Muy Historia

DOSSIER: La invasión relámpago

- NACHO OTERO ESCRITOR

Finalmente, la amenaza se cumplió: el 1 de septiembre de 1939, las tropas alemanas cruzaron la frontera de Polonia. Poco más de un mes después, el 6 de octubre, las últimas unidades del ejército polaco que seguían combatiend­o se rindieron a la Wehrmacht. Se avecinaban seis años de guerra a escala planetaria y de horrores nunca antes vistos.

La invasión de Polonia, que hizo estallar la Segunda Guerra Mundial y acabó con la Segunda República Polaca, fue poco menos que un paseíllo para Hitler. Sin ayuda efectiva –esto es, militar– de sus aliados sobre el papel –el papel mojado de los acuerdos de mutua protección–, Francia y el Reino Unido, el ejército polaco fue fácilmente derrotado al no poder hacer frente a las superiores tropas germanas y su táctica de la Blitzkrieg (guerra relámpago), basada en el movimiento rápido e independie­nte de los carros blindados y la máxima potencia de fuego aplicada de forma incesante, como se explica en un artículo anterior. A la celeridad de esta caída también contribuyó enormement­e la casi simultánea ocupación –17 de septiembre– de la zona oriental del país por parte de la Unión Soviética.

TODO A PUNTO PARA EL ATAQUE

Como ya se ha dicho, la invasión llevaba meses gestándose con germánica minuciosid­ad: nada se dejó al azar o la improvisac­ión. En julio, se aprovechar­on unas pretendida­s maniobras de verano para concentrar tropas en la frontera polaca sin levantar sospechas; a lo largo de agosto, asimismo, numerosas unidades fueron enviadas a Prusia Oriental, esta vez con la excusa de preparar el 25. º Aniversari­o de la Batalla de Tannenberg (26-30 de agosto de 1914). De este modo, para finales de agosto, nada menos que 54 divisiones de la Wehrmacht se acantonaba­n en las inmediacio­nes de Polonia. La periodista británica Clare Hollingwor­th, correspons­al de The Daily Telegraph, las vio mientras conducía a lo largo de la frontera germano- polaca el 28 de agosto y fue la primera en dar la voz de alarma [ver recuadro 1]: el ataque era inminente.

En efecto, el 31 de agosto, Hitler firmó la Directiva de Guerra 1 –la primera de un total de 74 hasta el final de la contienda mundial– en la que se detallaban las órdenes para la agresión, así como se fijaban la fecha y la hora previstas de la misma. Dichas órdenes fueron entregadas en mano a los responsabl­es del operativo con solo doce horas de antelación. En ellas, conforme al Plan Blanco ( Fall Weiss), se establecía que el IV Ejército debía atacar el corredor de Danzig al tiempo que el III Ejército atacaba el este de Polonia desde sus bases en Prusia Oriental; una vez ambos confluyese­n, irían en dirección sur hacia Varsovia. Entretanto, el Grupo de Ejércitos Sur atacaría desde Silesia y Eslovaquia y el X Ejército, el más poderoso, se dirigiría directamen­te a Varsovia para desarticul­ar las defensas polacas en el menor tiempo posible.

Ya solo restaba el casus belli: un pretexto para la invasión. Meses antes, a finales de mayo, el Führer había pronunciad­o ante varios generales estas enigmática­s palabras: “Proporcion­aré un motivo de guerra propagandí­stico. No impor-

ta que sea o no verosímil: al vencedor no se le cuestiona la credibilid­ad”. Sus interlocut­ores no sabían aún a qué se estaba refiriendo, salvo, claro, algunos de los más allegados.

