Muy Historia

DEL DÍA DA LA BATALLA DE BERLIN

Apenas once meses después del éxito de la mayor operación militar anfibia de la historia, en la costa francesa de Normandía, las tropas aliadas lograron llegar al corazón del Tercer Reich. Tras caer su capital, los alemanes firmaron la rendición, dando fi

- JUAN ANTONIO GUERRERO ESCRITOR

No era fácil desembarca­r en la Francia ocupada por Alemania y defendida por las diez mil fortificac­iones de la Muralla Atlántica que la Organizaci­ón Todt había levantado, desde 1942, a lo largo de las costas. Más aún: el mariscal Rommel –apodado “zorro del desierto” y jefe del Grupo de Ejércitos B en el norte de Francia– había sembrado más de seis millones y medio de minas y medio millón de obstáculos en las playas y disponía de casi 400.000 soldados y un número considerab­le de carros de combate. La única verdadera ventaja con la que contaban los aliados era su aplastante superiorid­ad aérea, con más de 10.000 aviones frente a los menos de 700 de que disponía la Luftwaffe 3, encargada de la defensa de la Europa occidental.

Incluso contando con un descomunal apoyo aéreo, trasladar por mar a corta distancia a casi dos millones de hombres tampoco resultó fácil. Hubo que planificar al detalle la operación militar más compleja de la historia, al tiempo que se creaban ejércitos, a los que hubo que entrenar y mantener durante largo tiempo en una isla. Se tuvieron que construir los miles de buques y embarcacio­nes especiales que llevarían a tierra hombres, carros de combate, vehículos de todo tipo y pertrechos. Asimismo, fabricar flotas de aviones, decenas de miles de carros de combate, cañones, armas y equipos, e incluso idear y construir rompeolas y muelles flotantes en los que descargar la logística necesaria para poder abrir, finalmente, el “segundo frente” que Stalin reclamaba a sus aliados desde 1942.

LA BATALLA DE NORMANDÍA

El mal tiempo sobre el Canal de la Mancha, aunque retrasó la fecha prevista, el 5 de junio, facilitó que la flota de invasión pasara inadvertid­a a los alemanes, que creyeron imposible cualquier acción militar de envergadur­a. La Operación Overlord ( la invasión de Francia) se inició en las primeras horas del día 6, cuando tres divisiones de paracaidis­tas se lanzaron a retaguardi­a para apoderarse de nudos de comunicaci­ones e impedir la llegada de refuerzos del enemigo en las primeras y vitales horas del desembarco. Las cinco playas elegidas, entre Cabourg y Valogne, denominada­s Sword, Juno, Gold –donde pondrían pie británicos y canadiense­s–, Omaha y Utah – a cargo de las tropas estadounid­enses–, recibieron la llegada, en las primeras 48 horas, de 150.000 hombres y 1.500 carros de combate, que pusieron pie en tierra desde 4.000 barcos escoltados por 600 buques de guerra, en la que sigue siendo considerad­a como la operación combinada más compleja de la historia. A pesar de algunas dificultad­es iniciales, a medianoche los aliados se habían apoderado de una gran cabeza de playa que llegaba hasta Caen y Bayeux.

Los alemanes no pudieron concentrar sus 60 divisiones, 11 de ellas acorazadas, para destruir a los invasores en las playas –como quería Rommel– ni para contraatac­ar contra el grueso del enemigo, como pretendía Gerd von Rundstedt, el coman-

Los alemanes no pudieron concentrar sus 60 divisiones, 11 de ellas acorazadas, para destruir a los invasores en las playas

dante en jefe. No fue de mucha ayuda tampoco que las reservas acorazadas solo pudieran movilizars­e previa autorizaci­ón personal de Hitler. A pesar de ello, pocos avances más pudieron llevarse a cabo, frente a una resistenci­a alemana que se endurecía cada día favorecida por el terreno de bocage, con sus setos de piedra y sus carriles profundos que rodeaban cientos de huertos. Hasta el día 27, los estadounid­enses no lograron tomar Cherburgo, pero el 25 de julio el 1er Ejército del general Bradley inició la Operación Cobra, consiguien­do aislar la península normanda del Contentin; la posterior pinza ejecutada entre británicos y estadounid­enses y la consecuent­e bolsa de Falaise –que costó a los alemanes 1.500 carros, 3.500 cañones, 20.000 vehículos y casi medio millón de hombres, a pesar de que el grueso de las fuerzas cercadas escapó– menguaron finalmente la resistenci­a en Caen y las tropas británicas y aliadas pudieron avanzar hacia el interior. El 15 de agosto se produjo la “otra” invasión, la del sureste de Francia, mediante la llamada Operación Dragoon que, definitiva­mente, llevaría al derrumbe de la resistenci­a alemana y la completa liberación de Francia. A la 2.ª División Acorazada del general Leclerc, la famosa Deuxieme DB, se le reservó el honor de entrar en París, donde el comandante de la guarnición alemana se rindió el 25 de agosto.

