Sánchez Mazas: ¿un hombre con suerte?
Casi olvidado hasta que Javier Cercas lo rescató en su novela Soldados de Salamina (2001), la historia de su huida de una muerte segura a manos de los republicanos, al final de la Guerra Civil, cuenta con defensores y detractores. Para unos, fue una aventura real; para otros, pura ficción.
Exhaustos tras horas caminando entre el barro y la maleza, calados hasta los huesos, oyen de repente: “¡Alto! ¡Vuelta a la izquierda!”. Obedecen. Rodeados de milicianos, no parecen tener escapatoria alguna. Tras la orden de “¡Fuego!”, reciben una lluvia de balas. Todos menos uno, que aprovecha la confusión y, entre el humo y los cadáveres, logra internarse en el bosque. En su huida desesperada, se topa con un joven miliciano que rápidamente le apunta con su fusil. Se miran fijamente unos instantes y enseguida baja el arma. Decide apiadarse de aquel hombre con gafas redondas y apariencia inofensiva. Por supuesto, no sabe de quién se trata...
Esta es una de las escenas de Soldadosde Salamina (2003), la película basada en la exitosa novela homónima de Javier Cercas (2001) que cuenta la aventura del hombre que ayudó a engendrar la Falange Española de las JONS y a componer su himno – Cara alSol–, que “inventó” el símbolo del yugo y las flechas y que –al menos, según muchos creen– estuvo a punto de morir fusilado: Rafael Sánchez Mazas. Aunque Cercas advirtió de que su novela no era una biografía, sino un homenaje
“a los milicianos y a todos los héroes valientes que lucharon por la libertad”, en ella narra una supuesta historia real. En los últimos compases de la Guerra Civil, Sánchez Mazas era prisionero del Quinto Cuerpo del Ejército del Ebro que operaba bajo las órdenes del comandante Enrique Líster. Alrededor de 2.000 presos se hacinaban en el Monasterio de Santa María del Collell, cerca de Banyoles (Girona), que los republicanos habían habilitado como prisión.
LA REALIDAD DE LOS HECHOS
Entre ellos se encontraban un buen número de miembros de la quinta columna de Barcelona y la mayoría de d los soldados capturados en Teruel y Belchite. Alr Alrededor de 500 de ellos fueron llevados el 29 de ener enero de 1939 a la azotea del cenobio, donde se leyeron los nombres de unos 50. A continuación, les informaron info de cuál sería su destino inminente: traba trabajarían en la construcción de un campo de aviación en Banyoles, algo muy poco (o nada) creíble. A la mañana siguiente, todos ellos fueron obligados a reunirse en el patio de la prisión. Uno era Rafael S Sánchez Mazas, con el carné número 4 de Falange (aunque, ( tras la temprana muerte en la guerra de José Jo Antonio Primo de Rivera, Ramiro
Ledesma Ramos y Julio Ruiz de Alda, era ya el único vivo entre los fundadores).
Los 50 hombres salieron a la carretera y, repartidos en diez filas, empezaron a avanzar. Sánchez Mazas iba el primero por la derecha en la segunda fila. Al cabo de un rato, se les ordenó desviarse y continuar por un estrecho camino que se adentraba en el bosque. Cuando alcanzaron una pequeña explanada, de repente, una voz tras unos arbustos les ordenó dar media vuelta a la izquierda. En ese momento, unas cinco ametralladoras situadas también tras aquellos arbustos abrieron fuego contra ellos. Lo que ocurrió a continuación lo recoge AndrésTr apiel lo en Las armas y las letras: literatura y Guerra Civil (1936-1939). Cercas usaría en su novela la historia, que había conocido por boca del escritor Rafael Sánchez Ferlosio, uno de los hijos de Mazas [ver recuadro 1], en 1994, cuando aquel daba unas conferencias en la Universidad de Girona. Hasta aquí los hechos que acontecieron el 30 de enero de 1939, apenas unos días antes de que las tropas franquistas culminaran la ocupación de Cataluña. Pero hay otra historia, la ficcionada por Javier Cercas en su bestseller y llevada al cine por David Trueba, con Ariadna Gil y Ramón Fontseré como protagonistas. La actriz interpreta el papel de la periodista que, desde la actualidad, investiga y reconstruye el relato según el cual Sánchez Mazas, al que encarna Fontseré, y otro prisionero habrían logrado sobrevivir escondiéndose en el bosque. Algunos la dan por cierta; otros, no.
