Un baile de color y vida
Analizamos una obra de Henri Matisse, La Danza, que marcó un antes y un después en la carrera del pintor y, también, en el desarrollo de la pintura moderna. Fue un óleo hecho por encargo, que representa el constante diálogo que el artista mantuvo entre el
Conocido por su particular uso del color y sus originales dibujos, Henri Matisse (1869-1954) se identificó al principio de su carrera con la corriente artística del fauvismo, caracterizada por un empleo provocativo del color. Había empezado a pintar en 1889 cuando, convaleciente por una apendicitis, su madre lo animó a que se entretuviese dibujando. Él mismo confesó que en ese momento “había encontrado el paraíso”.
De toda su producción pictórica, la obra que hemos escogido es la que mejor representa la íntima relación que el artista veía entre colores, baile y notas musicales. La tituló La Danza y tiene un lienzo hermano, LaMúsica. Ambos fueron encargados por Serguéi Schukin (1854-1936), un rico mecenas y coleccionista de arte contemporáneo que quería decorar un ostentoso palacio con las obras de Matisse. De este amplio panel decorativo, creado para la mansión moscovita del empresario ruso, existe una primera versión. En ella, Matisse utilizó tonalidades más claras para el color y mayor simplicidad en las figuras. Datada en 1906, fue una obra muy apreciada por su autor, que en cierta ocasión la llamó “el clímax abrumador de la luminosidad”. Hoy en día, dicha primera versión de LaDanza se encuentra expuesta en el MOMA de Nueva York.
LA UNIÓN HACE LA FUERZA
LaDanza representa los vínculos entre pintura y música, al igual que otras muchas obras de Matisse, hasta el punto de que ambas artes llegaron a materializarse en su producción artística como temas recurrentes. Además, en este caso destaca otro concepto, el de grupo, que se entiende como el eje integrador de todas las posibles emociones de cada danzante a través del movimiento.
La posición de los cuerpos de los cinco bailarines y su expresividad manifiestan los objetivos artísticos del pintor francés, que quería que sus obras contuviesen el máximo equilibrio y proporción. Por otro lado, los danzantes aparecen sin ropa: el desnudo fue otro motivo recurrente que interesó a Matisse durante toda su vida. Al final de sus días realizó los conocidos Desnudos en azul, cuatro piezas con las que el pintor, escultor y, en sus últimos tiempos, maestro de los recortables de papel pintado demostró que, aunque ya octogenario y con una frágil salud, aún conservaba su don.