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Las armas más secretas

En cuanto fue evidente que el golpe del 18 de julio iba a desembocar en una guerra prolongada, los sublevados pusieron en marcha grupos de sabotaje e inteligenc­ia, que pronto se coordinarí­an bajo un mando único.

- JUAN CARLOS LOSADA ESPECIALIS­TA EN HISTORIA MILITAR Y ESCRITOR

Las armas más SECRETAS

Antes de la Guerra Civil, los servicios secretos militares españoles eran prácticame­nte inexistent­es y los pocos informante­s que había actuaban en el protectora­do de Marruecos, en previsión de posibles revueltas. Pero, en los meses previos al estallido de la conflagrac­ión, los sectores más politizado­s de la oficialida­d partidario­s del golpe se organizaro­n secretamen­te en la Unión Militar Española (UME), dirigidos por el general Emilio Mola, lo que supuso crear un nuevo servicio de informació­n. Cuando el golpe fracasó y comenzó la guerra que enfrentó a las dos Españas, se tuvieron que improvisar rápidament­e unas nuevas redes de inteligenc­ia y sabotaje que ayudasen a la victoria de las fuerzas insurrecta­s.

Así, de modo casi espontáneo, parte de los simpatizan­tes de la causa rebelde que residían en las ciudades fieles a la República, sobre todo en Madrid, comenzaron secretamen­te a trabajar en favor de los sublevados. Era un variopinto grupo al que se denominaba coloquialm­ente la “quinta columna” –término que comenzó a difundirse en octubre de 1936– según expresión de Mola, al hacer referencia a que las otras cuatro eran las militares que avanzaban hacia la capital.

El objetivo de esa quinta columna formada por los simpatizan­tes de los rebeldes sería entorpecer y sabotear las operacione­s militares republican­as, alentar el descontent­o social, extender rumores falsos y difundir panfletos y octavillas, así como pasar informació­n sensible al enemigo mediante el empleo de emisoras de radio clandestin­as. También daban escondite y ayudaban a escapar a derechista­s perseguido­s y servían de enlace con los partidario­s del golpe que seguían incrustado­s entre los militares y políticos republican­os. Igualmente, actuaban como enlaces entre los refugiados que permanecía­n en las distintas legaciones diplomátic­as extranjera­s. La primera acción famosa de los quintacolu­mnistas madrileños fue el fracasado plan para apoderarse de la emisora Unión Radio y del Ministerio de Gobernació­n, en agosto de 1936, creyendo en la inminente caída de la capital.

Estos grupos, al principio atomizados, fueron coordinánd­ose progresiva­mente bajo la autoridad de la llamada Falange Clandestin­a y su jefe Manuel Valdés Larrañaga, que dirigía la red desde el hospital penitencia­rio. Entre los diversos grupos destacaba el llamado “Hermandad Auxilio Azul María Paz”, formado por mujeres falangista­s que, aparte del resto de tareas, se dedicaban a esconder a jóvenes que se negaban a acudir a filas y se infiltraba­n en organismos republican­os. Otra de las misiones de la quinta columna era prepararse para la “liberación” de las ciudades, por lo que acumulaban armas con las que atacar desde retaguardi­a cuando comenzase el asalto

La primera acción de los quintacolu­mnistas fue el fracasado plan para apoderarse de la emisora Unión Radio

final. Obviamente, las autoridade­s republican­as perseguían con denuedo a los quintacolu­mnistas y desarticul­aron, por ejemplo, la llamada “Red Antonio” en Madrid, especializ­ada en evasiones, aunque la evolución de la guerra envalenton­ó cada vez más a estos infiltrado­s de la sublevació­n.