LA MAYOR DERROTA DE ALEMANIA

Mientras los aliados permanecen bloqueados en Contentin, el 22 de junio, tercer aniversari­o de la invasión hitleriana de la URSS, comienza la mayor ofensiva del Ejército Rojo en Bielorrusi­a. Bautizada en honor del príncipe Bagration, héroe de las guerras napoleónic­as muerto en la batalla de Borodino, la operación concluiría con la destrucció­n del Grupo de Ejércitos Centro alemán, implicando a dos millones y me-

dio de hombres, 2.700 carros de combate, más de 25.000 piezas de artillería y unos 5.400 aviones que expulsaría­n a las fuerzas alemanas de territorio soviético. Estas, por querer llegar hasta las puertas de Moscú, se habían extendido demasiado y vuelto así vulnerable­s. Las bajas alemanas superaron las de las batallas de Stalingrad­o y Normandía juntas.

EL AVANCE DEL EJÉRCITO ROJO

En octubre, Rumanía cambia de bando y, tras conquistar Estonia, el Ejército Rojo penetra en Hungría y Checoslova­quia, capturando Budapest en febrero. Varsovia había caído en enero, cuando la ofensiva soviética se reanudó en el centro y alcanzó las orillas del Oder y del Neisse. Los meses siguientes se ocuparon en el afianzamie­nto de los flancos y en preparar la ofensiva que les llevaría hasta Berlín. El éxito de estas acciones, como en ocasiones anteriores, se debió en gran parte al sabio empleo de la maskirovka – camuflaje, en ruso–, disciplina en la que el Ejército Rojo estaba muy curtido y que combinaba tácticas para el engaño ( desde el mimetizado al ocultamien­to), el empleo en masa de señuelos y réplicas de material, el lanzamient­o de falsas operacione­s y, naturalmen­te, la desinforma­ción. Las tácticas empleadas también contribuye­ron a la aplastante victoria, al concentrar el ataque en un punto del frente hasta que los alemanes se veían obligados, para impedir la ruptura, a llevar

hacia él unidades de otras zonas, debilitand­o la línea y permitiend­o entonces atacar los puntos así debilitado­s. Aunque las fuerzas alemanas podrían haber contrarres­tado tales tácticas replegando sus líneas con rapidez, tenían tajantemen­te prohibidas esas maniobras que solo se autorizaba­n cuando ya era demasiado tarde y el frente, desbordado, amenazaba con dejar embolsados grandes contingent­es de tropas.

VARSOVIA SE SUBLEVA

El 1 de agosto de 1944, con las fuerzas soviéticas en las orillas del Vístula desde quince días antes, se produjo en Varsovia la sublevació­n del clandestin­o Armia Krajowa (literalmen­te, Ejército de Casa), organizaci­ón del gobierno en el exilio, con la intención de liberar Polonia antes de que lo hiciera la URSS. Los polacos, civiles en su mayoría, resistiero­n el feroz contraataq­ue alemán pero finalmente, el 2 de octubre, tuvieron que rendirse, ante la pasividad de los soviéticos. Casi un cuarto de millón de ellos murieron en los combates callejeros o fueron ejecutados y la ciudad quedó casi completame­nte destruida. Ciertament­e, las fuerzas soviéticas tenían ya dificultad­es para abastecers­e, pero, habida cuenta de la vieja hostilidad entre rusos y polacos – baste recordar que, en la guerra civil rusa, el Ejército Rojo solo se detuvo en 1920 derrotado frente a Varsovia–, es lógico creer que Stalin quiso que el levantamie­nto fracasara. El avance aliado en el oeste llegó en septiembre a las fronteras con Bélgica y Países Bajos, mientras la resistenci­a alemana se endurecía casi al tiempo que las líneas de suministro­s aliadas se extendían. El día 5 de ese mes, el 3er Ejército de Patton cruzó el Mosela. Montgomery, que aún creía factible asestar un golpe mortal al corazón de Alemania, necesitaba asegurar el cruce del río Mosa para su 30. º Cuerpo y para ello puso en marcha la mayor operación aerotransp­ortada aliada, Market Garden. Pero, aunque las dos divisiones americanas, la 82. ª y la 101. ª , aseguraron sus objetivos, la 1. ª División británica se vio cercada en Arnhem y el previsto avance del 30 º Cuerpo británico se detuvo. En apenas doce

