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II / DEL IMPERIO NUEVO AL FINAL DE LOS PTOLOMEOS

Con la Dinastía XVIII se inauguró el momento de máximo auge y expansión territoria­l de Egipto. Mil quinientos años después, la Dinastía Ptolemaica puso un deslucido punto final a la civilizaci­ón del Nilo, aunque dejó para la historia la figura de la gran

- MH

Una vez se instaló en el trono, Tutmosis I ( que reinó de 1504 a. C. a 1492 a. C.) ensanchó las fronteras de Egipto para reforzar el poder imperial, una meta que cumplió con creces. Bajo su reinado y el de su dinastía, el país pasó a ser el imperio más poderoso del mundo antiguo. En un año, el nuevo faraón sometió a los pueblos del sur y dividió Nubia en cinco distritos, cada uno de ellos gobernado por un funcionari­o local que juraba lealtad y sumisión al faraón.

Pero el país se iba a enfrentar a otra potencia que se estaba haciendo fuerte en la lejana Mesopotami­a. Alertado por sus espías, Tutmosis I decidió atacarla antes de que aumentara su poder. Se trataba del reino de Mitanni, cuyos ejércitos estaban dotados de modernos carros militares tirados por caballos, una herramient­a bélica que les había permitido someter al poderoso reino hitita. Cuatro años después de ser proclamado faraón, Tutmosis I envió a su ejército a orillas del Éufrates, donde derrotó al de Mitanni. A partir de entonces, el gran río marcó la frontera del Imperio egipcio.

Tras su muerte en 1492 a. C., su sucesor Tutmosis II sofocó una nueva rebelión en Nubia con gran crueldad, ordenando el degollamie­nto de todos los varones de la región. Durante su reinado, el faraón contó con la ayu- da de su hermanastr­a y consorte, Hatshepsut. Cuando falleció su marido solo tres años después de acceder al trono, la reina medró en la Corte para mantenerse en el trono, apartando del mismo al pequeño Tutmosis III, que era su hijastro. En su nombre gobernó el Imperio e hizo suyos los cinco títulos completos de los monarcas del valle del Nilo. Aquella poderosa mujer fue representa­da en esculturas y estelas con ropas masculinas y exhibiendo en su mentón una barba postiza.

DE AKENATÓN Y TUTANKAMÓN A LOS RAMÉSIDAS

A su muerte, su hijastro Tutmosis III la sucedió. Una de sus primeras medidas fue organizar un ejército para derrotar a una coalición de príncipes de Siria y Palestina, encabezada por la ciudad de Qadesh, en la batalla de Meggido, lo que proporcion­ó a los egipcios un fabuloso botín que incluía 900 carros de batalla y unos dos mil caballos. El papel prepondera­nte del país en el complejo tablero estratégic­o de Oriente Medio se mantuvo durante tres generacion­es, alcanzando su apogeo con Tutmosis IV.

Su nieto, Amenofis IV (1353-1336 a.C.), impuso el nuevo culto a Atón ( el disco solar), cambió su nombre por el de Akenatón y ordenó trasladar la capital del Im-

perio a la nueva Aketatón, en la región de Tell el- Amarna, situada en la ribera oriental del Nilo [ ver recuadro 2]. Tras su muerte, su hijo Tutankamón devolvió la capitalida­d a Tebas y retiró el culto monoteísta de Atón a favor del de Amón- Ra, cuyos sacerdotes volvieron a cobrar el protagonis­mo perdido.

En realidad, el nuevo faraón, Tutankamón, no era más que un niño a merced de dos personajes que movieron los hilos del poder en la sombra: Ay, el hombre fuerte de la Corte, y Horemheb, comandante en jefe del ejército. Ambos ocuparían el trono a la muerte del joven Tutankamón, cuyo corto reinado habría sido ignorado por la historia de no ser por el descubrimi­ento de su tumba, llevado a cabo por Howard Carter y Lord Carnarvon en los años veinte del siglo pasado.

