Un depredador sin piedad

El ‘holandés volador’ revalidó en este 2022 el título mundial de Fórmula Uno que había descorchado el año anterior, convirtiéndose entonces en el piloto más joven en conseguirlo. A bordo del mejor coche de la parrilla sin discusión, sus privilegiadas manos al volante y especialmente su voracidad competitiva hicieron el resto para otorgarle un nuevo entorchado, ganando 15 de las 22 carreras del calendario en un aplastante dominio sobre todos sus rivales.

Tan sobrado iba Max Verstappen que ató matemáticamente el campeonato en el Gran Premio de Japón, a falta de cuatro fechas para concluir el Mundial, durante una carrera seriamente alterada por la lluvia y con suspense final. Si durante los primeros compases de la temporada parecía que Ferrari tenía las armas necesarias para plantar cara a Red Bull, una serie de errores estratégicos y la evidente involución de los primeros, junto a los pasos adelante de los segundos, provocó que fuera sólo cuestión de tiempo que Max ganara de nuevo el título, bien respaldado por su compañero de equipo Checo Pérez, que le guardaba las espaldas en la clasificación general. Un paso más del neerlandés, que lleva camino de batir todos los récords históricos de la F-1, hacia la leyenda.

Modelado desde niño por un padre polémico para ser un piloto diferencial, Max no repara en nada para cumplir sus objetivos y eso no le convierte precisamente en el premio naranja del ‘Circus’. Sonadas fueron sus diferencias con Checo Pérez a final de temporada al negarse a cederle un triunfo intrascendente para él. Más tarde, Verstappen, en una entrevista, hurgó en la herida y alimentó la hoguera de su vanidad señalando, en clara alusión al mexicano, que “sólo tienes que aceptar que el tipo de al lado es mejor que tú, no puedes vivir en un cuento de hadas”. Siempre se ha dicho que un piloto debe ser egoísta y despiadado para ser realmente excepcional, y Max lo está llevando al extremo ●