés. En las dos temporadas sin Messi, no hemos sido capaces ni de superar la primera ronda de la Champions. Con palancas incluidas, nuestro nivel es de Europa League. El único consuelo es que la Liga se devalúa con equipos que tampoco dan la talla.

Desde hace años, nuestra noche de Halloween es cualquier partido que juguemos con el Bayern o alguno de esos equipos europeos con cierta solera.

Ellos van como aviones a la contra o al repliegue, cometen más faltas, ponen intensidad, poseen un gran físico y saben desplegarse en el campo, al tiempo que manejan los córners, faltas o el juego aéreo. El Barça es ahora un juguete roto porque algunos construyeron grandes ilusiones, amparándose en símbolos que la afición nunca criticará. Así vamos pasando de dulces derrotas a tristes epílogos. Hemos aprendido a aplaudir los fracasos, dejando en el camino el sentido crítico de quien quiere la excelencia de ser ‘més que un club’.

Nuestro ADN tiene mucho que ver con celebrar las derrotas, pero no olvidemos a quienes vinieron a decirnos que teníamos derecho a ganar y ser felices. Tardamos décadas en reinar y merecemos exigir más. Hay que moverlo todo para volver a estar donde nos corresponde, barriendo símbolos, arribistas y cuantos obstáculos se presenten. Con el campo lleno de complacientes visitantes, habrá que ir montando una revolución silenciosa para evitar castañadas como éstas.

Winter is coming… Esperemos que el fuego abrigue nuestros corazones ●