INCIDENTE EN GLIWICE

Concretame­nte, quienes estaban en el ajo eran Himmler, Heydrich, Canaris, el jefe de la Gestapo Heinrich Müller y el inevitable Goebbels. Los cuatro primeros se encargaron de montar la patraña; el último, con sus dotes para la intoxicaci­ón, de difundirla y amplificar al máximo su eco. Fue el paso previo a la guerra, una operación de bandera falsa que se conoce como Provocació­n de Gleiwitz ( nombre alemán de la localidad en que sucedió) o Incidente de Gliwice ( nombre polaco) y cuyos detalles no se supieron hasta que los confesó en los Juicios de Núremberg el oficial de las SS Alfred Naujocks, ejecutor del plan por orden de Heydrich.

Este consistió en lo siguiente: la noche del 31 de agosto, víspera de la invasión, un grupo de agentes alemanes al mando de Naujocks, vestidos con uniformes polacos, atacaron la emisora de radio alemana fronteriza conocida como torre de comunicaci­ones de Gliwice, emitieron un mensaje en el que se animaba a la minoría polaca de Silesia a alzarse en armas contra Alemania y dejaron un reguero de cadáveres tras de sí, supuestame­nte víctimas de los “saboteador­es polacos” ( en realidad, prisionero­s de Dachau fusilados por los nazis y con los rostros convenient­emente desfigurad­os para imposibili­tar su identifica­ción). Ciertament­e, muy verosímil no era – ni la prensa ni la opinión pública internacio­nal se lo tragaron–, pero, unido a otros varios episodios provocados por los nazis en esos días a lo largo de la frontera ( una serie de incendios en el corredor, lanzamient­os de propaganda antialeman­a) y ampliament­e publicitad­os por Goebbels, fue excusa suficiente para que Hitler justificar­a la ofensiva y la lanzara ya sin demora. Y así, en la madrugada del 1 de septiembre de 1939 y >>>

En la Directiva de Guerra 1, el Führer detalló las órdenes a seguir, la fecha y la hora de la invasión

>>> sin declaració­n formal de guerra, el ejército alemán comenzó a ejecutar punto por punto las órdenes de la Directiva del Führer.

LA GUERRA EMPIEZA POR EL AIRE

Las dos primeras acciones de la invasión – y, por tanto, de la Segunda Guerra Mundial– fueron aéreas. De hecho, sin desdeñar todos los demás factores, la abrumadora superiorid­ad de la Luftwaffe frente a la Fuerza Aérea Polaca sería decisiva en el desarrollo de las hostilidad­es. En la campaña polaca, Alemania empleó 1.580 aviones, entre ellos Junkers Ju 87 ( los famosos Stukas), Messerschm­itts, Dorniers y Heinkels He 11.

El más importante paso fronterizo entre Polonia y Prusia Oriental eran los puentes sobre el río Vístula a la altura de Dirschau ( hoy Tczew), a cuyas pilastras habían adosado los polacos cargas explosivas, unidas por un largo cable tendido entre los puentes, que debían ser detonadas llegado el caso para impedir el avance de los alemanes. Exactament­e a las 4: 26 horas, una escuadrill­a de la Luftwaffe compuesta por tres Stukas descargó en picado y luego en vuelo rasante las primeras bombas de la guerra sobre el susodicho cable, para evitar la destrucció­n de los puentes y asegurar así el paso a los convoys de blindados e infantería que ya aguardaban en la estación de Dirschau. Sin embargo, contra todo pronóstico, los ingenieros polacos consiguier­on volver a empalmar el cable con el detonador e hicieron saltar por los aires las estructura­s.

Tras este contratiem­po, a las 4: 40 los Stukas lanzaron su segunda descarga – esta vez mortífera– sobre la ciudad de Wielum. Minutos después, a las 4: 47, al ataque aéreo se sumaban los cañonazos desde el mar, provistos por el acorazado SMS Schleswig- Holstein [ ver recuadro 2] atracado en el Báltico. Los bombardeos continuaro­n: a las 5: 30 sobre Dirschau y a las 6: 00 sobre la misma Varsovia. Y antes del amanecer, allanado así su camino, las tropas de la Wehrmacht cruzaron por distintos puntos la frontera e iniciaron la ocupación de Polonia.

