Muy Historia

De aquellos polvos...

- Palma Lagunilla Directora (plagunilla@zinetmedia.es) @_ plagunilla

La Primera Guerra Mundial se cerró en falso. Al menos, para tres de sus participan­tes. La Conferenci­a de París y el Tratado de Versalles (ambos en 1919) humillaron a los vencidos y a algunos de los vencedores, convirtién­dose en el caldo de cultivo de los fascismos europeos y provocando terribles consecuenc­ias para la humanidad. La dureza de las represalia­s contra Alemania, el menospreci­o con que trataron a Italia y el racismo antijaponé­s se unieron para alimentar la génesis del Eje, coalición responsabl­e de aniquilar a buena parte de la población mundial entre los años 39 y 45 del siglo pasado.

El nazismo germano, el fascismo italiano y el militarism­o japonés se unieron en una alianza letal entre estos tres países, oficializa­da en septiembre de 1940 y fundamenta­da en la coincidenc­ia ideológica de unos gobiernos autoritari­os e imperialis­tas, además de en un resentimie­nto nacional compartido hacia los países más relevantes que firmaron el Tratado de Versalles (Francia, Inglaterra y Estados Unidos, fundamenta­lmente). Japón, apartado con excusas racistas de la propia mesa de negociacio­nes, emprendió una desaforada expansión en Asia. En Italia –del bando de los vencedores pero ninguneada en el reparto del botín–, llegó al poder Benito Mussolini con su movimiento ultranacio­nalista, que se convirtió en un modelo para Hitler. Y Alemania, la gran perdedora de aquella contienda, sufrió sanciones muy duras, como el desarme absoluto o el pago de altísimas indemnizac­iones que hundieron su economía. Aquel año de 1940, el Reich, con ayuda de sus socios del Eje, ocupó casi toda Europa y partes de África y Asia. Un avance que parecía imparable y culminó en la Operación Barbarroja contra la URSS; la cual, paradójica­mente, constituyó el principio del fin de la Segunda

Guerra Mundial.

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