Los árbitros no se compran porque no se venden
Si tú quieres comprar un árbitro quedas con él, le das un sobre en negro y se acabó”. La frase de Piqué en RAC1 es una manera gráfica de intentar demostrar que el Barça jamás hizo lo que dicen que hizo. Pero las mismas palabras de Piqué, además de poner la mano en el fuego por su club, resultan un menoscabo para los árbitros. Uno más. Desde hace días que se habla de ellos como si fuesen mercancía que se vende al mejor postor. En el último mes se habla de ellos como si comprar a uno fuese tan fácil y tan habitual. Como si fuesen todos corrompibles. Como si sólo bastase con encontrar el precio justo de cada uno para sobornarles. Basta ya. De árbitros los hay buenos y malos. Y, en la España antes del VAR, incluso muy malos. Hay los que se equivocan más y los que aciertan menos, como en cualquier trabajo difícil y más aún si se tienen que tomar decisiones al instante con unos protagonistas que te intentan engañar constantemente.
A la postre, un colegiado, hasta el pitido final de un encuentro, toma unas 200 decisiones. Entre las faltas que pita, las que decide no señalar, los fueras de juego, los saques de esquina, fueras de banda, tarjetas… De las 200 decisiones, se equivoca en una flagrante y sólo se habla de ella y de las consecuencias que acarrea en el marcador y en la clasificación. Incluso el mejor escriba tiene un borrón. Pero los árbitros no se compran porque no se venden. Y ahí, desde Medina Cantalejo, a los colegiados en activo pasando por los de coetáneos de Enríquez Negreira deberían salir y, rotundamente, hacer un “basta ya” de dudar de su integridad y honorabilidad. Ya van tarde ●