Messi gestiona su mito y olvida al Barça
Domingo, 18 de diciembre. Escuela Pía de Sarrià. Pasadas las 6 de la tarde. El aforo de la capilla ofrecía un buen aspecto. Cuatro grupos formaban el programa de la Trobada de Corals de este año. Mientras la gente iba tomando asiento en los bancos de madera y los ‘cantaires’ entrenaban la voz, el párroco aguardaba en una sala adjunta la hora de presentar el acto. Ante una televisión encendida, Jordi Sistac miraba, casi clandestinamente, la segunda parte de la prórroga del Francia-argentina, quizá con una especial atención sobre Messi. No jugaba el Barça, pero Leo puso el 3-2 a rechace de Lloris .El ex blaugrana lo hizo otra vez. El concierto debía empezar.
El presentador dio la bienvenida a los asistentes y fue presentando a los grupos participantes. Hizo hincapié en agradecer la presencia del público por haber priorizado el concierto por encima de otros alicientes igualmente interesantes que se organizaban en la ciudad. Se refería a la Marató solidaria de TV3 que salpicaba con conferencias y espectáculos toda Catalunya, y a la final del Mundial. Jordi, atento a la realidad del día para el barcelonismo, improvisó un escueto boletín deportivo ante el micro: están 3-2 de Argentina, informó. Rápidamente, alguien de la sala lo corrigió: no, ya van 3-3. El concierto podía empezar.
El acto dio inicio con la interpretación de ‘La La Land’ y ‘Mamma mia’ para pasar después al cancionero más navideño. El mundo de las corales tiene un arraigo antiguo en la cultura catalana y ha experimentado un apreciable auge desde que el repertorio añadió versiones adaptadas de grandes películas y musicales conocidos.
El ejemplo anterior puede servir como aproximación a los sentimientos encontrados que vive el barcelonista. ¡Qué fatal suena nombrar ‘ex blaugrana’ al mejor jugador del mundo! El seguidor culé se alegró secretamente desde el sofá de que Messi ganara al fin su Mundial y concitara el reconocimiento mundial, pero se inhibió de cualquier celebración colectiva. Sintió que no le correspondía. Solo se permitió un trago a la salud de Leo y un vistazo de introspectiva nostalgia mezclada con una dosis de impotente coraje. El día que el icono más grande del FC Barcelona se abrazaba a la copa que más quiso, el ‘menut’ ya no llevaba la camiseta blaugrana. Así es el Barça de absurdo.
La separación de Messi fue emocionalmente violenta y las heridas no han curado. El 5 de agosto de 2021, Laporta no calculó bien las consecuencias de su desastrosa despedida y no calibró el desafío que le estaba haciendo a la familia. Messi se ha pasado 21 años de los 35, media vida que merecían algo de respeto. Una trayectoria en La Masia, años de aprendizaje, las épocas de los títulos, pero la contradicción es que el Barça no siente como suyo el éxito de Qatar de su excapitán.
El Barça ha presumido de tener a 17 jugadores en el Mundial, una estadística para sacar pecho. Pero lo que cuenta es la fotografía de Messi con Nasser Al-khelaïfi, que deja a las claras una alianza con el PSG que va más allá de sus buenas sensaciones futbolísticas para seguir en París y quizá ser la nueva imagen al mundo de Qatar.
Leo es el amo de su destino. Cuando Montiel marcó el definitivo penalti, Messi empezó a gestionar a su mito. El gol del defensa del Sevilla sellaba la conciliación definitiva con sus conciudadanos argentinos y le abría las puertas a administración emocional, económica y deportiva de los próximos años. Y no parece que el Barça entre en sus planes. Los silencios de Messi son muy explicativos.
Messi ha gestionado el triunfo argentino como un auténtico líder. Con respeto y controlando las formas de su ‘bandita’ con tacto adulto, solo enturbiado por el mal perder del ‘Dibu’ Martínez y Rodrigo de Paul. Leo hizo un comunicado emotivo en el que se acordó de Maradona yde todos los que le acompañaron en su viaje a la cima. Ninguna referencia al Barça que lo acogió y formó, pero quizá tampoco era lo que tocaba.
Tres días después de que el mundo se rindiera a Messi, Laporta lanzó la gran idea de su rescate: pedir su regreso al ‘amigo invisible’, alguna palanca debe quedar por ahí. No es una cuestión de dinero, sino de confianza y los puentes parece están rotos.
El concierto de las corales terminó con la bella canción ‘Quan somrius’ de Josep Thió, interpretada por los cuatro grupos. Habla del reencuentro de dos personas que habían permanecido distantes y nada hacía pensar en su reconciliación. Y de la Navidad