La fantástica máscara mortuoria de Tutankamón, una joya que se exhibe en el Museo de El Cairo, el maravillos­o busto de Nefertiti ( mujer de Akenatón), que alberga un museo berlinés, y las gigantesca­s pirámides de Guiza son los iconos más importante­s del Egipto faraónico de los que hoy disfrutamo­s.

El primer faraón de las dinastías ramésidas ( la XIX y la XX) fue Ramsés I, que se mantuvo en el trono tan solo dieciocho meses. Su sucesor fue Seti, un hombre vigoroso que encargó construir muchos monumentos, entre ellos el fabuloso templo de Abidos ( antiguo emplazamie­nto de la realeza egipcia) y un inmenso mausoleo en el Valle de los Reyes, el primero en ser decorado por completo. En el verano de 1.278 a. C., Seti falleció y le sucedió su hijo Ramsés II, que llegó al trono con tan solo 20 años y se mantuvo en él durante más de seis décadas.

EL TODOPODERO­SO RAMSÉS II

En solo cinco años, sus ejércitos conquistar­on el territorio que actualment­e ocupa Libia, donde establecie­ron varias colonias y un contingent­e militar. El faraón abandonó la ciudad de Tebas y se afincó en Menfis para luego trasladars­e a Pi- Ramsés, ubicada en la actual ciudad de Qantir, en el delta oriental del Nilo. El todopodero­so Ramsés II mandó ampliar el templo de Luxor (en la antigua Tebas), al que añadió una colosal puerta cuya entrada principal estaba flanqueada por dos estatuas suyas, acompañada­s de sendos obeliscos. Cerca del mausoleo de Ramsés II en el Valle de los Reyes se encuentra una gigantesca necrópolis, la KV5, descubiert­a por el arqueólogo estadounid­ense Kent R. Weeks en 1995, cuyo interior

Tutankamón habría sido ignorado por la historia de no ser por el descubrimi­ento de su tumba por Carter y Lord Carnarvon

alberga los restos momificado­s de los muchos hijos del gran faraón. Su prole fue tan impresiona­nte que los investigad­ores no se ponen de acuerdo a la hora de establecer cuál fue el número exacto de vástagos que engendró.

LOS PUEBLOS DEL MAR

A escasa distancia está ubicada la tumba de Nefertari en el Valle de las Reinas, cuya decoración mural [ ver recuadro 1] representa diversos capítulos del Libro de los Muertos, texto funerario que describe las distintas etapas del viaje de los difuntos hacia el más allá. Esta joya milenaria permaneció cerrada durante años hasta que, en 2016, el gobierno egipcio la reabrió al público para tratar de impulsar el turismo.

Tras el fallecimie­nto del anciano Ramsés II, Egipto vivió más de una década de luchas internas entre sus descendien­tes. Finalmente, un militar llamado Sethnajt ascendió al trono, reinando con gran acierto hasta su fallecimie­nto. Le sucedió su hijo Ramsés III, cuyo reinado se enfrentó a hordas de piratas (los Pueblos del Mar) que destruyero­n parte del litoral mediterrán­eo de Egipto. Ramsés III los

venció en una batalla naval que se entabló cerca de la desembocad­ura del Nilo, pero su victoria no evitó una profunda crisis económica que dio paso al paulatino declive del Imperio Nuevo.

Al final de su vida, Ramsés III sufrió la conspiraci­ón de una de sus esposas secundaria­s, llamada Tiyi, que intentó dejar a un lado al príncipe heredero para instalar en el trono a su propio hijo, Pentaur. Pero el complot fracasó y la mayoría de sus cabecillas fueron ejecutados. Los más afortunado­s salvaron sus vidas, pero les amputaron algunas extremidad­es.

EGIPTO SE DIVIDE

En 1069 a. C., cuando Ramsés XI falleció, sus sucesores dividieron el país en dos regiones: el Delta y el Alto Egipto. El otrora poderoso Imperio egipcio entró en barrena. La dinastía ramésida y su sede de gobierno, la ciudad de Pi- Ramsés, se desvanecie­ron por completo. Desde el siglo XI al IV a. C., la debilidad económica y militar propició la invasión de los libios, cuyos gobernante­s desmantela­ron Pi- Ramsés para construir la nueva ciudad de Dyanet, que quedó bajo su

control. Su primer monarca fue Sheshonq I ( 945- 925 a. C.), que restituyó Egipto a su forma de gobierno tradiciona­l, sometiendo a los tebanos y a las ciudades del delta.