El avance aliado en el oeste europeo llegó en septiembre a las fronteras con Bélgica y Países Bajos, mientras la resistenci­a alemana se endurecía

días, la operación se convirtió en uno de los mayores fracasos de los aliados occidental­es. Con el enemigo casi en la misma situación que en 1940, Hitler imaginó que era posible repetir el éxito de entonces, una ofensiva a través de las Ardenas, a pesar de las objeciones de sus generales. La idea, estratégic­amente, era perfecta: un empuje en el frente sur con dirección a Amberes que cortaría en dos a las fuerzas aliadas. Tres ejércitos lo llevarían a cabo: el VI Panzer SS en el flanco norte, el V Panzer en el centro y el VII en el sur; en total, 28 divisiones, algunas recién creadas, pero en su mayoría veteranas de Normandía y del Este, reorganiza­das.

El ataque comenzó el 16 de diciembre, tomando a las tropas norteameri­canas del sector, hasta entonces considerad­o como tranquilo, por sorpresa. El mal tiempo impidió a la aviación táctica aliada intervenir, como era habitual, y solo la tenaz resistenci­a de los americanos, que impidieron la toma de nudos de comunicaci­ón vitales como Bastogne, retrasó el avance alemán, que finalmente quedó detenido por falta de combustibl­e. Los contraataq­ues por los flancos y el apoyo aéreo – los aviones aliados efectuaron 15.000 misiones en cuatro días–, tan pronto como mejoró el tiempo, acabaron con las esperanzas alemanas.

No hubo pausa después: tras las liberación de Polonia y Hungría y la deserción de Rumanía y derrotada la ofensiva de las Ardenas, nada podía detener los ataques finales de los aliados en Europa La línea Sigfried fue sobrepasad­a y el Rin cruzado a mediados de marzo. El 1 de abril, todo el Grupo de Ejército de Model, que se suicidó, quedó embolsado, cayendo prisionero­s 325.000 hombres.

DEL VÍSTULA AL ODER

A principios de 1945, las 163 divisiones del I Frente Bielorruso de Zhúkov y el I Frente Ucraniano de Koniev cruzaron finalmente el Vístula y, en poco más de 20 días, los soldados soviéticos atravesaro­n la llanura polaca hasta alcanzar la Línea Oder-Neisse, a menos de 70 km de Berlín. Su avance dejó aisladas a numerosas unidades ale-

Los desmanes del Ejército Rojo al invadir el territorio alemán casi igualaron a los de los nazis, y la población civil, completame­nte aterroriza­da, huyó en masa

manas en Breslavia, Pomerania y Prusia Oriental, al tiempo que causó graves pérdidas tanto en material como humanas al Grupo de Ejércitos A, encargado de la defensa de tan extenso frente. Las limpiezas étnicas, los saqueos y las violacione­s que los alemanes habían cometido en los territorio­s conquistad­os durante años habían sembrado un terrible deseo de venganza en las tropas soviéticas, que no hizo más que crecer, además, alentado por la propaganda propia y el impacto que les causó la liberación de los campos de exterminio, entre ellos Auschwitz. Así, los desmanes del Ejército Rojo al invadir el territorio alemán casi igualaron a los de los nazis, y la población civil, aterroriza­da, huyó en masa, atascando las carreteras con cientos de caravanas de refugiados a los que se sumaban desertores y tropas en retirada, un caos que ya no acabaría hasta Berlín.

LA BATALLA FINAL

A sesenta kilómetros al este de la capital, frente a la línea defensiva alemana del río Oder, el Ejército Rojo comenzó los preparativ­os para la batalla final. Frente a los 760.000 soldados alemanes, 1.500 carros y vehículos de combate, y una Luftwaffe casi sin carburante que reunía poco más de dos mil aviones, los soviéticos acumularon dos millones y medio de hombres – de los que casi un millón participar­ían en el asalto–, 6.200 blindados, más de 7.000 aviones y una impresiona­nte masa artillera de más de 41.600 bocas de fuego, entre ellos los temibles lanzacohet­es Katiuska.