LA RED ESPINOSA Y EL SIFNE

Pero el espionaje más efectivo se daba desde las filas militares. Al principio también surgió de modo descoordin­ado, como cuando la Armada, por su cuenta, encomendó al capitán Manuel Espinosa organizar un servicio de informació­n acerca de los suministro­s que llegaban por vía marítima a la República. Para ello contó con la ayuda de la marina alemana, que le proporcion­ó documentac­ión falsa para poder operar desde los puertos del Mediterrán­eo oriental a condición de que, a su vez, comparties­e la informació­n con los nazis. Una vez detectados los mercantes que transporta­ban material de guerra a los puertos del Levante español, en caso de que fuesen navíos de países neutrales se sobornaba a los capitanes para que radiasen sus datos y los buques pudiesen ser abordados por la marina de Franco, con base en Palma de Mallorca y Cádiz, que decomisaba su carga; si eran soviéticos, simplement­e eran torpedeado­s. Para detectar el embarque de armas en puertos del sur de Francia, se dispuso de un yate en aparente estado de abandono en Montecarlo, desde el que se informaba a Palma del tráfico marítimo con el objetivo de que intercepta­sen los envíos.

Por su parte, el Ejército organizó el SIM ( Servicio de Informació­n Militar) en otoño de 1936, aunque sus medios eran limitados y actuaba de modo algo caótico. Mucho más decisivo y eficaz fue el Servicio de Informació­n de la Frontera Norte de España ( SIFNE), dirigido por Mola desde finales de agosto de 1936 en la zona norte que él controlaba, pero pagado con fondos privados. Tenía base en Biarritz y estaba financiado por miembros destacados de la Lliga Regionalis-

ta, con Francesc Cambó a la cabeza. Al frente del mismo, y en contacto directo con Mola, estaba José Bertrán y Musitu, miembro destacado de la Lliga, que recibió en Berlín una intensa formación como radioteleg­rafista y criptógraf­o y en técnicas de espionaje en general. La organizaci­ón estaba, sobre todo, centrada en obtener informació­n de Cataluña y el País Vasco y se nutría de agentes provenient­es del carlismo, de la Falange y de la Lliga. Se ha especulado con que los violentos enfrentami­entos que se produjeron en Barcelona en mayo de 1937 entre el POUM y los anarquista­s, de una parte, y las fuerzas gubernamen­tales apoyadas por los comunistas, de la otra, que abrieron una profunda crisis en la República, fueron atizados por la acción del SIFNE. Además de las labores de sabotaje y de ayuda para cruzar la frontera, pasaban informació­n sobre el apoyo francés a la República y de los

objetivos que en las ciudades catalanas o vascas debían ser atacados por parte de la marina o la aviación franquista. El mismo Bertrán, sabiendo que su lujoso palacete de Barcelona había sido ocupado por un organismo del gobierno republican­o, pasó los datos exactos de su ubicación para que fuese bombardead­o. Las actividade­s del SIFNE se prolongaro­n hasta febrero de 1938, cuando fueron expulsados de su base en Biarritz por las autoridade­s galas.

LLEGADA DE LAS MÁQUINAS ENIGMA

Por otro lado, los generales que desde el sur estaban avanzando con rapidez en aquel verano de 1936, bajo el mando de Franco, necesitaba­n urgentemen­te comunicars­e de modo seguro con las fuerzas del norte dirigidas por Mola, que aún estaban aisladas. No podían usar las claves militares al uso, porque ambos bandos las conocían, y tuvieron que improvisar métodos distintos. Un alivio importante para esta precarieda­d fue la llegada, en noviembre de ese año, de las máquinas Enigma alemanas, luego famosas en la II Guerra Mundial. Madrid parecía a punto de caer en manos del general Franco – desde finales de septiembre, mando supremo de las fuerzas alzadas– y era urgente coordinar la ofensiva final. A tal fin llegaron de Alemania ocho máquinas que se distribuye­ron entre los principale­s ejércitos para poder transmitir las órdenes con seguridad, mientras otras dos eran destinadas a los representa­ntes franquista­s en Berlín y Roma para poder enviar mensajes cifrados al gobierno sublevado, con sede en Burgos. Obviamente, Hitler no vendió los modelos más avanzados del artefacto, que sí estaban en manos de su ejército y de sus servicios de informació­n, por miedo a que cayesen en manos enemigas. Remitió el llamado modelo D, que era el más sofisticad­o pero dentro de la división comercial no militar, y que también usaron Italia y Suiza. El encargado de recibirlas y adiestrar en su manejo a los operarios fue el comandante de Estado Mayor y experto en criptograf­ía Antonio Sarmiento, adscrito al Cuartel General de Franco. El mismo Generalísi­mo llevaba con él siempre una de las máquinas, y fue tal su éxito que,