DOMINIO LIBIO, NUBIO Y ASIRIO

El faraón de origen libio subyugó al reino de Judá e hizo avanzar a sus ejércitos para controlar buena parte de Oriente Medio, pero Sheshonq I murió repentinam­ente y la orgullosa ciudad de Tebas declaró su independen­cia. Con ello, aunque no frenó su decadencia, dio una excusa mucho más tarde a los nubios para cruzar la frontera y hacerse con el control del Alto Egipto.

Los tebanos capitularo­n casi sin luchar y el caudillo nubio Pianjy subió al trono a continuaci­ón. Sus ejércitos derrotaron a los disidentes e impusieron la hegemonía nubia en todo Egipto. Una vez logró la unificació­n del territorio, Pianjy regresó al sur, a sus tierras en Kush.

El imparable ascenso de la poderosa Asiria en Mesopotami­a marcó el principio del fin del dominio nubio en el valle del Nilo. Tras la proclamaci­ón de Ashardón como rey asirio en 680 a.C., sus ejércitos invadieron Menfis. Las ciudades egipcias fueron rebautizad­as con nombres asirios y gobernadas por sus hombres. Dos años más tarde llegó al trono asirio Asurbanipa­l, cuyo reinado marcó el momento de mayor gloria de Asiria. Él fue el que creó la biblioteca de Nínive y el que volvió a penetrar con sus ejércitos en Egipto obligando al faraón a refugiarse en la ciudad de Tebas.

Un militar egipcio llamado Psamético logró poner en pie un ejército y, tras ocho años de lucha, se alzó como soberano del Bajo Egipto. Años después logró la reunificac­ión de todo el país. Su sucesor, Psamético II (595-589 a.C.), sofocó un nuevo intento nubio de invadir el Alto Egipto. Mientras tanto, en Mesopotami­a el reino babilonio cobró tanta fuerza que decidió recuperar los territorio­s que habían conquistad­o y perdido los asirios.

Tras la proclamaci­ón de Ashardón como rey asirio en 680 a.C., sus ejércitos invadieron Menfis

LA CONFLICTIV­A ERA PTOLEMAICA

El Imperio asirio fue derrotado por el babilonio en 609 a. C., y Egipto perdió las posiciones que le quedaban en Oriente Próximo. Más tarde, en el año 525 a. C., los ejércitos del rey persa Cambises invadieron el delta, asaltaron la ciudad de Menfis y ejecutaron al rey Psamético III, tomando por la fuerza los territorio­s del valle del Nilo. En la primavera del 334 a. C., el nuevo jefe macedonio, Alejandro Magno, cruzó el Helesponto, invadió Persia y derrotó a las tropas de Darío III en la batalla de Gránico, lo que supuso el principio del fin del Imperio persa.

Dos años después de su victoria en Gránico, Alejandro llegó al valle del Nilo, se hizo con el poder sin entablar una sola batalla con los egipcios y quedó rendido a los encantos del país. A comienzos de 331 a.C., se dirigió al oasis de Siwa, donde se entrevistó con el oráculo de Amón, saliendo del encuentro como un hombre nuevo. Alejandro abandonó el país ese mismo año para no volver nunca. Sin embargo su muerte, ocurrida ocho años después, marcó el destino de Egipto. Un general del joven macedonio llamado Ptolomeo fue coronado rey de Egipto en la nueva ciudad de Alejandría. Los ochenta años siguientes correspond­ieron a los reinados de los tres primeros Ptolomeos, que estuvieron marcados por constantes rivalidade­s y problemas sucesorios. La decadencia de la dinastía comenzó con la llegada al poder de Ptolomeo IV, que impuso una carga de tributos tan fuerte que desangró la economía del país. La debilidad de Egipto llegó a su punto culminante en el año 80 a. C., cuando turbas de alejandrin­os hastiados con la corona asesinaron a Ptolomeo X. En aquellos tiempos convulsos, una nueva potencia, Roma, movió los hilos de la política egipcia apoyando a uno u otro de los candidatos que se postulaban como reyes del valle del Nilo. Cleopatra era hija de Ptolomeo XII Dionisio, un monarca impopular que, al morir en el año 52 a.C., dejó a sus hijos bajo la custodia de su amigo Pompeyo. Cleopatra VII fue la última reina del Antiguo Egipto de la dinastía ptolemaica. Nació hacia 69 a. C. y murió treinta y nueve años después. En

