Una cierta desafección
Los socios del Barça han ido en los últimos años de sobresalto en sobresalto. Motivos no han faltado. La relación es interminable: voto de censura, elecciones, avales en el último segundo, dimisiones de directivos del apartado económico incluido el CEO, crisis económica, venta de patrimonio para tapar pérdidas, salida abrupta del mejor jugador del mundo, palancas ful, jugadores sin inscribir, montón de bancos desconocidos para financiar el Espai Barça, incumplimientos de acuerdos de Asamblea como el nuevo Palau, estricto oscurantismo de gestión y un amplio etcétera. Un revoltijo que ni la Liga puede ocultar. Esta vorágine se ha reflejado en el traslado a Montjuïc, algo contra natura que nunca fue contemplado en el proyecto del Nou Camp Nou y que se ha realizado por una ocurrencia puntual (que costará 90 millones) y sin consulta previa entre los abonados. Por eso, menos de 17.000 (de 86.000) aceptaron ese castigo inmerecido. El error ha sido descomunal. El cóctel de despropósitos e improvisaciones han desembocado en una situación impropia que deja entrever una cierta desafección de la masa social que ya no sabe a qué atenerse. El rechazo a Montjuïc no se debe interpretar como un boicot al equipo sino consecuencia del hastío por una gestión caótica que culmina con la retahíla de impedimentos que se han puesto no solo para llegar, sino también para disponer de un asiento fijo y para salir del recinto. El culmen de tanto desvarío ojalá no sea la imposibilidad de inscribir a todos los jugadores antes del domingo ●