LA GALERÍA DE LOS ESPEJOS, UN LUGAR HISTÓRICO PARA UNA FIRMA DECISIVA
Poco podía imaginar el emperador Guillermo I, cuando fue proclamado primer káiser de la Alemania recién unificada en 1871, que el mismo escenario de la ceremonia que le consagró iba a servir para sellar la derrota absoluta de su país, menos de cincuenta años después, con su sucesor Guillermo II huido a los Países Bajos.
Ese lugar era la Galería de los Espejos del Palacio de Versalles (en la foto), uno de los salones más magnificentes del gran recinto cortesano. Tras la guerra franco-prusiana, en la que los ejércitos germanos de Bismarck derrotaron con claridad a los franceses y pusieron sitio a París, una de las imposiciones del “canciller de hierro” fue que la coronación del nuevo emperador tuviese lugar en aquel simbólico espacio, como imagen máxima de su naciente poder.
La Galería había sido concebida durante el reinado de Luis XIV como marco para epatar a los visitantes, de forma que quedasen deslumbrados por el poder del Rey Sol. En ella se recibía a embajadores y mandatarios extranjeros y también se celebraban acontecimientos, como las festividades del matrimonio de María Antonieta con el futuro Luis XVI en 1770. La elección por parte de los aliados de este lugar para firmar el tratado que certificaba la derrota de Alemania no fue ni mucho menos casual. Querían manifestar que el ciclo de pujanza imperial alemana abierto en 1871 quedaba definitivamente clausurado.