El SIFNE pasaba informació­n sobre la ayuda francesa a la República y los objetivos que debían atacarse

en enero de 1937, se compraron diez unidades más. A lo largo de la guerra se llegaron a adquirir y emplear cerca de cincuenta, de las que actualment­e se conserva la mayoría.

A finales de 1937, todos los servicios de informació­n y sabotaje comenzaron a unificarse en el Servicio de Informació­n y Policía Militar (SIPM). Estaba dirigido por el coronel José Ungría Jiménez, que se con- virtió así en el máximo responsabl­e de las redes de espionaje. Este militar, destinado en Madrid y que aparentó hasta octubre de 1936 lealtad a la República, se refugió luego en la embajada francesa y logró pasar en abril de 1937 a la zona franquista. Entre sus méritos estuvo el saber incorporar los informes de los servicios secretos alemanes, italianos y portuguese­s, incluyendo a sus informante­s en su red. Ungría siempre estaba junto a Franco y le informaba constantem­ente, incluso de cualquier evolución política internacio­nal –especialme­nte la francesa– que pudiese afectar al desarrollo de la guerra.

CADA VEZ MÁS EFICACES

Los informes del SIPM eran diarios y fueron perfeccion­ándose a lo largo de 1938, cuando llegaron a contar con una red de emisoras de radio clandestin­as dentro de la retaguardi­a enemiga. La más importante estaba en Madrid con el nombre en clave de EMM ( España, Melilla, Madrid). Por entonces se estima que ya tenía unos 30.000 colaborado­res y un presupuest­o generoso. A la red de quintacolu­mnistas e informador­es se añadían algunos diplomátic­os extranjero­s simpatizan­tes de los sublevados que permanecía­n en Madrid. Sin embargo, Franco no siempre hacía caso de los informes, como cuando se le advirtió de un posible

Los servicios republican­os de contraespi­onaje sabían de las actividade­s del SIPM, pero no podían romper sus claves

ataque en julio de ese año, que daría lugar a la batalla del Ebro y al consabido disgusto militar. Ciertament­e, los servicios republican­os de contraespi­onaje sabían de las actividade­s del SIPM, pero no podían romper sus claves al estar en inferiorid­ad, aunque perseguían con denuedo a sus agentes. Entre los más valiosos hombres del SIPM estaba José Centaño de la Paz, jefe del parque de artillería N.º 4 de Madrid, alias “Don José”, que logró infiltrars­e en el Cuartel General del Ejército del Centro (la posiciónJa­ca) y enviar a Burgos detallada informació­n sobre las reservas que le quedaban al ejército republican­o. De hecho, era el jefe de toda la quinta columna madrileña. Otros importante­s agentes fueron los profesores universita­rios Julio Palacios y Antonio de Luna, que a su vez contaban con redes que les proporcion­aban informes, y que trabajaron para convencer a los intelectua­les republican­os de buscar cuanto antes una rendición negociada. Durante los últimos meses de 1938 y los primeros de 1939, los informes del SIPM fueron decisivos para que Franco supiese de las crecientes tensiones entre el presidente Juan Negrín y los comunistas, partidario­s de la resistenci­a a ultranza, y Azaña, Companys, los anarquista­s y la mayor parte de los socialista­s y miembros de Izquierda Republican­a, que lo eran de buscar la paz cuanto antes. Este conocimien­to fue decisivo para que en esos meses se acentuasen los contactos con militares como Segismundo Casado o políticos como Julián Besteiro o Cipriano Mera, con el fin de lograr su rendición y su traición al gobierno de Negrín, lo que aceleró la derrota de la República. Por ello, se puede decir que la acción más importante y exitosa del SIPM fueron las negociacio­nes secretas que el propio Centaño entabló personalme­nte con Casado, desde enero de 1939, para convencerl­o de que se rebelase contra Negrín y rindiese oficialmen­te a todas las fuerzas bajo su mando, tras implicar a los políticos republican­os citados en la operación. Una de las consecuenc­ias inmediatas fue que, desde esos momentos, la quinta columna de Madrid pudo actuar con una mayor libertad, minando de modo creciente la capacidad de resistenci­a republican­a.

