Lo que el gol anulado a Iñaki Williams no debe esconder
El Barça está ganando 0-1 en Bilbao. El equipo local ha rematado ya dos veces al poste. A pesar de haber disputado un buen segundo tiempo, con más serenidad para sacar el balón jugado, encontrando al hombre libre, triangulando con mayor precisión e imponiendo la calma, es lógico que los leones intenten un zafarrancho final. El Barça viene de hacer dos cambios simultáneos para ganar presión y frescura. Ansu Fati entra por Raphinha ,al mismo tiempo que Marcos Alonso lo hace por Sergi Roberto, con lo que Koundé pasa al lateral derecho. A cuatro minutos para llegar al 90, fuera de banda a favor del Barça. Es el nuevo lateral derecho quien lo ejecuta. De cualquier manera, es decir, mal. Se la da a De Jong en condiciones pésimas, el neerlandés tiene que entrar fuerte, Muniain le acosa y, en su ímpetu, toca el balón con el brazo pero nadie se percata. Ni siquiera Frenkie de Jong. El Athletic se gira y sale al contragolpe, Gavi intenta hacer una falta táctica pero no llega; Christensen, que ha pasado al central derecho, está fuera de posición; Marcos Alonso, que acaba de entrar, todavía no ha cogido la suya y el balón, cuando pasa por encima de Sergio Busquets, ya es más de medio gol. Luego, Iñaki Williams hace la mejor definición de su vida. Los culés, en el sofá de casa, hacemos metafóricamente lo mismo que Gavi en el césped: sacar la rabia pegándonos de cabeza contra el suelo. Era de idiotas. O de pardillos. Con un saque a favor en campo contrario, a cuatro minutos del final, se nos complicaba la Liga. El Barça se desconcentró diez segundos y a punto estuvo de tirar todo el trabajo por la borda. Lección de futuro ●