El respeto es la clave
Lamine Yamal eclipsó a Vinicius Jr. en el homenaje en contra el racismo. El Bernabéu aplaudió puesto en pie al jugador del FC Barcelona, pocos minutos antes de que terminara el partido. No se entiende aquel cambio, que alteró claramente el esquema de La Roja y que terminó cediendo un empate. No se entendió tampoco la tángana final con Vinicius Jr., una vez más, en el epicentro del maremoto. Incomprensible.
Dejando a un lado a Vinicius, deberíamos centrarnos en el tema del racismo. La lucha no depende de un partido homenaje, sino de una actitud colectiva que aísle a los delincuentes. Hace ya mucho tiempo, en esta misma sección, se reclamaba que los equipos españoles siguieran el ejemplo de la Premier, donde los jugadores se arrodillan testimonialmente un par de segundos antes del inicio de los encuentros, en señal inequívoca de que en las canchas inglesas no hay espacio para el racismo.
No se trata pues de organizar un simple encuentro para lanzar un mensaje antirracista. En nuestro fútbol ese mensaje aún no ha calado.
Pocos deportes profesionales tienen tanta variedad de razas como el fútbol. Jugadores de África, América, Asia, Europa y Oceanía aportan los mejores atletas del planeta para que compitan en las ligas más selectas del mundo: la Premier, La Liga, la Serie A, la Ligue 1 o la holandesa Eredivisie.
Los casos de racismo suelen ser puntuales, pero siguen registrándose principalmente en España e Italia. Son estos dos países donde menos se respeta la autoridad de los árbitros, donde los jugadores falsean más jugadas, donde hay más juego sucio, donde los directivos son las estrellas y donde se registran los peores arbitrajes. El racismo es una consecuencia inmediata de la falta de respeto por las normas, el incumplimiento de los reglamentos y el intento de influir en el juego desde fuera de las canchas. Es esa falta de urbanidad, de educación y de compromiso social en reconocer las virtudes de tu adversario, lo que ha acabado por convertir las gradas en jaulas repletas de energúmenos que explotan una y otra vez. Cuando las leyes del fútbol se respetan y los jugadores actúan con honradez y deportividad aparecen casos como el de Yamal, quien, con su juego y honradez juvenil, deriva la presión de las gradas hacia manifestaciones positivas.
El fútbol español no tiene un entorno sano. Todos intentan ser más listos que el rival y el trapicheo suele ser habitual. Entenderemos lo que ocurre si somos conscientes de las campañas contra los árbitros, la falta de seriedad en los cargos federativos, el uso malévolo del dinero y la información, la existencia de medios que transmiten malas vibraciones y odio. Un partido de selecciones no soluciona, el problema racial. El racismo se erradicará cuando todos los protagonistas actúen correctamente. Las sanciones de los clubs a sus jugadores cuando no actúan como es debido facilitaría las cosas. ¿En un entorno limpio habría racistas? La respuesta es sí, pero serían casos aislados y fáciles de detectar.
Lamine Yamal Nasraoui Ebana nació en Esplugues de Llobregat el 13 de julio de 2007. Hijo de marroquí y ecuatoriana, creció en Rocafonda, barrio multirracial de Mataró. Como profesional que es, representa el primer eslabón de la cadena futbolística y cumple con las normas, disfruta del balón, despierta la pasión de las gradas por el fútbol y genera el respeto, a la vez que aparca, aísla y anula la bestia del racismo. El racismo termina con el respeto de todos por todo y por todos, y por el amor al fútbol. Y es la falta de respeto la que alimenta esa bestia ●