LA LEYENDA NEGRA DEL CONQUISTADOR
Varias son las acusaciones que han contribuido a construir la imagen de Hernán Cortés como un cruel conquistador y a ser calificado, ya en el siglo XX, incluso de “genocida”. El primero en señalar las matanzas fue el fraile Bartolomé de las Casas ( 1484- 1566) en su conocida obra Brevísima relación de la destrucción de las Indias: en ella cita la matanza de Cholula y la del Templo Mayor de Tenochtitlán. Esta última − una encerrona a la nobleza azteca, desarmada para un acto religioso− fue ordenada por Pedro de Alvarado, sobre quien De las Casas afirma, a propósito de su posterior conquista de Guatemala, que excedió en crueldad a todos los demás conquistadores.
Otro episodio oscuro es la tortura de Cuauhtémoc. Las acusaciones por el tormento al que se sometió a quien, al fin y al cabo, era todo un emperador comenzaron ya en vida de Cortés durante su “juicio de residencia” ( un procedimiento al que se sometió a los máximos cargos en la América colonial al final de su mandato, para evitar abusos), aunque este descargó las culpas en el tesorero Julián de Alderete. Años después, Cortés ordenaría el ahorcamiento de Cuauhtémoc, que lo acompañaba en su viaje a Honduras, aparentemente por un intento de traición, aunque Bernal Díaz del Castillo dice que su muerte “pareció mal a todos los que íbamos [ en la expedición]”. Asunto especialmente turbulento es también el de la muerte de la primera esposa de Cortés, Catalina Suárez, protegida de Velázquez. Sufrió un fallo respiratorio durante una noche de discusión con su marido, al que achacaba sus frecuentes infidelidades. Se le acusó de estrangularla.