LOS ASES DEL AIRE
Los riesgos de subirse a aquellos frágiles aparatos eran enormes. La mitad de los pilotos morían al cabo de un mes de vuelo, tanto por fuego enemigo como por accidentes. Lo cierto es que eran muchos los que necesitaban para volar una buena dosis de alcohol, tanto para infundirse valor como para combatir el frío. También tenían su particular código de honor, que recordaba a la vieja caballería; no en vano los pilotos alemanes calzaban incómodas botas de montar, totalmente absurdas para un avión. Durante la Primera Guerra Mundial, 187 de ellos alcanzaron la categoría de ases al obtener más de veinte victorias, siendo condecorados con las máximas distinciones. 76 fueron alemanes, 45 británicos, 23 canadienses y 14 franceses, entre otras nacionalidades. De ellos, 57 murieron en combate, a pesar de ser pilotos sumamente experimentados. El más famoso –y el que más victorias logró, 80– fue el alemán Manfred von Richthofen, el Barón Rojo, seguido del francés René Fonck ( 75) y del británico Edward Mannock ( 73). De los tres, el primero y el último cayeron en acto de servicio. En la lista también encontramos a otro as con 22 victorias que, años más tarde, se haría tristemente famoso: Hermann Göring.