TESTIMONIOS DE LA DESPEDIDA
Entre marzo y julio del último año de la contienda, el programa kamikaze del Ejército Imperial nipón trató a la desesperada de contener el imparable avance de Estados Unidos y sus aliados por el Pacífico hacia las costas del archipiélago.
“Voy a morir en el mar de Okinawa. Incluso tras mi muerte defendería a mi país, Japón”. Con este mensaje por carta se despidió de su familia un piloto japonés. Poco después se embarcaría en una misión suicida contra buques de guerra estadounidenses, acompañado en la operación por otro joven que escribió: “Mamá, siento haber sido un hijo desobediente. Perdóname, por favor”. Estas y otras muchas cartas, además de testamentos (y2 5, dos supervivientes S R E P leen sus últimas volunD T E A tades) y objetos de gran C I O S valor sentimental ( 1, reloj A de bolsillo de un piloto, al que se lo había regalado su padre antes de inmolarse; 4, colgantes en vidrio que envió un kamikaze a su novia y que ésta conservó durante setenta años), se muestran en Japón en museos creados en antiguas bases aéreas en desuso. Con dichos espacios se pretende honrar a aquellos jóvenes soldados y enaltecer la paz.
En la foto 3, el superviviente Hisashi Tezuka sostiene una réplica de juguete (regalo de su hija) del modelo de avión Zero en el que él aprendió a pilotar.