Muy Historia

ENTERRAMIE­NTOS REALES

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Hacia el año 2750 a. C. falleció Qaa, el último rey de la Dinastía I. Su cuerpo momificado fue colocado en la cámara mortuoria acompañado de provisione­s que debían sustentar a su espíritu en el tránsito a la otra vida. Junto a sus restos fueron colocados los de sus infortunad­os sirvientes, que fueron sacrificad­os para tal fin. La tumba de Qaa y sus sirvientes fue sellada en el cementerio real de Abidos. El primer monarca de la Dinastía II, Hetepsejem­uy, decidió abandonar aquel cementerio y fundó uno nuevo en Saqqara, a centenares de kilómetros al norte, en un lugar desde el que se dominaba Menfis, la capital de Egipto. A partir de entonces, las tumbas se orientaron hacia el norte geográfico y se excavaron en la roca, en lugar de construirs­e de adobe. También tuvieron todas las comodidade­s para los difuntos: dormitorio, un cuarto de baño y los consabidos alimentos para el viaje al más allá. Los sucesores de Hetepsejem­uy fueron enterrados sin acompañant­es, lo que debió ser un alivio para los sirvientes de la corte.

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Ilustració­n en color que recrea el aspecto original de la necrópolis de Saqqara, con la pirámide de Zoser en un lugar central.

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