Dwight D. Eisenhower
En su doble vertiente de militar y de político, Artola escoge a una destacada figura protagonista de la Segunda Guerra Mundial: el general estadounidense conocido como “Ike”, que también sirvió como presidente de Estados Unidos entre 1953 y 1961.
He optado por Eisenhower, además de por mi admiración por él, porque, de manera injusta (especialmente en España), se trata de una figura histórica poco conocida o desdeñada. Quizá su visita a Franco en 1953 no le haya ayudado en este sentido. Y, sin embargo, tuvo un papel protagonista en varios episodios capitales del siglo XX, en los que la historia le muestra como un hombre sensato, capaz, modesto y eficaz. De hecho, en su país fue siempre muy admirado. Su primera aparición en la historia se produjo al frente de las fuerzas aliadas en los desembarcos del norte de África en noviembre de 1942. A partir de entonces será el mando supremo de los ejércitos anglo-estadounidenses en los distintos teatros de operaciones hasta el final de la guerra: Túnez, Sicilia, Italia, Normandía, ocupación de Alemania... Los generales de cinco estrellas estadounidenses eran casi más políticos que militares, y así lo demostró Eisenhower ( que recibía el apelativo cariñoso de “Ike”) durante aquellos años de la década de los cuarenta, mediando entre aliados y, también, entre los enormes egos de sus compañeros de armas. Tras un breve paso por la presidencia de la Universidad de Columbia en la inmediata posguerra, en 1952 inició otra importante batalla: su carrera por alcanzar la presidencia de Estados Unidos. Culminó con victoria en las elecciones de noviembre de ese año y fue investido trigésimo cuarto presidente de su país. Su primer mandato destacó por el cumplimiento de sus promesas electorales: terminar con la guerra de Corea, adoptar una política de firmeza ante el avan- ce comunista y luchar contra la corrupción. Además, fue un precursor de las políticas de integración racial. Jugó un papel muy relevante en los orígenes de la carrera espacial, manteniendo una postura sosegada ante la histérica reacción por el lanzamiento del primer Sputnik soviético: fue el artífice de la creación de la mítica NASA, pilar fundamental del programa espacial estadounidense, y, sobre todo, defendió que el espacio quedara al margen de la carrera armamentística.
LUCES Y SOMBRAS EN SU GOBIERNO
Por si fuera poco, sus dos mandatos coincidieron con una importante época de prosperidad económica para sus conciudadanos, lo que disparó su popularidad.
Pero no todo son parabienes: eligió mal a su vicepresidente ( Nixon) y, aunque trató de quitárselo de encima durante la campaña de la reelección, no lo logró. Otra figura negra de la historia de su país en esos años le acompaña –aunque tampoco fuera santo de su devoción–: se trata del siniestro senador Joseph McCarthy y su caza de brujas.
En definitiva, nos encontramos ante uno de los militares y políticos más relevantes del siglo XX, que dejó un mundo mejor del que encontró.