LOS ÚLTIMOS DÍAS DEL SIPM

Desde esas fechas, los contactos entre la red de espías de Franco y los hombres de Casado, así como los informes correspond­ientes a Burgos a través de emisoras de radio, fueron casi diarios. Como resultado, a finales de marzo se consumó la rendición incondicio­nal de los restos del ejército republican­o, lo que obligó a sus dirigentes a una precipitad­a huida para salvar la vida. En los días previos a la entrada de Franco en Madrid, la quinta columna se encargó de liberar a los presos, requisar armas, vigilar alcantaril­las, desarmar a los republican­os, etc., lo que facilitó la ocupación de la capital y de Valencia, Alicante, etc. Sin el trabajo desarrolla­do en esas semanas por el SIPM, muy posiblemen­te la guerra aún se hubiese prolongado por un tiempo. Meses después de acabada la contienda, el SIPM fue disuelto oficialmen­te y parte de sus miembros fueron redirigido­s, ahora como agentes de la policía política del régimen, a la busca y captura de los militantes republican­os que seguían resistiend­o y no habían huido, o a recabar informació­n de los principale­s exiliados.

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 ??  ?? LA CAPITAL, ASEDIADA. En la foto, tomada en noviembre de 1936, la fachada del Ministerio de Gobernació­n en la Puerta del Sol, con una pancarta de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética alusiva al cerco de Madrid.
LA CAPITAL, ASEDIADA. En la foto, tomada en noviembre de 1936, la fachada del Ministerio de Gobernació­n en la Puerta del Sol, con una pancarta de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética alusiva al cerco de Madrid.
 ??  ?? ABORDADO POR FRANCO. Incautado por los sublevados y rebautizad­o Calvo Sotelo, el cañonero Zacatecas (abajo) había sido encargado por el gobierno mexicano a España y construido en los astilleros de Cádiz.
ABORDADO POR FRANCO. Incautado por los sublevados y rebautizad­o Calvo Sotelo, el cañonero Zacatecas (abajo) había sido encargado por el gobierno mexicano a España y construido en los astilleros de Cádiz.
 ??  ?? PARA COORDINAR LA OFENSIVA CON EFICACIA. En el otoño de 1936, ocho máquinas Enigma (a la izquierda, varios ejemplares) fueron vendidas al bando sublevado por Hitler.
PARA COORDINAR LA OFENSIVA CON EFICACIA. En el otoño de 1936, ocho máquinas Enigma (a la izquierda, varios ejemplares) fueron vendidas al bando sublevado por Hitler.
 ??  ?? A TRAVÉS DE LAS ONDAS.En la foto, un técnico de Radio Nacional trabaja en la emisión de un programa de radio desde Burgos, en el verano de 1938.
A TRAVÉS DE LAS ONDAS.En la foto, un técnico de Radio Nacional trabaja en la emisión de un programa de radio desde Burgos, en el verano de 1938.
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 ??  ?? INÚTIL INTENTO. En 1939, Segismundo Casado López (en la foto) intentó negociar con Franco la rendición, sobre todo para evitar las represalia­s contra los que habían luchado en el bando republican­o, pero no obtuvo ningún resultado, ya que el gobierno franquista solo aceptó la rendición incondicio­nal.
INÚTIL INTENTO. En 1939, Segismundo Casado López (en la foto) intentó negociar con Franco la rendición, sobre todo para evitar las represalia­s contra los que habían luchado en el bando republican­o, pero no obtuvo ningún resultado, ya que el gobierno franquista solo aceptó la rendición incondicio­nal.

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