La leyenda de Ermesinda
Como en el caso de la misma invasión sarracena con la figura del conde Don Julián, existe una leyenda que achaca la rebelión de Don Pelayo a la afrenta que sufrió de Munuza al encapricharse éste de Ermesinda –que a veces es llamada Ormesinda o Adosinda–, la hermana de Pelayo. El gobernador musulmán, que pretendía a la bella goda, habría enviado a Pelayo a Sevilla con los tributos recaudados para tener el campo libre. A su regreso, un año más tarde, Pelayo, que tenía pactada la boda de su hermana con el noble Don Alonso, enterado de la fechoría de Munuza, se encolerizó y atacó al gobernador durante los esponsales. La guardia del gobernador se interpuso y frustró el atentado, viéndose obligado Pelayo a huir a las montañas. Otra versión, aún más dramática, afirma que Ermesinda accedió al matrimonio ante la amenaza de Munuza de ejecutar a Don Alonso, su prometido, a quien el gobernador tenía ya cautivo. Enterado Pelayo en tierras mu- sulmanas del previsto enlace, se presentó decidido a matar a su hermana para salvar su honor. Pero, antes de la ceremonia, se entrevistó con Ermesinda y ésta le contó los motivos reales de su decisión. Por si fuera poco, la noble dama se había envene- nado y murió en brazos de su hermano, quien, colérico, atacó y dio muerte a Munuza. En su huida posterior, Pelayo fue aún capaz de liberar a Don Alonso, y ambos se llevaron consigo el cadáver de Ermesinda, que descansaría finalmente en Covadonga.