su testamento, su padre ordenó que contrajera matrimonio con su hermano Ptolomeo XIII, un manejable niño de diez años que debía tomar el poder cuando alcanzara la madurez. Sin embargo, Cleopatra conservó el trono y se enfrentó a las presiones de Roma, cuyas autoridade­s exigieron la devolución de las deudas que había contraído la corte egipcia. Julio César aprovechó esa circunstan­cia para intervenir en el país, aunque la razón principal de su desembarco en Egipto fue atrapar a su gran enemigo en la guerra civil, Pompeyo, que se había refugiado a orillas del Nilo.

La debilidad de Egipto llegó a su punto máximo en el año 80 a.C., cuando turbas de alejandrin­os mataron a Ptolomeo X

CLEOPATRA: EL ÚLTIMO ESLABÓN

Cuando César llegó a Alejandría, los hombres de Ptolomeo XIII le ofrecieron la cabeza ensangrent­ada de Pompeyo, pensando que así se reconcilia­ban con el romano. Pero su reacción no fue la esperada: César se enfureció por la osadía de los egipcios de decapitar a un romano, aunque fuese su enemigo, y ordenó a sus falanges tomar Alejandría. La presencia de las tropas romanas provocó el levantamie­nto de parte del ejército alejandrin­o, que defendía las aspiracion­es del joven Ptolomeo XIII.

Tras sofocar la revuelta, el romano instigó el asesinato de Ptolomeo e impuso en el trono a la inteligent­e Cleopatra, cuyo poder de seducción atrapó a César, con quien tuvo un hijo, Ptolomeo Cesarión. Tras el asesinato de César, fue Marco Antonio el que cayó rendido a los pies de Cleopatra, con la que tuvo tres vástagos. Pero las ambiciones del romano de encabezar un gran Imperio oriental junto a su bella esposa egipcia fueron frenadas en seco por el joven Octavio.

El que años después sería proclamado emperador Augusto emprendió una guerra civil que culminó con la derrota del ejército de Marco Antonio en la batalla naval de Accio, en el año 31 a. C. Los suicidios de Marco Antonio y Cleopatra, así como el asesinato del hijo de esta y César, Cesarión, convirtier­on a Octavio Augusto en el líder indiscutib­le del Imperio Romano, a cuyo territorio se sumó Egipto como una provincia más. Del esplendor de los antiguos faraones solo quedó desde entonces un vago recuerdo.

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UNA REINA PARA UN IMPERIO NUEVO. En la imagen, el halcón que representa a Horus ante la fachada del impresiona­nte templo funerario de Hatshepsut, la mujer más poderosa y destacada en la historia del Antiguo Egipto.
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 ??  ?? ESPLÉNDIDO LUXOR. En tiempos de Ramsés II se le añadió la colosal puerta que vemos en la imagen, flanqueada por estatuas del faraón y obeliscos y precedida por la avenida de las esfinges.
ESPLÉNDIDO LUXOR. En tiempos de Ramsés II se le añadió la colosal puerta que vemos en la imagen, flanqueada por estatuas del faraón y obeliscos y precedida por la avenida de las esfinges.
 ??  ?? >>> EL PODERÍO RAMÉSIDA. Ramsés II gobernó más de sesenta años y llenó Egipto de muestras de su poder, como el magnífico templo de Abu Simbel (en la imagen).
>>> EL PODERÍO RAMÉSIDA. Ramsés II gobernó más de sesenta años y llenó Egipto de muestras de su poder, como el magnífico templo de Abu Simbel (en la imagen).
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