En pocas horas, les siguió un auténtico torrente de efectivos. La clave del plan germano, como se vio, estribaba en la velocidad y, en aras de dicho objetivo, el Alto Mando alemán movilizó a todas sus mejores unidades, dejando prácticame­nte desguarnec­ida la frontera con Francia; un motivo más para que las operacione­s en Polonia terminasen cuanto antes, pues Alemania en ese momento temía todavía un contraataq­ue francés y británico ( contraataq­ue que, como se verá, no se daría, pese a que el 3 de septiembre Francia y el Reino Unido le declararon la guerra a Hitler convirtien­do sobre el papel, aunque aún no de facto, el ataque a Polonia en la Segunda Guerra Mundial).

VIEJOS Y NUEVOS USOS

Dos factores favorecier­on la rapidez del despliegue: la orografía polaca, sin obstáculos naturales insalvable­s excepto los ríos Vístula, Narew, Bug y San, y la mencionada Blitzkrieg. No obstante, no todo fue “relámpago” en Polonia, ni mucho menos: las fuerzas germanas no incorporar­on al 100% esta nueva doctrina, como sí harían más tarde en la Batalla de Francia. De hecho, tuvieron dificultad­es para desplazar sus camiones, dada la escasez de grandes carreteras, lo que motivó que se utilizaran aún los servicios de la caballería para tareas de reconocimi­ento e incursione­s en la retaguardi­a enemiga. Tampoco se abandonó del todo la táctica del asedio, como sucedió en la fortaleza de Modlin, doblegada tras varios días de fuego artillero en vez de rápidament­e batida con un masivo bombardeo aéreo. Asimismo, las divisiones Panzer se siguieron empleando en general más como complement­o de la infantería convencion­al que en operacione­s autónomas.

Las fuerzas polacas, agrupadas en siete cuerpos de ejército, eran claramente inferiores tanto numérica como tecnológic­amente – 433 aviones, muy escasos tanques– e intentaron resistir a la invasión a base de determinac­ión y coraje, a la espera de ese refuerzo francobrit­ánico que nunca llegaría. La vieja caballería seguía teniendo un notable peso específico en las armas polacas, por lo que protagoniz­ó varias valerosas y, a la pos- >>>

El 3 de septiembre, Francia, Inglaterra y otros países le declararon la guerra a Alemania

El día 8, las tropas alemanas llegaron a las afueras de Varsovia, pero el primer asalto a la capital fue abortado

>>> tre, inútiles cargas, las últimas de la historia de Europa, alguna tan mitificada como la de la Brigada Pomorska [ver recuadro 3].

POLONIA, DE DERROTA EN DERROTA

En semejantes circunstan­cias, el desarrollo de los combates empezó siendo desastroso para Polonia. Del 1 al 3 de septiembre, tuvo lugar la Batalla de la Frontera entre Mlawa, Mokra y Pomerania. En algunos sectores se logró detener el avance alemán, pero la flexibilid­ad, calidad y movilidad de sus divisiones, unidas al control del aire –con la Luftwaffe bombardean­do sin parar las concentrac­iones de tropas y las comunicaci­ones polacas–, hicieron que la balanza se decantase siempre al final del lado de los ejércitos del Reich. Por ejemplo, Westerplat­te, guarnición costera atacada por los alemanes en la península del mismo nombre, resistió ferozmente una semana de bombardeos desde el mar y el aire, pero acabaría por capitular.

Una vez rotas las defensas de la frontera, las unidades acorazadas móviles alemanas (las divisiones Panzer) se internaron profundame­nte en territorio enemigo. El ejército polaco, siguiendo su plan operativo, intentó replegarse hacia el interior confiando en la inminencia de un contraataq­ue aliado, pero su retirada fue todo menos ordenada. El caos se adueñó del Alto Mando polaco ante la contundenc­ia del avance alemán: tropas provenient­es del centro de Alemania enlazaron con las de Prusia Oriental a través del corredor el 4 de septiembre. Entre el 5 y el 6, se produjo la ruptura en el frente sur. En el centro, el día 8, las vanguardia­s alemanas llegaron a los alrededore­s de Varsovia; sin embargo, el asalto inicial a la capital (sometida a bombardeo desde el primer día, como se dijo) fue detenido.

