IV/ UN INSÓLITO HALLAZGO: LOS NIÑOS SOLDADOS DE ABEJUELA
En un pequeño municipio de Teruel, aparecieron en 2014 los restos de tres combatientes republicanos menores de edad, muertos en 1938 en la batalla de Levante. El descubrimiento abre numerosos interrogantes.
Abejuela (Teruel) es un pueblo de la Sierra de Javalambre, pequeño y hoy escasamente poblado –56 habitantes–, que ofrece la particularidad de ser el municipio situado más al sur de todo Aragón, en el límite de la confluencia con las provincias de Valencia y Castellón. Por eso, estuvo en pleno frente durante la ofensiva de Levante, una de las más cruentas de la Guerra Civil española, y en concreto en la llamada batalla de la Línea XYZ, cuyos combates principales tuvieron lugar entre el 13 y el 24 de julio de 1938 (si bien se siguió peleando en agosto, y casi hasta el final de la contienda). Y por eso, también, ha estado en el centro de los trabajos de campo del Grup per la Recuperació de la Memòria Històrica de València (GRMHV), una de las asociaciones más activas en la tantas veces incomprendida y difícil tarea de impedir el olvido de nuestro pasado reciente, responsable de importantes exhumaciones como la del “soldado desconocido” de El Toro [ver recuadro 1]. Pero ninguno de sus hallazgos ha sido tan sorprendente como el de los niños soldados de Abejuela.
DOS DE 15 AÑOS Y OTRO AÚN MENOR
La sorpresa saltó en la primera quincena de septiembre de 2014. En el marco de un trabajo de arqueología forense promovido por el GR-
MHV con la colaboración de la Universidad Complutense de Madrid, se encontraron en la partida de Peña Salada – un paraje del término municipal de Abejuela– los restos de cinco soldados sepultados junto a una trinchera que, por su disposición – enfrentada a la dirección desde la que venía el ataque franquista–, indicaba que eran republicanos. Esta adscripción sería pronto confirmada por otros detalles: a su alrededor había casquillos y munición sin usar de inequívoco marcaje republicano y, entre los muy deteriorados fragmentos de sus uniformes y equipamientos (botones, un peine-cargador de cartuchos para fusil...), se pudo apreciar una hebilla del característico ma-
¿Qué hacían en primera línea del frente tres niños uniformados (dos de 15 años y el tercero todavía menor)?
cuto usado por el ejército de la República. Hasta ahí, todo macabramente normal (lo mismo que el extremo maltrato de los restos: enterrados en una zona transitada, estaban desparramados, inconexos, despojados de las insignias o placas que habrían ayudado a su identificación y hasta de alguno de los cráneos). Lo insólito estaba por llegar: según los análisis antropométricos, dos de ellos tenían con toda certeza 15 años en el momento de su muerte, y un tercero era aún menor. Asimismo, quedó determinada la fecha del deceso en el verano de 1938. Estos datos abrían nuevos interrogantes a la investigación historiográfica sobre los alistamientos en la Guerra Civil. ¿Qué hacían en primera línea del frente tres niños uniformados? ¿De verdad los combatientes más jóvenes habían sido los de la Quinta del Biberón? [ver recuadro 2].
DE LAS MILICIAS AL EJÉRCITO POPULAR
Matías Alonso, coordinador del GRMHV, fue el primero en hacer notar que la presencia de adolescentes “no encajaba en la escena”, y ninguno de los historiadores que se han ocupado del caso se lo explica tampoco, por varias razones. La pri- mera, que, en la época de datación de esta fosa, el Ejército Popular de la República ya estaba sólidamente estructurado y no admitía en sus filas a nadie que se saliera de lo considerado “normal”: ni mujeres, ni ancianos ni excesivamente jóvenes. Al principio de la guerra, todo había sido distinto. Así, el 20 de julio de 1936 se formó el llamado Quinto Regimiento de Milicias Populares, famoso cuerpo de voluntarios que operaría hasta enero del 37; asimismo, en todos los
frentes y haciendo de la necesidad virtud, civiles de ambos sexos y edades diversas integraron milicias más o menos espontáneas, mal armadas y peor entrenadas. Pero en 1938 esta caótica situación había acabado. Además, a juicio de los expertos, lo extraño es que los niños de Abejuela fueran tres: que se hubiera infiltrado uno solo en un batallón fingiendo tener más años parece plausible, pero no varios ( y en una trinchera de primera línea, ni siquiera un servicio auxiliar de retaguardia).
EL CONTEXTO: LA BATALLA DE LEVANTE
La fecha, probada por los análisis, del fallecimiento de los niños soldados se enmarca en la que sería la gran ofensiva final de Franco contra la República, diseñada con el objetivo de tomar rápidamente Valencia a través del eje de comunicaciones Teruel- Sagunto: la batalla de Levante. La primera parte de las operaciones, desarrollada entre abril y julio de 1938 – avance por el Maestrazgo, conquista de Castellón–, fue casi un paseo triunfal para los 125.000 efectivos de las tropas sublevadas. Pero el 13 de julio, a las puertas de Sagunto, la Línea XYZ – 150 km de fortificaciones defendidas por 30.000 hombres entre Almenara y Rincón de Ademuz– detuvo su hasta entonces imparable avance.
Tras doce días de combate sin descanso, la contraofensiva republicana en el Ebro obligó a los sublevados a diversificar esfuerzos, y el frente
de Levante quedaría por ello estabilizado hasta el final de la guerra en marzo de 1939. Ello no significa que cesaran las escaramuzas, ni que estas fueran leves: solo en las del mes de agosto del 38, se estima que murieron en este escenario más de 25.000 soldados. Entre ellos, muy probablemente, los adolescentes de misteriosa identidad caídos en los alrededores de Abejuela, aunque es imposible afirmarlo debido a que el expolio de partes anatómicas no permitió fijar la causa de su muerte.
CONTRA EL OLVIDO HISTÓRICO
Precisamente para impedir este terrible abandono de los muertos de nuestra guerra, que propicia tales dificultades a los investigadores, el GRMHV y otros colectivos que luchan por recuperar la memoria histórica han solicitado la creación de un mapa de fosas y un banco de ADN de familiares de desaparecidos, para que los restos que se localicen puedan cotejarse e identificarse. Pero estas peticiones chocan una y otra vez contra una crónica falta de voluntad política de llevarlas a cabo, argumentada con excusas diversas ( la escasez de fondos, el deseo de no “reabrir viejas heridas”... cuando, realmente, lo que se busca es cerrarlas).
Como dijo al respecto Matías Alonso: “Hemos encontrado tres cuerpos que no encajan ni en el paraje ni en la historia. Nadie sabe qué hacían allí ni por qué ni cómo murieron aquellos chavales, pero han muerto dos veces: una, físicamente; la otra, víctimas tanto de furtivos expoliadores como del abandono estatal, en un desprecio absoluto al honor y la dignidad de ellos y de sus familias”. Ojalá algún día se resuelvan este y otros enigmas parecidos de la Guerra Civil española. Entretanto, miles de cuerpos de combatientes continúan a la intemperie.
Solo en agosto del 38, se estima que murieron más de 25.000 soldados en el frente de Levante