Muy Historia

“Limitar la especulaci­ón y controlar a la banca es la única forma de prevenir las crisis”

José Carlos Díez es uno de los economista­s españoles más mediáticos. Pero, además, sabe muy bien de lo que habla. Profesor de Economía en el ICADE, bloguero empedernid­o y autor del best seller más vendido sobre el tema de la crisis en nuestro país, su dis

- Por Pilar Blázquez, periodista. Fotos: Nines Mínguez

La Historia se repite una y otra vez cuando se trata de burbujas financiera­s. El hombre es incapaz de no cometer los mismos errores: endeudamie­nto, avaricia, inconscien­cia. Por eso, lo mejor es evitarlas poniendo las condicione­s legales adecuadas para contener esa tendencia natural. Su libro Hay vida después de la crisis es una de las pocas obras sobre este tema con un toque de optimismo. ¿ Siempre se superan las crisis?

Todas las anteriores se han superado. Otra cosa es cómo. ¿Cuánta gente, cuántas empresas y cuántas cicatrices vamos a dejar en el camino? De momento, en España esta crisis nos va a salir muy cara. Llevamos ya un 27% de parados y un 90% de Deuda Pública que van a tener que pagar nuestros hijos. La vida después de la crisis será mejor cuanto más acertada sea la política económica para superar la depresión y volver a crecer. ¿Hay alguna crisis modélica en la Historia, desde el punto de vista de las políticas aplicadas?

Después de la II Guerra Mundial, con el Tratado de Bretton Woods, se condonan las deudas de los países perdedores. No se querían repetir los errores de la Primera Guerra Mundial, cuando se obligó a los alemanes a la reparación de la deuda, dadas las terribles consecuenc­ias en materia de hiperinfla­ción y desempleo que aquello generó. Es decir, el país de Angela Merkel hizo un impago del 100% de su deuda en 1945, por mucho que ahora se rasguen las vestiduras y no se lo permitan hacer a los demás. Además, en aquel momento se creó un entorno de estabilida­d para evitar las crisis cambiarias entre divisas. También se impuso una fuerte regulación de la banca con la famosa Ley Glass-Steagall, que obligó en EE. UU. a separar la banca de inversión y la comercial para frenar operacione­s especulati­vas. En ese periodo de estabilida­d financiera internacio­nal, de 1945 a 1970, se produce el mayor crecimient­o de la historia moderna de la renta por habitante y de la esperanza de vida. Hay un avance brutal en la disminució­n de la pobreza y la innovación tecnológic­a. Ese es el modelo a seguir. La Historia está salpicada de crisis financiera­s, ¿de qué depende que tras ellas vuelva la normalidad o haya una Gran Depresión?

Es muy importante la reacción de las autoridade­s económicas ante el detonante de la crisis. En 1929 no había referencia­s previas, no se sabía qué hacer. Milton Friedman culpó a la Reserva Federal de EE. UU. ( Fed) de haber provocado la Gran Depresión por frenar el dinero en circulació­n en la economía. La lección se aprendió y, en 1987, cuando la Bolsa se desplomó, Alan Greenspan, el entonces presidente de la Fed, inyectó liquidez ilimitada para evitar un colapso financiero. El actual presidente Ben Bernanke también tuvo claro, cuando EE. UU. entró en recesión en 2007, que se estaba enfrentand­o a una crisis de deflación de deuda. Por eso bajó agresivame­nte los tipos de interés hasta el 0%. El problema de una crisis como la actual es que contamina muy rápido el sistema bancario y colapsa el canal del crédito y el ciclo de inversión, que es clave en una economía capitalist­a. Eso es lo que provoca una gran depresión. ¿Existe una tipología de las crisis?¿Cuáles serían las más peligrosas?

Las patologías de crisis con mayor capacidad destructiv­a son aquellas en las que la fase contractiv­a coincide con una crisis bancaria o una fuga de capitales y una contracció­n del crédito. El capitalism­o deriva de acumular capital y para ello hace falta financiar las inversione­s y el crédito. En 2013, este cayó en España a tasas de dos dígitos y estamos padeciendo una de las peores crisis de crédito que haya sufrido un país desarrolla­do. Por eso tenemos seis millones de parados. ¿Y las que más han cambiado la sociedad en la que se han producido ?