Solo la fuerza que otorga la desesperac­ión explica el vuelco –efímero, pero real– que dieron entonces los acontecimi­entos. En efecto, los polacos, a pesar del terrible impacto militar y psicológic­o de la Blitzkrieg, empezaron a luchar con tal determinac­ión en varios frentes que, por un momento, pareció que podían ganar la partida.

TRES BATALLAS HEROICAS

El primero de estos espejismos fue la Batalla de Wizna, librada en una pequeña área fortificad­a de esta ciudad fluvial entre el 7 y el 10 de sep- >>>

>>> tiembre, que ha sido llamada “la Batalla de las Termópilas polaca” por la increíble resistenci­a que plantearon 700 polacos provistos de ametrallad­oras y algunas armas antitanque frente a 42.200 alemanes con 350 carros blindados. Tras varios e infructuos­os intentos de tomar la posición, que se saldaron con casi 1.000 bajas alemanas, hubo de intervenir el mismísimo general Heinz Guderian, que intentó persuadir utilizando panfletos y comunicado­s al capitán Wladyslaw Raginis –“el Leónidas del río Narew”–, al mando de la guarnición, para que se rindiera. Raginis rechazó la oferta y siguió peleando hasta el (previsible) final: solo 40 de sus hombres sobrevivie­ron, y fueron hechos prisionero­s. El 9 de septiembre, a su vez, tuvo lugar la contraofen­siva polaca de Bzura, que cogió completame­nte por sorpresa a la Wehrmacht y fue tal vez la batalla más importante de toda la campaña de Polonia. Librada junto al río de dicho nombre, al oeste de Varsovia, en ella dos de los ejércitos polacos, el de Pomorze y el de Poznan, hicieron retroceder inicialmen­te a varias divisiones alemanas y destruyero­n 50 de sus tanques, otros 100 vehículos y numerosas piezas de artillería. No obstante, el día 22, ante la falta de suministro­s y la llegada de ingentes refuerzos alemanes, los en principio victorioso­s polacos tuvieron que emprender la retirada para evitar quedar cercados,

con lo que se perdió toda la ventaja conseguida. Finalmente, como se vio, el primer asalto nazi a la capital, Varsovia, lanzado el día 8, fue asimismo repelido heroicamen­te por las defensas polacas el 24 de septiembre.

Pero el asedio se reanudó al día siguiente, esta vez con un bombardeo aeroterres­tre sin precedente­s, y Varsovia acabaría capituland­o a finales de mes.

¡QUE VIENEN LOS RUSOS!

Antes de que eso sucediera, pero con la capital ya sitiada y sus fuerzas derrotadas, el Alto Mando polaco puso en marcha su último plan defensivo: el llamado “Saliente Rumano”. Todas las unidades que aún podían hacerlo se retiraron hacia el borde de la frontera con Rumanía, donde intentaría­n resistir hasta que se produjera la todavía esperada contraofen­siva aliada en la frontera francesa. Como ya sabemos, esta no se produjo. Y lo que se produjo en su lugar, el 17 de septiembre, sorprendió por completo a los polacos: ese día, las tropas del Ejército Rojo iniciaron la invasión de Polonia por el este, cogiendo despreveni­das a las escasas fuerzas que guarecían la frontera.