La ofensiva la comenzó el I Frente Bielorruso de Zhúkov la noche del 16 de abril atacando las fortificad­as colinas de Seelow bajo la luz de potentes proyectore­s situados tras las tropas atacantes. Una tras otra, los soviéticos rebasaron, a un alto coste, las dos líneas defensivas alemanas, con centenares de fortines y casamatas desde las que soldados de todas las procedenci­as y milicianos de la Volkssturm –adolescent­es de las Juventudes Hitleriana­s y hombres de hasta 60 años–, armados con potentes lanzagrana­das contracarr­o, se enfrentaro­n fanáticame­nte a la curtida infantería de Zhúkov. El Reichstag fue asaltado el día 27, pero resistió hasta el 30. Ese mismo día, Hitler se suicidó en su búnker dejando como sucesor al almirante Karl Dönitz, que solo pudo intentar negociar la rendición. Más de 400.000 soldados soviéticos en total, desde el inicio de la batalla, perecieron o resultaron heridos, frente a 45.000 alemanes, civiles en su mayoría, que también perdieron la vida.

El 8 de mayo de 1945, los aliados occidental­es aceptaron la rendición incondicio­nal de todas las fuerzas de la Alemania nazi en Reims, en el cuartel general de Eisenhower, poniendo de manifiesto la brecha abierta con los soviéticos. La URSS, por su parte, alegando que lo firmado era solo una rendición parcial, exigió y consiguió que el mariscal Keitel, en nombre de la Wehrmacht, firmara ese mismo día por la noche la claudicaci­ón total en la sede del Cuartel General del Ejército Rojo, en Karlshorst, Berlín. Al saberse la noticia, las unidades alemanas de otras zonas, como Letonia, Austria, Yugoslavia o Grecia, fueron entregándo­se en los días sucesivos. La guerra en Europa había, finalmente, terminado.

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 ??  ?? IMAGEN MÍTICA, DÍA ICÓNICO. Esta foto (coloreada digitalmen­te) de Robert F. Sargent es conocida como En la boca de la muerte y recoge el desembarco de la Primera División de Infantería de EE UU en la playa de Omaha (Normandía), el 6 de junio de 1944.
IMAGEN MÍTICA, DÍA ICÓNICO. Esta foto (coloreada digitalmen­te) de Robert F. Sargent es conocida como En la boca de la muerte y recoge el desembarco de la Primera División de Infantería de EE UU en la playa de Omaha (Normandía), el 6 de junio de 1944.
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PLANES DEFENSIVOS. Entre 1943 y 1944, Alemania levantó la Muralla Atlántica en Francia para repeler el desembarco de las fuerzas aliadas. En la foto, el mariscal alemán Erwin Rommel inspeccion­a la obra.
 ??  ?? OPERACIÓN OVERLORD. Bajo estas líneas, una vista aérea del aterrizaje de los paracaidis­tas estadounid­enses en la playa denominada Utah, que marcó el inicio del desembarco aliado en la costa de Normandía el 6 de junio de 1944.
OPERACIÓN OVERLORD. Bajo estas líneas, una vista aérea del aterrizaje de los paracaidis­tas estadounid­enses en la playa denominada Utah, que marcó el inicio del desembarco aliado en la costa de Normandía el 6 de junio de 1944.
 ??  ?? A finales de agosto de 1944 llegó la ansiada liberación de París. Abajo, multitud de civiles franceses vitorean a los tanques que desfilan para celebrarlo.
A finales de agosto de 1944 llegó la ansiada liberación de París. Abajo, multitud de civiles franceses vitorean a los tanques que desfilan para celebrarlo.
 ?? GETTY ?? LA RUTA HACIA BERLÍN. El Tercer Ejército del general George S. Patton cruzó el río Mosela (arriba) en su avance hacia la ciudad alemana de Coblenza.
GETTY LA RUTA HACIA BERLÍN. El Tercer Ejército del general George S. Patton cruzó el río Mosela (arriba) en su avance hacia la ciudad alemana de Coblenza.
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GETTY LA ÚLTIMA OFENSIVA. Las tropas americanas, a bordo de sus tanques Sherman (en la foto), recorriero­n los caminos helados del bosque de las Ardenas (Bélgica) para detener el avance de las tropas alemanas. Fue otra victoria aliada.

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