Mundo Deportivo

Contigo hasta la tumba

- Paulo Futre

En aquellas interminab­les horas en el hospital tras mi infarto, fue inevitable pensar en el sentido de la vida y lo que de verdad importa. Un proceso de reflexión por el que imagino que pasarán todas las personas que han estado con pie y medio en “fuera de juego”. Tras repasar los logros en mis 56 años, tocó analizar lo que todavía me faltaba por hacer. Lo primero que me vino a la cabeza es que siempre quise hacerme un tatuaje. Tenía clarísimo que debía ser un caballo, salvaje, de raza pura, como era yo en el campo. El animal que mejor me definía y con el que tantas veces me compararon.

Con 22 años llegué a pedir varios bocetos, pero nada me convenció. El diseño que más me gustó en su día era el logotipo de una famosa escudería italiana, pero obviamente no iba a tatuarme el emblema de una empresa. Aparqué el asunto varias décadas. Además, en aquel entonces era muy raro ver a futbolista­s tatuados, nada que ver con la actualidad. Creo que la primera vez que vi a un compañero con tinta en la piel fue en el vestuario del AC Milan, ya a mediados de los años 90, y era un dibujo muy discreto. ¡Otros tiempos!

Tras volver a nacer tenía que quitarme esa espinita clavada. También tenía muy claro que debía incluir en el diseño a mi Atlético de Madrid. Aquel caballo salvaje no nació siendo colchonero, pero se enamoró perdidamen­te del club con 22 años. Exactament­e el 3 de diciembre de 1988, nada más acabar el derbi madrileño en el que se produjo uno de los mayores escándalos de la historia de la Liga. El famoso partido de mi revolcón con mi querido Paco Buyo ,la inexplicab­le expulsión de Orejuela yun sinfín de injusticia­s que hasta provocaron el despido de periodista­s en TVE por hacer su trabajo y mostrar las imágenes, en vez de callarse. Aquel día, tras luchar contra aquella gran injusticia, entendí realmente lo que significab­a ser del Atleti y me enamoré ciegamente de estos colores. Me recomendar­on al tatuador Naser Sanchez (@naser_sanchez en Instagram), un auténtico fuera de serie. El artista preparó varios bocetos y acertó de lleno con uno de ellos. Finalmente llegó el día este pasado domingo. Muchos pensarían que era el peor contexto para mostrar mi amor al club, tras dos partidos tan crueles como los de Leverkusen y Cádiz. La gente se suele tatuar en momentos de exaltación, tras victorias importante­s o títulos, nunca tras derrotas. Sin embargo, mi corazón sentía que era la ocasión ideal, porque el amor se demuestra precisamen­te en los momentos no tan buenos. El resultado no pudo salir mejor. Sin palabras para el gran Naser, estoy encantadís­imo con su obra de arte.

Este es mi primer texto con el tatuaje en el brazo izquierdo. No es casualidad la ubicación: es exactament­e donde lucía el brazalete de capitán. Ni se imaginan el orgullo con el que me he despertado cuando lo he visto por la mañana en el espejo. Me va a dar mucha vida y mucha fuerza para todas las grandes cosas que todavía me quedan por hacer. Os prometo que me estoy cuidando y no he vuelto a tocar un solo cigarro desde el gran susto. Cuando me toque marcharme al tercer anfiteatro, que ojalá sea dentro de muchos años, este tatuaje se vendrá conmigo a la tumba. Contigo hasta el final.

La vida son dos días. El Atleti es para siempre ●

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