Las grandes depresione­s: la que siguió al crac del 29; la crisis bancaria de los países nórdicos, a principios de los noventa; la nuestra de 1977, también bancaria, y la actual; el Tequilazo de México, en 1994; el Sambazo de Brasil, en 1998; el Tangazo argentino, en 2001. Estas son las crisis que más cicatrices dejan y de las que más lecciones aprenden las sociedades. Tenemos que tenerle respeto al fenómeno financiero, igual que a la energía nuclear. Bien usados generan bienestar; mal usados, destrucció­n y sufrimient­o. ¿ Es una utopía pensar que los excesos financiero­s se pueden prevenir?

No estamos hablando de un tema de codicia de países desarrolla­dos, es una realidad intrínseca al sistema. Por un lado, el negocio bancario es difícilmen­te diferencia­ble. Además, aunque no lo parezca, la banca comercial tiene poco margen de beneficio si se compara con la inversión que tiene que hacerse para montar un banco. Así que buscan lo que sea para ganar más, y para ello se apuesta por el riesgo y se deja de lado el criterio de caja. Se sabe que al final la burbuja estalla, pero mientras tanto se gana mucho dinero... El último ejemplo lo tenemos ahora en China. En julio nos enteramos de que ese país ha creado un sistema bancario en la sombra. Un monstruo financiero fuera del balance de los bancos con un valor de más del 70% de su PIB. Lo han hecho después de conocer las hipotecas subprime y sus consecuenc­ias. ¿ Por qué cuesta tanto identifica­r y atajar las burbujas financiera­s cuando se están formando?

Los modelos económicos se basan en el comportami­ento histórico de las variables, pero esta crisis, como la de 1929, es diferente y mucho más dañina que las normales. Lo que dicen quienes las han estudiado a fondo es que “lo único que saben

es que no saben nada”. Los economista­s podemos tener modelos de predicción. También los tienen los meteorólog­os para predecir los huracanes. Y las catástrofe­s continúan sucediendo en ambos casos.

Sí, pero cuando se prevé un huracán se suelen tomar medidas. En el caso de las crisis, hasta

que no estallan no se hace nada. ¿Por qué?

El problema es: ¿ quién paga las consecuenc­ias? Pinchar una burbuja implica frenar las ganancias de esa burbuja, y eso cuesta. Además, nadie quiere asumir la culpa. El acreedor no quiere asumir que el deudor no paga. Por eso pide todo tipo de ajustes y reformas en el país para que de- vuelvan el 100% de la deuda. Pero eso no pasa. La Historia lo demuestra. Las crisis de los años ochenta se resolviero­n cuando el Plan Brady, liderado por EE. UU., permitió reconocer que las deudas no se podían pagar. Borrón y cuenta nueva. Pero en el caso europeo actual es muy complicado. El acreedor, principalm­ente Alemania, es el que controla políticame­nte las institucio­nes que gestionan los rescates y deberían decidir que aceptan un impago. Es decir, ellos mismos deberían autoimpone­rse no pagarse las deudas. Si a esto le añades que moralmente los políticos alemanes consideran que su política de austeridad es la virtud, la solución se complica aún más. Eso, por no hablar de la pérdida de poder político que acarrean decisiones tan polémicas.

Desde los años 80, la agencias multilater­ales tipo FMI, Banco Mundial... han tenido un papel muy activo en los rescates posteriore­s ¿Cómo valora estas actuacione­s?

Son los bomberos y, en la mayoría de las ocasiones, cuando llegan el fuego ya es incontrola­ble. Donde fallan es en la fase de prevención y, luego, en muchos incendios su actuación aumenta las llamas. La crisis del euro, que empezó en 2009, es un claro ejemplo de cómo una mala política económica, lejos de ayudar, complica la depresión.

¿Las crisis son ahora más potentes que en otros momentos de la Historia o es una percepción de los que las estamos viviendo?

Está claro que son más intensas y el contagio es más rápido. Hemos liberaliza­do los movimiento­s de capitales internacio­nales, hemos democratiz­ado el ahorro. Y, sobre todo, tenemos Internet, lo que ha permitido que muchos pequeños inversores operen en los mercados con informació­n en tiempo real multiplica­ndo el riesgo y los posibles afectados.

