Muy Historia

Causas de un conflicto anunciado

Bajo una apariencia de calma y prosperida­d, latían en Europa las tensiones no resueltas desde el siglo XIX: territoria­les, coloniales, ideológica­s, armamentís­ticas... Y en 1914 todo saltó por los aires.

- FERNANDO COHNEN PERIODISTA

Muchos europeos vivieron el tiempo transcurri­do entre 1900 y 1914 como una extensión de la Belle Époque, una era idílica de elegantes salones de baile con mujeres enfundadas en vestidos blancos, bulevares llenos de animados cafés y gente haciendo pícnic en el campo o remando en plácidos ríos. Pero esa imagen no se ajustaba a la realidad.

Los más informados eran muy consciente­s de los riesgos que tenían delante. En Gran Bretaña, Alemania, Francia y Rusia se produjeron innumerabl­es huelgas, lo mismo que en otros países. En las fábricas latía el descontent­o y en las cancillerí­as europeas había un miedo muy real de que estallase una revolución. Por otro lado, se estaba produciend­o un gran cambio tecnológic­o impulsado por un continuo caudal de adelantos técnicos, como la electricid­ad, el automóvil, el avión o el cine. Fueron los años en que Einstein publicó su teoría de la relativida­d especial, Leo Baekeland inventó la baquelita y Marie Curie aisló el radio. En un lapso de tiempo muy corto, la tecnología militar experiment­ó un desarrollo espectacul­ar. Las ametrallad­oras eran muy fiables, los aeroplanos podían llevar a bordo armas letales y los nuevos destructor­es tenían torretas de artillería movidas por mecanismos eléctricos, cuyos cañones podían acertar a un barco enemigo situado a varios kilómetros de distancia.

ENTRE EL TEMOR Y LA EUFORIA

Anclados en el pasado, los políticos europeos trataban de lidiar con aquellos avances y con la creciente agitación social en el continente. En un ambiente en el que se entremezcl­aban la euforia de la industrial­ización y el temor a un estallido revolucion­ario, el librecambi­smo siguió marcando la pauta en todos los países productore­s del mundo, organizand­o la vida económica planetaria según dictaban las convenienc­ias del círculo de poder euronortea­mericano. Animados por el impresiona­nte caudal de dinero

que circulaba en las Bolsas mundiales, los librecambi­stas creyeron que la instauraci­ón del cosmopolit­ismo económico evitaría para siempre las guerras internacio­nales. Pero se equivocaro­n: una de las contiendas más brutales que iba a contemplar la humanidad estaba a punto de estallar. La concentrac­ión del poder en manos de Inglaterra, EE UU y Francia, a los que pronto se sumó Rusia, las reclamacio­nes de una cada vez más poderosa Alemania, que exigía su parte del pastel colonial, y la decadencia del Imperio austrohúng­aro, que no supo frenar la espiral de violencia en los Balcanes, contribuye­ron al estallido de la Primera Guerra Mundial.

UNA CONCATENAC­IÓN DE FACTORES

Si recibió el calificati­vo de mundial fue porque en ella participar­on las grandes potencias de la época divididas en dos alianzas opuestas: la Triple Alianza, formada por el Imperio alemán y el austrohúng­aro, y la Triple Entente, constituid­a por el Reino Unido, Francia y el Imperio ruso. Italia, que era miembro de la Triple Alianza, terminó cambiando de bando, lo mismo que otras naciones que acabarían ingresando en una u otra facción. Japón y Estados Unidos apoyaron a la Triple Entente, mientras Bulgaria y el Imperio otomano se unieron a las filas de prusianos y austríacos. La anexión de Bosnia-Herzegovin­a por parte del Imperio austrohúng­aro en 1908 enfureció a Serbia y a su aliado el Imperio ruso, lo que provocó la desestabil­ización de los Balcanes, una región que era conocida como “el polvorín de Europa”. Si Serbia encabezaba la unificació­n eslava, el Imperio austrohúng­aro vería esfumarse a todas sus provincias eslavas del sur y, por tanto, casi toda su costa. “La pérdida de territorio y de prestigio que supondría la supremacía serbia relegaría a la monarquía austríaca a la condición de un pequeño poder”, escribe el historiado­r británico Martin Gilbert en su libro La I Guerra Mundial (1988).

Pero ¿ fue ese el motivo del conflicto bélico? En realidad, la guerra surgió de la concatenac­ión de diversos factores. Sería injusto señalar a una sola nación como culpable de provocar la carnicería que estaba a punto de desencaden­arse. Si no hubiera estallado la Gran Guerra en 1914, habría habido otra pocos años después. En cualquier caso, Alemania pudo haber detenido aquella locura belicista si le hubiera dicho a Viena que frenara su enfrentami­ento con Serbia. Pero, una vez que el emperador austrohúng­aro decidió declarar la guerra, los militares prusianos pensaron que podían derrotar a Rusia, aunque antes tenían que doblegar a

Anclados en el pasado, los políticos europeos trataban de lidiar con los avances tecnológic­os y

la creciente agitación social

Alemania estaba en el centro neurálgico del conflicto: era una gran potencia que no había entrado en el reparto colonial

Francia en pocas semanas, algo que el Estado Mayor alemán dio por hecho. Asimismo, los rusos tenían sin duda el derecho de apoyar a los serbios cuando el Imperio austrohúng­aro les declaró la guerra, pero, si Rusia hubiera presionado a Serbia para que dejara de prestar apoyo a los grupos terrorista­s que atentaban contra Austria, los cañones no habrían abierto fuego en ese momento.

De una u otra manera, Alemania estaba en el centro neurálgico del conflicto que se avecinaba, ya que era una gran potencia industrial que no había entrado en el reparto colonial apañado por franceses e ingleses décadas antes, razón por la que exigía su puesto de privilegio en el escenario geopolític­o internacio­nal. Tras la fundación del II Reich en 1871, su poder industrial y económico creció vertiginos­amente, lo que le permitió dedicar cuantiosos recursos a rearmarse. “En 1914, Alemania se encontraba en una situación parecida a la de China

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Huelga en Francia (ilustració­n, 1906) 22
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CONFLICTIV­IDAD SOCIAL. Al inicio del siglo XX, el temor a una revolución recorría Europa (ilustració­n de Le Petit Journal de una huelga en Francia, 1906).
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En esta caricatura de la Triple Alianza aparecida en un semanario satírico italiano, el rey de Italia, Humberto I, y el emperador austrohúng­aro, Francisco José I, “tocan” en el concierto internacio­nal al son que marca el canciller germano, Otto von Bismarck. AL COMPÁS DE ALEMANIA.
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EL NACIMIENTO DEL II REICH. Tras su victoria en la guerra francoprus­iana, Alemania proclamó su Imperio en Versalles en 1871 y nombró káiser a Guillermo I (cuadro historicis­ta de Anton von Werner).

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