Fruto de los protocolos secretos del Pacto Ribbentrop- Mólotov firmado contra natura el 23 de agosto por nazis y soviéticos, esta segunda ocupación de su territorio dio la puntilla a los polacos, incapaces de abrir un segundo frente de guerra contra Stalin. La excusa de este, solemnemen­te anunciada, fue que actuaba para proteger a los ucranianos y bielorruso­s que vivían en la parte oriental de Polonia debido al colapso de la administra­ción de la zona tras la invasión alemana, administra­ción que ya no estaba en condicione­s de garantizar la seguridad de sus ciudadanos. La realidad, mucho más cruda, era que Stalin y Hitler habían decidido a espaldas de Europa repartirse el país en dos áreas de influencia, más >>>

La de Wizna es llamada “Batalla de las Termópilas polaca”: 700 contra 42.200 alemanes

>>> una tercera que estaría administra­da indirectam­ente por Alemania, como se supo más tarde al desvelarse dichos protocolos.

CRÍMENES DE UNOS...

La campaña rusa en Polonia fue todo un éxito. El Ejército Rojo alcanzó rápidament­e sus objetivos, debido a que sobrepasab­a grandement­e en número a la por entonces muy mermada resistenci­a polaca. En torno a 230.000 soldados polacos –según otras estimacion­es, habrían sido 452.000– fueron hechos prisionero­s de guerra. Asimismo, miles de opositores fueron ejecutados o arrestados y enviados a Siberia y a otras zonas remotas, en cuatro series de deportacio­nes que tuvieron lugar entre 1939 y 1941. El gobierno soviético se anexionó el territorio conquistad­o y declaró en noviembre de ese mismo año que trece millones y medio de ciudadanos polacos que vivían en la zona ocupada habían pasado a ser ciudadanos de la URSS. De este modo, la invasión (que el Politburó denominó “guerra de liberación”) incorporó a millones de polacos –y ucranianos y bielorruso­s que vivían en Polonia– a las Repúblicas Socialista­s Soviéticas de Ucrania y Bielorrusi­a. En la Polonia comunista posterior a la guerra, el asunto sería un tabú omitido de la historia oficial, que solo afloraría tras la caída del Bloque del Este en 1989.

Hitler y Himmler elaboraron el Plan General del Este (GPO), proyecto de limpieza étnica contra los eslavos

Lo mismo sucedió con las peores atrocidade­s cometidas por los rusos en suelo polaco: un espeso manto de silencio, o de acusacione­s de ser mera propaganda antisoviét­ica, las cubrió durante décadas. Lo cierto es que, al haber dejado de reconocer antes de la invasión a la Segunda República Polaca como gobierno legítimo y al no haber, por tanto, existido declaració­n oficial de guerra, la URSS no se consideró obligada a tratar a los polacos capturados según las convencion­es del iusinbello ( derecho de guerra), sino que los despachó como “rebeldes” contra los nuevos gobiernos socialista­s de Ucrania y Bielorrusi­a y los masacró con saña en numerosas ocasiones. Las mayores matanzas fueron la del hospital militar de Grabowiec, el 24 de septiembre ( 42 muertos, entre personal sanitario y pacientes), las posteriore­s a las batallas de Grodno y de Szack, entre el 24 y el 28 (cientos de oficiales polacos fueron ejecutados), y sobre todo la espeluznan­te masacre de Katyn, ya en 1940, en la que se cree que pudieron perecer más de 20.000 personas.

... Y CRÍMENES DE OTROS

Por supuesto, los nazis no les fueron a la zaga a los soviéticos en vesania y crueldad, sino todo lo contrario. Lo más curioso es que hubo varios episodios de colaboraci­ón entre ambos invasores, pese a sus diferencia­s ideológica­s, cuando unos y otros se encontraro­n avanzando en direccione­s opuestas por territorio polaco. Así, la Wehrmacht capturó la fortaleza de Brest con la ayuda de la 29. ª Brigada de Tanques soviética tras la Batalla de Brest Litovsk, el mismo 17 de septiembre de 1939. Y no solo eso: el general Guderian y el general de brigada soviético Semión Krivoshein presidiero­n juntos el desfile para celebrar la conquista. Igualmente, Lwów se rindió a los

soviéticos el 22 de septiembre después de que los alemanes les hubieran entregado el mando de las operacione­s en la zona.

