Mundo Deportivo

El respeto es la clave

- Albert Montagut

Lamine Yamal eclipsó a Vinicius Jr. en el homenaje en contra el racismo. El Bernabéu aplaudió puesto en pie al jugador del FC Barcelona, pocos minutos antes de que terminara el partido. No se entiende aquel cambio, que alteró claramente el esquema de La Roja y que terminó cediendo un empate. No se entendió tampoco la tángana final con Vinicius Jr., una vez más, en el epicentro del maremoto. Incomprens­ible.

Dejando a un lado a Vinicius, deberíamos centrarnos en el tema del racismo. La lucha no depende de un partido homenaje, sino de una actitud colectiva que aísle a los delincuent­es. Hace ya mucho tiempo, en esta misma sección, se reclamaba que los equipos españoles siguieran el ejemplo de la Premier, donde los jugadores se arrodillan testimonia­lmente un par de segundos antes del inicio de los encuentros, en señal inequívoca de que en las canchas inglesas no hay espacio para el racismo.

No se trata pues de organizar un simple encuentro para lanzar un mensaje antirracis­ta. En nuestro fútbol ese mensaje aún no ha calado.

Pocos deportes profesiona­les tienen tanta variedad de razas como el fútbol. Jugadores de África, América, Asia, Europa y Oceanía aportan los mejores atletas del planeta para que compitan en las ligas más selectas del mundo: la Premier, La Liga, la Serie A, la Ligue 1 o la holandesa Eredivisie.

Los casos de racismo suelen ser puntuales, pero siguen registránd­ose principalm­ente en España e Italia. Son estos dos países donde menos se respeta la autoridad de los árbitros, donde los jugadores falsean más jugadas, donde hay más juego sucio, donde los directivos son las estrellas y donde se registran los peores arbitrajes. El racismo es una consecuenc­ia inmediata de la falta de respeto por las normas, el incumplimi­ento de los reglamento­s y el intento de influir en el juego desde fuera de las canchas. Es esa falta de urbanidad, de educación y de compromiso social en reconocer las virtudes de tu adversario, lo que ha acabado por convertir las gradas en jaulas repletas de energúmeno­s que explotan una y otra vez. Cuando las leyes del fútbol se respetan y los jugadores actúan con honradez y deportivid­ad aparecen casos como el de Yamal, quien, con su juego y honradez juvenil, deriva la presión de las gradas hacia manifestac­iones positivas.

El fútbol español no tiene un entorno sano. Todos intentan ser más listos que el rival y el trapicheo suele ser habitual. Entenderem­os lo que ocurre si somos consciente­s de las campañas contra los árbitros, la falta de seriedad en los cargos federativo­s, el uso malévolo del dinero y la informació­n, la existencia de medios que transmiten malas vibracione­s y odio. Un partido de seleccione­s no soluciona, el problema racial. El racismo se erradicará cuando todos los protagonis­tas actúen correctame­nte. Las sanciones de los clubs a sus jugadores cuando no actúan como es debido facilitarí­a las cosas. ¿En un entorno limpio habría racistas? La respuesta es sí, pero serían casos aislados y fáciles de detectar.

Lamine Yamal Nasraoui Ebana nació en Esplugues de Llobregat el 13 de julio de 2007. Hijo de marroquí y ecuatorian­a, creció en Rocafonda, barrio multirraci­al de Mataró. Como profesiona­l que es, representa el primer eslabón de la cadena futbolísti­ca y cumple con las normas, disfruta del balón, despierta la pasión de las gradas por el fútbol y genera el respeto, a la vez que aparca, aísla y anula la bestia del racismo. El racismo termina con el respeto de todos por todo y por todos, y por el amor al fútbol. Y es la falta de respeto la que alimenta esa bestia ●

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