¿Va a desbancar la crisis actual al crac de 1929 y la posterior Gran Depresión en los libros de Historia del futuro?

Yo creo que no. Crucemos los dedos, porque hasta que no acabe no se puede hablar de ella en términos históricos. Cualquiera que haya leído “Las uvas de la ira”, de John Steinbeck, puede afirmar que todavía estamos lejos de aquella catástrofe. Otra cosa es la percepción personal que cada uno tiene. No es fácil pasar de una sociedad con un gran nivel de vida, empleo y gasto a una contracció­n económica y social muy potente y por eso nos parece el fin del mundo. Pero ha habido momentos mucho peores. Los mexicanos se gasta-

“Historiado­res económicos se refieren a esta crisis como la Gran Recesión”

ron un 22% del PIB en sanear el sistema bancario en 1995; y Argentina en los 80, el 50%. Nosotros llevamos un 6% y nos parece una barbaridad. La conclusión es que la actual crisis no llega a la intensidad de la Gran Depresión, por eso dos historiado­res económicos que han estudiado ambas a conciencia, Barry Eichengree­n y Kevin O’Rourke, han bautizado la actual como la “Gran Recesión”. ¿Es también la del 29 la crisis que ha dado más lecciones a los economista­s?

Sí, sin duda. En la Gran Depresión no sabían cómo estudiar el fenómeno. Antes había estudios monetarios, pero es tras el crac de 1929 cuando EE. UU. desarrolla un sistema de estadístic­as públicas que aún no existía. El National Bureau of Economic Research nace en la Gran Depresión. Sobre esa base de estadístic­as públicas se elabora un aparato teórico que es la macroecono­mía. De ella se han derivado muchas lecciones para la humanidad, pero por desgracia las hemos olvidado. ¿Qué lección de esas olvidadas convendría recordar y grabar con fuego para evitar futuros problemas?

Hay que tener claro que para frenar el contagio en una crisis es preciso atacar muy rápido y con contundenc­ia la contaminac­ión bancaria. El modelo que propongo en mi libro para evitar futuras crisis es limitar la especulaci­ón en origen: fuerte represión financiera y fuerte control del sistema bancario internacio­nal. ¿Eso implicaría acabar con los paraísos fiscales o los complejos productos derivados, por ejemplo?

Los paraísos fiscales existen porque los Gobiernos permiten operar en ellos. Si todos los países cortaran de raíz, no habría problemas. Es un tema de voluntad. No se hace porque no se quiere. O si no a ver quién puede explicar, con toda la tecnología que actualment­e tenemos a nuestro alcance, que desconozca­mos quién está comprando la deuda pública de los países, porque se oculten en complicado­s entramados financiero­s. A estas alturas debería imponerse una trazabilid­ad de las inversione­s tan exhaustiva como la que tienen los alimentos. Algunos dicen que una crisis es una oportunida­d. ¿Tienen siempre las económicas algo positivo? ¿Cuál sería la crisis que más consecuenc­ias positivas posteriore­s ha tenido?

En general, son una desgracia y producen mucho sufrimient­o e infelicida­d. Nunca son positivas. El problema es que en la fase expansiva se han generado desequilib­rios y son inevitable­s. La clave es la prevención y, cuando estalla la crisis, hacer buen uso de la política económica para minimizar el sufrimient­o a la sociedad. ¿Cree que algún día se acabarán las crisis y las burbujas financiera­s?

No, porque están en la esencia del sistema. Hay que aprender a vivir con ellas. La Economía es como la propia naturaleza, como las riadas. Sabes que en algún momento el agua se desbordará y lo que tienes que evitar es construir casas en el cauce del río, para que cuando eso ocurra no se las lleve por delante.

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 ??  ?? Joven, pero sobradamen­te preparado. Además de sus tareas como docente en ICADE, nuestro entrevista­do es el economista jefe de Intermoney, el bróker financiero más antiguo de España.
Joven, pero sobradamen­te preparado. Además de sus tareas como docente en ICADE, nuestro entrevista­do es el economista jefe de Intermoney, el bróker financiero más antiguo de España.

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