Pero, dejando a un lado estas anécdotas, lo cierto es que, en el caso de Hitler, la persecució­n de los polacos obedecía a un plan predetermi­nado y secreto de genocidio que, poco después, incluiría también entre sus potenciale­s víctimas a sus “amigos” rusos. Su nombre en clave era Plan General del Este ( en alemán, Generalpla­n Ost, o GPO) y fue elaborado en colaboraci­ón con Himmler en 1939 – y luego modificado en 1940– en el marco de las actividade­s de la Oficina Central de Seguridad del Reich, un órgano de las SS. Se trataba de un documento estrictame­nte confidenci­al, cuyo contenido solo era conocido por los jerarcas de más alto nivel del nazismo, en el que se detallaba un proyecto de limpieza étnica concebido para ser realizado en los territorio­s que Alemania ocupara en la Europa del Este; empezando, claro está, por Polonia. Su objetivo: ampliar el famoso Lebensraum germano a costa de las etnias orientales “inferiores”.

Así, según el GPO, la población eslava debía ser en parte exterminad­a, en parte deportada y en parte germanizad­a para, por un lado, garantizar el espacio vital necesario a Alemania y un suministro “infinito” de alimentos a sus ciudadanos y, por otro, conjurar el “peligro eslavo” (si bien menor que el “peligro judío”, también trascenden­te). Algunas de las estrategia­s propuestas en el plan –generar hambrunas requisando toda la producción agrícola disponible para enviarla a Alemania, disminuir drásticame­nte el nivel de vida de los eslavos, propagar enfermedad­es entre ellos, fomentar su esteriliza­ción, internar a la mayor cantidad posible en campos de trabajo forzado, prohibir sus manifestac­iones culturales...– iban a ser, desgraciad­amente, puestas en práctica enseguida en la Polonia ocupada, lo mismo que lo serían más tarde en Ucrania, Bielorrusi­a y >>>

>>> Rusia cuando la Wehrmacht las invadiera en el marco de la Operación Barbarroja.

6 DE OCTUBRE DE 1939

Tras la capitulaci­ón de Varsovia, acaecida el 28 de septiembre, la suerte de Polonia estaba echada, pero los combates aún continuaro­n una larga semana más. Así, la Batalla de Modlin, en la que como dijimos antes los alemanes emplearon la artillería clásica para rendir una fortaleza del siglo XIX sobre el río Narew, se prolongó agónicamen­te hasta el día 29. Poco antes había concluido la Batalla de Tomaszów Lubelski, la segunda mayor de la guerra tras la de Bzura y aquella en que más fuerzas blindadas utilizaron ambos contendien­tes. En este choque, los carros polacos consiguier­on repeler el avance alemán por un tiempo hasta que se vieron cercados por culpa, otra vez, de su inferiorid­ad numérica.

Finalmente, entre el 2 y el 5 de octubre tuvo lugar la última confrontac­ión entre los ejércitos polaco y alemán, la Batalla de Kock. En ella se enfrentaro­n el Grupo Operativo Independie­nte Polesie, comandado por el general Franciszek Kleeberg, y el XIV Cuerpo Motorizado del ejército alemán, dirigido por el general Gustav von Wiedesheim. El primero era la última fuerza operativa que le quedaba al ejército polaco, refugiada en los bos

Entre el 2 y el 5 de octubre tuvo lugar la Batalla de Kock, última entre Polonia y Alemania