EN PRIMERA PERSONA
De ser verdad esta versión, aunque ciertamente los soldados de Líster habrían fusilado a los prisioneros, Mazas habría logrado huir. Con estas palabras explicaba él mismo su experiencia: “Nos condujeron a un lugar a unos 150 metros del Monasterio de Santa María del Collell, convertido en cárcel roja. Sonaron las dos primeras ráfagas. Oí el chasquido de las balas. Ninguna bala me ha-
La novela de Cercas se inspiró en el relato sobre la fuga hecho por Sánchez Ferlosio, hijo de Mazas
bía tocado”. Continúa explicando que “poco después, ordenaba el director de la prisión la batida del bosque. Durante tres cuartos de hora se hicieron unos 50 disparos. Oímos las voces de los guardias que nos daban por heridos. Caía una lluvia torrencial. Anocheció. Y me fui guiando por los gusanos de luz para elegir alguna dirección. Durante tres días caminamos por los bosques; mendigábamos pan en las masías. El día 8, por primera vez, volví a clamar aquel ‘Arriba España’”. Y lo explica en plural porque huyó junto con un compañero. Según consta en Soldados de Salamina, “Sánchez Mazas no había sido el único superviviente del Collell; un hombre llamado Jesús Pascual Aguilar también había escapado con vida. Más aún: al parecer, Pascual había referido el episodio en un libro titulado Yo fui asesinado por los rojos ”. Dicha obra fue publicada en Barcelona en 1981, quince años después de la muerte de Sánchez Mazas y mucho antes de que este alcanzara la popularidad gracias a esta novela [ver recuadro 2].
Sin embargo, aunque tanto el libro de Cercas como la película de Trueba rezuman realismo, la historia del fusilamiento de Sánchez Mazas ha sido puesta en tela de juicio en más de una ocasión y cuenta con varios detractores.
EN CONTRA Y A FAVOR
Uno de los principales es el escritor y periodista Gregorio Morán, que ya en 1982, en su libro Los españoles que dejaron de serlo, advertí a :“Solo se trata de una leyenda fabricada gracias a su imaginación y a la ayuda de algunos amigos tan imaginativos y cínicos como él”; entre ellos, y de forma destacada, otro falangista, Eugenio Montes. Según este autor, Mazas lo inventó todo porque él mismo habría delatado a todos los miembros que conocía de la quinta columna barcelonesa, veinte de los cuales –entre ellos, algunos importantes jefes como Carlos Carranceja, José Ferrer y Juan Manuel de Benito– fueron fusilados en las costas de Garraf el 4 de abril de 1938. Con esa mentira como “tapadera”, pretendía lavar su mala conciencia. Consciente de que si la verdad salía a la luz pasaría a ser visto como un delator, prefirió que le creyesen una víctima y, lo que era más importante, un héroe. Fuera como fuese, en cualquier caso Gregorio Morán parece olvidar que “los amigos
del bosque” que ayudaron y protegieron a Sánchez Mazas en su huida –Daniel Angelats, Joaquim Figueras y María Ferré– avalaron los hechos y participaron con su testimonio en la película de Trueba; que Pere Figueras, otro “amigo del bosque” (ya entonces fallecido), había conservado la libreta en la que Sánchez Mazas tomó notas de lo sucedido y que hoy está en poder de su hijo Jaume Figueras; y, lo principal, que de ese fusilamiento hubo otro superviviente, Jesús Pascual Aguilar, que explicó la aventura que ambos vivieron.
EL MIEDOSO HEROICO
Para Morán también parece probado que, aparte de inventarse su fusilamiento, Sánchez Mazas pasó buena parte de la contienda en manos de los republicanos en el puerto de Barcelona, en el buque prisión Uruguay; que se le terminó canjeando y cruzó a la zona franquista, donde habría empezado a forjar su leyenda. Asegura con contundencia que fue un fascista que construyó, junto con Montes, la “rocambolesca historia” por la que se le recuerda. Describe a Mazas como un hombre tímido, ególatra, indolente y “cobarde biológico, de complexión débil, orador farragoso, aunque fascinante narrador verbal en círculos reducidos, y miedoso hasta la enfermedad”. Según él, probablemente no disparó un solo tiro en toda su vida. Esta falta de valor hacía que tuviera “más de asesor del príncipe que de héroe épico”; al menos eso escribió Patxo Unzueta en su libro Bilbao, ciudad donde Sánchez Mazas pasó su infancia.
Y es que, aunque nacido en Madrid, Sánchez Mazas tenía raíces vascas y estaba emparentado con Miguel de Unamuno. Llegó a Bilbao cuanto tenía dos años con su madre, Rosario Mazas Orbegozo, escritora que regresaba a su ciudad natal tras haber enviudado. Vivió allí varios años y la memoria de la ciudad vasca lo acompañaría siempre. Aquella época quedaría reflejada en su novela Lavida nueva de Pedri to de An día (1951), donde re trata el mundo de la influyente oligarquía vasca. Sánchez Mazas se inició en el ámbito del periodismo de la mano de Manuel Aznar (abuelo del
Gregorio Morán afirma que se trata de una leyenda fabricada gracias a su imaginación con ayuda de amigos como Eugenio Montes
expresidente), que lo envió a Roma en 1922 como corresponsal del periódico ABC. Allí se enamoró de una italiana de buena familia, Liliana Ferlosio, de la cultura italiana y del fascismo.
