Balance de una misión de alto riesgo
El bombardeo no causó daños significativos a Japón, pero fue considerado un gran éxito estadounidense. Entre los objetivos alcanzados se encontraban una planta de almacenamiento de petróleo, otra siderúrgica, varias centrales eléctricas, un portaaviones ligero y varias fábricas. Pero los daños materiales no afectaron a la maquinaria de guerra japonesa. Nada que pueda compararse al castigo infligido tres años más tarde sobre Hiroshima y Nagasaki.
Donde la operación sí tuvo importancia fue en el terreno psicológico. A los americanos les supuso una inyección de moral después de la catástrofe de Pearl Harbor y les demostró que podían tomar la iniciativa en la zona, que hasta el momento había correspondido exclusivamente a los japoneses. A estos les hizo ver que no eran invulnerables, lo que tuvo una trascendente consecuencia: convenció al comandante en jefe de la Armada Imperial japonesa, Isoroku Yamamoto, de la necesidad de librar la batalla de Midway (mayo de 1942), que fue un desastre para Japón y el punto de inflexión en la Guerra del Pacífico.
Pero el precio más alto lo pagó China: las represalias de Japón fueron brutales. Aldeas y cultivos fueron quemados y los lugareños torturados y asesinados. Una venganza en toda regla, en la que se estima que murieron 250.000 civiles.