Una patada al banquillo que pudo cambiarlo todo
Dembélé estaba en su mejor momento. El extremo derecho era suyo, se iba de todos y, ante la Real Sociedad, hizo su mejor exhibición de talento además del gol que metía al Barça en semifinales de Copa. Como en las mejores películas, el guionista quiso que el héroe tuviese un contratiempo cuando mejor estaba. Y se lesionó en Girona. A partir de ahí, la banda derecha fue para Raphinha y el brasileño, que había tenido un inicio de curso titubeante, empezó a ser decisivo y a ver puerta. Marcó consecutivamente en los dos siguientes partidos, abrió la lata ante el Betis y cerró la cuenta ante el Sevilla. Ya en Europa League, dio la asistencia del primero al Manchester United y él mismo marcó el segundo con una rosca envenenada. Y ahí se produjo lo que podía ser el punto de inflexión de la temporada. Xavi le sustituyó por Ferran yse armó la marimorena. La afición silbó al entrenador por primera vez y Raphinha, que era el mejor en el campo, se fue al banquillo a insulto limpio, pegó puñetazos a la butaca y se lastimó la rodilla de las patadas al banquillo, hasta el punto que, como informó MD, no pudo ser titular ante el Cádiz por las molestias ocasionadas por su ataque de rabia. ¿Qué pasó entonces? Algo clave en la gestión de vestuario. El jugador pidió disculpas al entrenador y compañeros y el míster compareció admitiendo que entendería, incluso, que le hubiese insultado. El Barça no estaba para perder otro efectivo en ataque. La mano tendida del entrenador ha tenido respuesta: la mejor versión de Raphinha. En modo salvador, con la cabeza y con la derecha, para lograr seis puntos que pueden dar para la Liga ●