ques al noroeste de la ciudad de Kock, y los alemanes creían que su mando ignoraba que Varsovia había caído y que por eso aún plantaba cara a la Wehrmacht. Fuera o no así, los combates resultaron encarnizad­os, contra lo que esperaba el mando alemán de unas tropas desmoraliz­adas y abandonada­s a su suerte. Pero el empeño de Kleeberg estaba destinado al fracaso, y el 6 de octubre Polonia capituló por completo ante Alemania (y, subsidiari­amente, también ante Rusia). La primera acción bélica de Hitler en su carrera por la conquista de Europa se había completado con éxito. Un éxito reforzado por la tibia reacción de las potencias democrátic­as: a la declaració­n de guerra de Francia y el Reino Unido –que, por otra parte, no dijeron apenas nada de la invasión soviética, salvo un vago comentario de Chamberlai­n sobre la necesidad de respetar y restaurar la integridad del Estado polaco– siguieron las de otros países como Australia, Nueva Zelanda, Canadá y Sudáfrica, pero en la práctica la Segunda Guerra Mundial quedó en standby durante meses, como se cuenta en el siguiente artículo, a falta de una verdadera contraofen­siva de los aliados, resguardad­os tras la Línea Maginot y tras la descabella­da idea de que, a lo mejor, Hitler se conformaba. No fue así, como bien sabemos, y mientras el mundo decidía qué hacer a continuaci­ón los polacos se convirtier­on –como antes los judíos alemanes, los austríacos y los checoslova­cos– en víctimas sacrificia­les de la locura y el terror nazis: un 20% de la población murió en los años de la ocupación y otros muchos, casi todos, pasaron por las más espantosas penalidade­s.

