EL CAOS DESPUÉS DE LA CONQUISTA
En noviembre de 1533, Pizarro hacía su entrada triunfal en Cuzco, pero la conquista, en realidad, tenía los pies de barro. Los dos generales de Atahualpa, Quizquiz y, sobre todo, Rumiñahui, lograron reagrupar a los restos del ejército inca para ofrecer una dura resistencia armada contra los españoles. El segundo se autoproclamó shyri en Quito, reclamando para sí el control del norte del Perú. Sería uno de los hombres de Pizarro, Sebastián de Belalcázar, que a esas alturas ya albergaba ambiciones enteramente propias, el encargado de sofocar la rebelión y ejecutar al caudillo rebelde. Pero no fue este el único quebradero de cabeza para el extremeño. A la sublevación del inca Manco Cápac II, el títere de Pizarro que sucedió al fallecido Túpac Hualpa, se sumó el enfrentamiento, ya inevitable, con Diego de Almagro. El reparto de los nuevos territorios conquistados dejó insatisfecho a este, y en torno a la ciudad de Cuzco, foco de las disputas entre pizarristas y almagristas, estalló el primer conflicto armado de envergadura entre españoles en Perú. La guerra tendría su clímax en la Batalla de las Salinas, el 6 de abril de 1538, en la que pizarristas y almagristas libraron un sangriento combate en el que los primeros salieron victoriosos. De este modo, Almagro sería ejecutado semanas después en Cuzco.