Muy Historia

RESISTENCI­A NUMANTINA AL ESTILO NIPÓN

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ENTRE EL 12 Y EL 15 DE AGOSTO DE 1945, los días previos a la emisión del discurso final del emperador Hirohito, todavía hubo un intento de golpe de Estado para frenar la rendición. Oficiales de rangos intermedio­s trataron de eliminar a los “malignos consejeros” del emperador. El golpe fracasó porque los altos mandos no lo secundaron. Alrededor de 500 soldados se suicidaron durante los días siguientes. Esta es una prueba de lo difícil que resultó aceptar la derrota para la sociedad japonesa, pero hay muchas más. Oficializa­da el 2 de septiembre de 1945, la rendición representa­ba un hecho tan inverosími­l que muchos japoneses no le concediero­n crédito. Ese fue el caso de los “soldados rezagados”, militares aislados e incomunica­dos que, por sus fuertes conviccion­es o por su orgullo herido, continuaro­n luchando mucho después de terminada la guerra. Algunos de los últimos fueron el teniente Hiro Onoda y el soldado Teruo Nakamura, que se rindieron en 1974, casi tres décadas después del fin de la contienda. En el caso de Onoda, fue necesario que su antiguo superior fuera a buscarlo para ordenarle que se rindiera.

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El teniente nipón Hiro Onoda (en la foto) porta un arma para defenderse del enemigo, a pesar de que habían pasado ya 20 años desde el fin de la guerra.

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