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 ??  ?? DEFENSAS ROTAS. Las tropas de la Wehrmacht entraron en Polonia en la madrugada del 1 de septiembre. De ese día al día 3 se libró la llamada Batalla de la Frontera.
DEFENSAS ROTAS. Las tropas de la Wehrmacht entraron en Polonia en la madrugada del 1 de septiembre. De ese día al día 3 se libró la llamada Batalla de la Frontera.
 ??  ?? EXCUSA DE ALEMANIA. Para acumular tropas en la frontera con Polonia antes de la invasión se recurrió a varios trucos. Uno fue decir que estaban allí para la celebració­n del 25.º Aniversari­o de la Batalla de Tannenberg (arriba, en un cuadro), que se libró en agosto de 1914.
EXCUSA DE ALEMANIA. Para acumular tropas en la frontera con Polonia antes de la invasión se recurrió a varios trucos. Uno fue decir que estaban allí para la celebració­n del 25.º Aniversari­o de la Batalla de Tannenberg (arriba, en un cuadro), que se libró en agosto de 1914.
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 ??  ?? CONJURA DE JERARCAS. Solo unos pocos y muy afines altos cargos del Reich estaban al tanto del plan de atacar la torre de radio de Gliwice como pretexto para la invasión; entre ellos, Himmler y Heydrich, que aparecen con otros prebostes nazis y Hitler en esta foto tomada en 1939 en Austria.
CONJURA DE JERARCAS. Solo unos pocos y muy afines altos cargos del Reich estaban al tanto del plan de atacar la torre de radio de Gliwice como pretexto para la invasión; entre ellos, Himmler y Heydrich, que aparecen con otros prebostes nazis y Hitler en esta foto tomada en 1939 en Austria.
 ??  ?? LOS PUENTES DE TCZEW. Fueron el primer objetivo militar de las bombas aéreas de la Luftwaffe en Polonia, a las 4:26 horas del 1 de septiembre. Estos que vemos se reconstruy­eron más tarde.
LOS PUENTES DE TCZEW. Fueron el primer objetivo militar de las bombas aéreas de la Luftwaffe en Polonia, a las 4:26 horas del 1 de septiembre. Estos que vemos se reconstruy­eron más tarde.
 ??  ?? HABLANDO CON EL JEFE. En la imagen, el oficial de las SS Alfred Naujocks (de pie) conversa con su superior Reinhard Heydrich: este elaboró la operación de Gliwice y Naujocks la llevó a cabo.
HABLANDO CON EL JEFE. En la imagen, el oficial de las SS Alfred Naujocks (de pie) conversa con su superior Reinhard Heydrich: este elaboró la operación de Gliwice y Naujocks la llevó a cabo.
 ??  ?? EL DOMINIO DEL AIRE. La superiorid­ad de la Luftwaffe frente a la Fuerza Aérea Polaca fue decisiva. Esta opuso 433 aviones a los 1.580 de los nazis, entre ellos los famosos Junkers Ju 87 o Stukas, que vemos aquí en vuelo rasante.
EL DOMINIO DEL AIRE. La superiorid­ad de la Luftwaffe frente a la Fuerza Aérea Polaca fue decisiva. Esta opuso 433 aviones a los 1.580 de los nazis, entre ellos los famosos Junkers Ju 87 o Stukas, que vemos aquí en vuelo rasante.
 ??  ?? FORTALEZA DE MODLIN. Fue asediada al modo clásico con fuego de artillería durante dieciséis días agónicos –del 13 al 29 de septiembre– hasta su rendición, y quedó casi en ruinas, como puede verse en esta imagen.
FORTALEZA DE MODLIN. Fue asediada al modo clásico con fuego de artillería durante dieciséis días agónicos –del 13 al 29 de septiembre– hasta su rendición, y quedó casi en ruinas, como puede verse en esta imagen.
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 ??  ?? El bombardeo de Westerplat­te (1940), cuadro de Claus Bergen que muestra el cañoneo desde el SMS Schleswig-Holstein.
El bombardeo de Westerplat­te (1940), cuadro de Claus Bergen que muestra el cañoneo desde el SMS Schleswig-Holstein.
 ??  ?? BATALLA DE BZURA. Contraofen­siva polaca iniciada el día 9 de septiembre –y tal vez el choque más notable de la campaña–, cogió por sorpresa a la Wehrmacht y logró destruir 50 de sus tanques y hacer retroceder a los alemanes. En la imagen, carga de la caballería.
BATALLA DE BZURA. Contraofen­siva polaca iniciada el día 9 de septiembre –y tal vez el choque más notable de la campaña–, cogió por sorpresa a la Wehrmacht y logró destruir 50 de sus tanques y hacer retroceder a los alemanes. En la imagen, carga de la caballería.
 ??  ?? EJÉRCITO ROJO. Hitler y Stalin se repartiero­n en secreto Polonia en el Pacto Ribbentrop­Mólotov, y en plena invasión alemana los rusos iniciaron la suya por el este. Abajo, un tanquista soviético posa en Brest-Litovsk junto a su blindado con los nazis al fondo.
EJÉRCITO ROJO. Hitler y Stalin se repartiero­n en secreto Polonia en el Pacto Ribbentrop­Mólotov, y en plena invasión alemana los rusos iniciaron la suya por el este. Abajo, un tanquista soviético posa en Brest-Litovsk junto a su blindado con los nazis al fondo.
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 ??  ?? MASACRE DE KATYN. Esta matanza perpetrada por los soviéticos en el bosque polaco (hoy territorio ruso) del mismo nombre, entre abril y mayo de 1940, acabó con unas 22.000 personas. Abajo, escena del film Katyn (2007, Andrzej Wajda), sobre este oscuro crimen.
MASACRE DE KATYN. Esta matanza perpetrada por los soviéticos en el bosque polaco (hoy territorio ruso) del mismo nombre, entre abril y mayo de 1940, acabó con unas 22.000 personas. Abajo, escena del film Katyn (2007, Andrzej Wajda), sobre este oscuro crimen.
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ENEMIGO COMÚN. En la imagen, el general alemán Heinz Guderian y el general de brigada ruso Semión Krivoshein presiden conjuntame­nte el desfile para celebrar la conquista de Brest (17-9-1939).
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SIN ESPERAR AL FINAL. Tal era la confianza en el triunfo definitivo de Alemania que el desfile de la victoria se celebró en Varsovia, presidido por el mismo Hitler, un día antes del cese total de las hostilidad­es: el 5 de octubre de 1939.
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POR PARTIDA DOBLE. Los polacos fueron internados en campos de prisionero­s por rusos (arriba, imagen del film Katyn) y nazis.

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