MEJOR LITERATO QUE POLÍTICO
Cultivó la poesía y entre sus libros en prosa más destacados se encuentra Pequeñas memorias de Tarín, con tintes autobiográficos y donde explica desde su infancia hasta que se convierte en un hombre. Escrito en primera persona y en forma de diario, el protagonista, un muchacho inocente e ingenuo, recuerda a través de escenas inconexas sus tiempos como interno en un colegio y su voluntad de hacer el bien según una sólida educación católica. Otra novela interesante, RosaKrüger, la empezó a escribir mientras estaba refugiado en la embajada de Chile en Madrid, para distraerse él y distraer a sus compañeros de cautiverio. Curiosamente, no contiene ningún indicio de la dura realidad del momento; la ideó a modo de unas Milyunanoches donde Scherezade logra mantener la intriga y, al mismo tiempo, escapar a su destino. Así, la obra intentaba superar las horribles circunstancias a través de la creación de un mundo imaginario. Esta historia de amor del joven catalán Teodoro Castells quedó, sin embargo, inacabada y no se publicaría hasta el año 1984. Bastante menos destacable que su talento literario era su talento político. Cercas dice en su obra que “durante los años veinte y treinta había trabajado como casi nadie para que su país se sumergiera en una salvaje orgía de sangre”. Pero no todos los estudiosos coinciden con esta visión. Un buen ejemplo es Alfonso Carlos Saiz Valdivielso, que ha escrito una biografía de Mazas, El espejo dela memoria. En ella explica que, aunque escribió prácticamente durante toda su vida, su faceta literaria ha quedado eclipsada por la política: “De Sánchez Mazas se ha dicho que es un escritor fascista, un escritor
Llegado a Roma
en 1922, se enamoró de la italiana Liliana Ferlosio y de la estética fascista
falangista... Memeces. Lisa y llanamente, escritor, y excepcional, un superdotado”. El autor añade que “fue un conservador antirrevolucionario (...), sinceramente católico y alejado del reaccionarismo violento. Era lúcido en la imaginación y en las ideas, obstinado y a veces irritable”.
UNA VIDA CONTRADICTORIA
Pese a todo, Franco lo nombró ministro sin cartera (1939-1940), pero parece que no había buena sintonía entre ambos. Así lo creía su hijo menor, Chicho Sánchez Ferlosio, quien afirmaba que “cortaba tajante” al dictador y que consiguió de Franco la conmutación de algunas penas de muerte, como la de otro poeta y amigo: Miguel Hernández. Hay quien se pregunta cómo un intelectual brillante, un conservador de talante liberal, abrazó el ideario falangista. Para Cercas no resulta extraño, ni un caso aislado, pues debía temer, como tantos otros de su tiempo, la Revolución rusa y sus posibles efectos en Occidente. Lo cierto es que terminaría distanciándose de la Falange, según el periodista y escritor Eduardo Haro Tecglen, que lo conoció, “horrorizado por los fusilamientos”. Para J. Benito Fernández, autor de una obra sobre el hijo mayor de Mazas, El incógnito Rafael Sánchez Ferlosio.Apuntes para una biografía, no era un auténtico político; es más, la política le aburría y ni siquiera asistía a los consejos de ministros. Incapaz de matar a nadie, estaba no obstante fascinado con la estética del fascismo. Este autor no cuestiona el relato de Cercas del fusilamiento fallido, pero lo tilda, igual que al personaje del libro, de excesivamente novelesco; tan novelesco como Mazas debió contárselo, probablemente, a sus hijos.
Al margen del verdadero, o no tanto, episodio, la vida de Sánchez Mazas parece contradictoria, probablemente como lo fue el pasado siglo español. Puede que, como apunta J. Benito Fernández, estuviera recorrida por la suerte: en Roma conoció a la hija de un banquero millonario del Vaticano con la que se casó; en la guerra se libró por los pelos de la muerte y logró fugarse de la prisión, refugiarse en la embajada y escapar también de esta. Tras la contienda, fue enseguida cesado como ministro, cargo que prácticamente no ejerció; perdió así su sueldo y llegó a tener serios problemas económicos, tanto que mandó a sus hijos a vivir con su abuelo. Pero, cuando él mismo estaba a punto de embarcar para Italia, tuvo su golpe de suerte final: su tía murió y heredó una fortuna. Viviría de las rentas el resto de su vida.