Banalizar la provocación
Los espacios deportivos han logrado crear una audiencia hipersensible y ofendida
Era de esperar que después de la invasión de campo de los ultras del Espanyol algunos espacios deportivos se preguntaran si fue por culpa de los jugadores del Barça que, con su celebración, provocaron a la afición.
El asunto se empezó a insinuar esa misma noche en ‘El Chiringuito’, aunque Pedrerol remarcó que la provocación no había existido. Pero algún tertuliano no pudo evitar mencionarlo: “Te metes en el salón comedor de la casa del vecino a celebrar” lamentaba Jorge
D’alessandro con una metáfora un poco burda. En ‘Antena3 Deportes’, Rocío Martínez consideraba lamentable la reacción de los radicales blanquiazules que pretendían entrar en el túnel de vestuarios. Aun así, el vídeo empezaba diciendo: “Ver a tu eterno rival festejar la Liga en tu estadio mientras tu equipo mira al pozo de segunda, dejó a la afición perica con esta cara” y el rótulo en pantalla se preguntaba: “¿Provocación o justa celebración?”.
En ‘El golazo de Gol’, Carlos Pozuelo le preguntaba a uno de sus tertulianos: “¿Te parece a ti que los jugadores del Barça provocaron en demasía?”. Mientras mostraban las imágenes de ese momento y respondían a la pregunta, otro rótulo hacía la misma pregunta a los espectadores: “¿Provocaron los jugadores del Barça en Cornellá?”.
Desde hace años, los programas de deportes han encontrado en la provocación un debate muy fácil y gratuito. Además, ha servido como pretexto para justificar actitudes violentas y comportamientos agresivos. El resultado es una grave banalización de la provocación. Se ha devaluado la provocación hasta unos niveles tan bajos e intrascendentes que se ha atribuido a la afición (cualquiera) una actitud hipersensible, ofendida y frágil. La ofensa lleva a una especie de ataque de dignidad mal entendido que justifica la reacción violenta. Que determinados medios se escuden en el relato de la provocación cada dos por tres es la coartada perfecta para crispar a la audiencia y polarizarla, que es cuando da más rédito. Y así conseguir una afición infantiloide, quejica e inmadura, que es el estado perfecto para colarle cualquier mensaje y se lo traguen rápido y sin pensar. Y que vuelva a sentirse provocada más rápido la próxima vez ●