EL SABOTAJE COMO ACTO DE HEROÍSMO
Si hay una característica común que suele definir a los héroes solidarios en tiempos de guerra, sin duda es el anonimato. Rara vez estos salvadores reciben aplausos por sus hazañas, pero menos aún cuando de ese completo anonimato dependen sus vidas. Nada sabemos de la identidad ni del rostro de los trabajadores de las fábricas alemanas, italianas o portuguesas de obuses destinados al bando nacional, pero la causa republicana gozaba de grandes simpatías fuera de nuestras fronteras y fueron numerosos los casos de obuses que, una vez lanzados contra los “rojos”, no estallaron, porque llegaban defectuosos de fábrica. Esos anónimos extranjeros salvaron así muchas vidas, y hasta se atrevieron en ocasiones a incluir mensajes de ánimo a los milicianos dentro de las propias bombas (un ejemplo: “Camaradas: no temáis, los obuses que yo cargo no explotan. Un trabajador alemán”). Hasta 2010, se creyó que se trataba solo de un mito alentado por escritores como Eduardo Zamacois, Elías Palma o Arturo Barea. Pero el estudio de archivos de la policía militar franquista de la época ha confirmado que, en efecto, sucedió. Estos extranjeros solidarios con los republicanos asumieron enormes riesgos –de haber sido descubiertos, las consecuencias habrían sido terribles– por salvar vidas más allá de sus fronteras.