La plaga que inició la decadencia
No sólo hubo crisis económicas en la antigua Roma: también tuvo que enfrentarse a graves problemas de salud pública. De hecho, un acontecimiento que ocurrió trescientos años antes de la caída del Imperio de Occidente fue señalado hace siglos por los primeros historiadores modernos como la semilla de una decadencia a la que Roma, poco a poco, ya no se podría sustraer. Se trata de la plaga epidémica desatada en el año 165. Los soldados que volvían de las campañas de la guerra de Partia, en Oriente Medio, la trajeron con ellos. Para el año 180 había alcanzado todos los rincones del Imperio Romano y, según algunos cálculos, pudo llegar a eliminar a un 30% de la población, unos 5 millones de personas. Recibió el nombre de peste antonina por la familia del emperador reinante en aquel momento, Marco Aurelio. Sus síntomas fueron descritos por Galeno, que estuvo presente en el estallido de la epidemia entre las tropas estacionadas en Aquilea: en su obra Methodus medendi menciona las fi ebres, diarreas, infl amaciones de faringe y erupciones en la piel que causaba esta enfermedad. No era peste. Los estudiosos creen que posiblemente se tratase de viruela. Tras recuperarse Roma de sus efectos directos a fi nales del siglo II, no inició aun así una fase de recuperación, porque las élites militares se sumieron en una perniciosa etapa de enfrentamientos intestinos. El historiador alemán Barthold Georg Niebuhr escribió a principios del siglo XIX: “No tengo ninguna duda de que la crisis fue traída por esa plaga”.