Maquis, la lucha continúa
Desde los primeros días del levantamiento militar, los generales sublevados demostraron que la piedad no iba a ser su política: su forma de hacer la guerra, aprendida en Marruecos y los territorios coloniales, no distinguía entre enemigos armados y civiles. Por eso, muchos optaron por echarse al monte para salvar la vida e intentar organizarse como guerrilla; una guerrilla que, acabada la contienda, se curtió en la Resistencia antinazi y siguió luego combatiendo al régimen de Franco.
Al terminar la contienda, fue el mismo Generalísimo quien afirmó: “Alerta, falangistas, la guerra no ha terminado”. El siempre desconfiado Franco sabía bien que debían mantenerse en guardia, tanto por el inminente conflicto europeo como por los miles de hombres armados que quedaban en los montes españoles. En una primera etapa, desde julio de 1936 hasta el desembarco aliado en Normandía el 6 de junio de 1944, la guerrilla antifranquista fue un colectivo muy desorganizado, que casi siempre evitaba el enfrentamiento armado por la falta de medios y el número de efectivos de las partidas. Se refugiaban en zonas de montaña, no boscosas, donde pudieran controlar los movimientos de tropas y guardia civil. Incluso se creó una agrupación que robaba las pistolas a los serenos y actuaba dentro de algunas ciudades de Cataluña. Muchos de los “huidos” pasaron a Francia, donde ayudaron a crear la Resistencia contra los nazis y conformaron, desde el 7 de noviembre de 1942, el XIV Cuerpo de Guerrilleros del Ejército Republicano, dirigido por el PCE. Recordemos que fueron guerrilleros españoles, comandados por Cristino García y Gabriel Pérez, los que vencieron a la Wehrmacht en la Batalla de la Madeleine (1944): cin- cuenta contra un millar de alemanes. El coronel nazi al mando, cuando se enteró de que había sido derrotado por unos pocos desharrapados, se suicidó delante de todos sus hombres.
En Francia, además, los españoles se curtieron en la lucha guerrillera con pequeñas acciones (secuestros, sabotajes a líneas de comunicación o suministro, etc.) que fueron creciendo en importancia a medida que los norteamericanos liberaban Europa occidental y suministraban material bélico por mar y aire. De “huidos” o guerrilleros pasaron a denominarse maquisards (y de ahí, maquis, y su conjunto, el Maquis); se conocía así en Francia a los que se escondieron en las zonas boscosas de Córcega, la macchia, para evitar alistarse en el ejército de Bonaparte, y, así, quedó como sinónimo de guerrillero.
LA INVASIÓN DEL VALLE DE ARÁN
Es sabido que el general Patton tenía diseñado un plan de invasión de la Península; había recopilado fotos aéreas con la intención de enviar a la zona centro al cuerpo de paracaidistas mientras se realizaban dos desembarcos por el Mediterráneo y el Cantábrico. Cerca de 20.000 españoles armados