De Tierra Firme al Pacífico
El siguiente –y fundamental– paso en la aventura americana fue comprender que aquellos territorios no eran las preciadas Indias, sino un mundo nuevo y hasta entonces ignorado por los europeos, quienes enseguida se aprestaron a conquistarlo y apoderarse de
Tras el descubrimiento y los primeros años de colonización, en Europa aún no se sabía muy bien a qué atenerse. El relato de Colón a los Reyes Católicos pintaba la orilla opuesta del Atlántico como una especie de paraíso lleno de gentes amigables y humildes, que ignoraban los vicios europeos, que no concedían valor al oro, las perlas y las piedras preciosas y que estaban listas para ser evangelizadas en la fe cristiana. El Almirante enaltecía su inocencia y lo suave de su trato, así como el clima maravilloso y la gran cantidad de animales y vegetales autóctonos que podrían ser de gran provecho criados o cultivados en Europa.
En la exploración de las islas se emplearon dieciocho años. Nadie sabía lo que podía encontrarse más allá, pero Colón estaba convencido de que se toparía con las costas de Asia, con las Indias cuyo contorno había creído encontrar. Durante su tercer viaje, en 1498, navegó a la vista de Venezuela, pero no desembarcó. Descubrió y dio nombre a la isla de Cubagua, donde algún europeo de los muchos que estaban al acecho de tesoros encontró grandes yacimientos de ostras perlíferas. No guardó el secreto, así que un par de años más tarde, en 1500, ya se las habían arreglado más de medio centenar de aventureros para instalarse en la pequeña isla de tan sólo 30 km2. Ese mismo año de 1500, el trianero Rodrigo de Bastidas, uno de los tripulantes de la segunda expedición colombina, pedía y conseguía de la Corte la licencia real de descubridor. A sus 55 años, zarpó de Cádiz con dos carabelas llamadas Santa María de Gracia y San Antón. Entre su dotación figuraba el piloto Juan de la Cosa, que luego sería reconocido internacionalmente por su Cartadel NuevoMundo. También le acompañaba un veinteañero extremeño que iba a ser aún más famoso que el piloto: un chico de Jerez de los Caballeros llamado Vasco Núñez de Balboa.
La aventura de Rodrigo de Bastidas tuvo un recorrido largo, pero escasas repercusiones. Exploraron la costa de Venezuela durante muchas jornadas, descubriendo importantes accidentes geográficos, pero exigieron demasiado de sus embarcaciones y no tuvieron más remedio que regresar a las islas para repararlas.
LA PRIMERA CIUDAD
Según Colón, el Nuevo Mundo era un paraíso de gente inocente y amable y clima maravilloso
El joven Balboa se quedó entonces en Santo Domingo, de donde tuvo que huir tiempo más tarde amenazado por los acreedores. En 1509 se metió como polizón en un buque que zarpaba hacia lo que ya se había bautizado como Tierra Firme, concretamente al Darién, en el istmo de Panamá. Iban con la misión de restaurar los primeros y someros asentamientos espa-