Mundo Deportivo

La crispación excesiva ni es beneficios­a ni es ADN Barça

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Puertas para dentro, hay nervios. Algunas escenas lo delatan. “Son tan culés” es la excusa para justificar que Laporta tire las bandejas de rollitos primavera en el palco si pinchas en casa ante el Granada o que Xavi se autoexpuls­e por el patadón a la publicidad de la UEFA cuando el equipo le necesita. Son algunos ejemplos de cómo está el Club, por dentro. Irascible, nervioso, necesitado de buenas noticias y de mejores resultados. Sin embargo, fuera hay paz y serenidad. Hay una ilusión renovada porque el equipo ha mejorado, ha encadenado doce partidos sin perder y porque Lamine Yamal y Cubarsí son dos bendicione­s de la Masia, el gran motivo de orgullo culé y de envidia mundial. Así, quedar eliminados en cuartos de la Champions ya no es un drama, tras dos años cayendo en la Europa League, y quedar segundos en la Liga se celebrará como un éxito. Por eso, cuesta de entender la crispación y la sobreexcit­ación de la afición ante el PSG. ¿Desde cuando tanto odio? Neymar se fue allí porqué pagó la cláusula, Messi recaló en París porqué aquí le echaron y el Barça les vendió a Dembélé por 50 millones, cuando nos habían dicho que a cláusula era de 100. Los ultras del París, un deshonor para una ciudad con tanta cultura, gritan “Puta Barça” a troche y moche, tiran petardos contra el hotel del Barça y son foco de conflicto permanente. Pero la respuesta no debe ser el insulto permanente y, en el colmo del disparate, lanzar objetos al autocar del Barça pensando que era el equipo rival. Hay que poner freno a tanta tensión, provocada e insuflada, que no ayuda para nada a la imagen del Club en el mundo ●*

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