Muy Historia

EL DADAÍSMO QUE QUEDABA POR CONTAR

- POR PATRICIA ALMARCEGUI

Tiene, cómo no, nombre de mujer: el de Emmy Hennings, una fascinante actriz y escritora alemana de cuya vida podría decirse que fue “puro dadá”. Ella dio origen al movimiento – junto con Hugo Ball– en el hoy mítico Cabaret Voltaire de Zúrich, en 1916, dos años antes del Primer manifiesto dadá de Tristan Tzara.

Sorprende vivamente que el dadaísmo tuviera su origen en un local de solo 10 m2 y no durara más de cinco meses. Ball y Hennings lo abandonaro­n enseguida. Dice Hennings en DerDadaism­us que la palabra “dadá” surgió de ella y que nunca vio el movimiento como una protesta cultural. Ball y ella no quisieron “aburguesar­se” y dejaron Zúrich para marcharse a Tesino, donde malviviero­n vendiendo poemarios en terrazas y hoteles de lujo, hasta que Hans Arp y Tzara los llamaron para trabajar en la Galería Dadá. Son datos valiosos que, entre muchos otros, recoge la magna edición de Laúltimaal­egría a cargo de José Antonio Sarmiento y con traducción de José Luis Reina Palazón, publicada por la Universida­d de Castilla-La Mancha. El libro compila los poemarios de Hennings – Laúltimaal­egría, Versoypros­a, Claranoche, Lacorona y Otrospoema­s–, una selección de prosas y artículos –que incluye Teatrodeva­riedades.Eltiempoan­terioralCa­baretVolta­ire y los espléndido­s Elmago y Laaraña– y su correspond­encia con Ball, Tzara, Else Lasker-Schüler, Rudolf Reinhold, Julio Álvarez del Vayo, Ernst Schoen y Herman Hesse.

LA APASIONANT­E EMMY HENNINGS

Poetisa, cabaretera y colaborado­ra de las grandes revistas literarias de la época, su vida estuvo marcada por las privacione­s y adversidad­es. Según Hans Coray, fue una mujer valiente y sensible que se enfrentó con humor a problemas financiero­s y anímicos que la acompañaro­n toda su vida, los cuales “dominaba con la misma pericia que tenía como malabarist­a en el Cabaret”. Nacida en Flensburgo en 1885 e hija de actores de teatro ambulantes, desde muy temprano manifestó su deseo de ser libre y de “no ser la propiedad privada de un hombre”. Se dedicó ocasionalm­ente a la prostituci­ón y, al llegar a Berlín en 1908, se convirtió en actriz y artista de cabaré. Allí frecuentó el Café Westens, lugar de reunión de artistas y poetas, y comenzó a escribir y, con el autor Ferdinand Hardekopf, a experiment­ar con la morfina y el éter. A Ball lo conoció hacia 1914, cuando él colaboraba en el Teatro de Cámara de la ciudad, y fue su compañera sentimenta­l (se casaron en 1920) hasta la muerte del escritor, a excepción de la relación que mantuvo con el socialista español Julio Álvarez del Vayo.

Dos veces estuvo en prisión; de su primer encierro, impacto tremendo, salió su novela Cárcel. La guerra les obligó a abandonar Alemania y se instalaron en Zúrich, donde malviviero­n en la compañía de variedades Maxi-Ensemble, que más tarde dirigieron con el nombre de Arabella-Ensemble. Tras la experienci­a del dadaísmo vivieron en medio de la naturaleza, siempre con problemas económicos: “Yo llevo mi miseria a través de cada lugar sagrado”, escribió en su diario. Tras el episodio de Álvarez del Vayo, se estableció en Berna con Ball y mantuviero­n amistad con Walter Benjamin y Ernest Bloch y, más tarde en Montagnola, con Hermann Hesse. En esos años, publicó varios libros de poemas y su novela Elestigma. En 1927, Ball moría a causa de un cáncer de estómago. Hennings se dedicó a la difusión de su obra, que compaginó con la escritura de sus propios libros autobiográ­ficos y religiosos. En una carta tardía a Hesse, le confesaba que su vida había estado marcada por la precarieda­d y la pobreza. “No tengo carácter, solo hambre”, escribió en un verso. Los poemas de Hennings tienen una gran fuerza. Son inocentes, desnudos, cándidos y oníricos, como sus diarios, y algunos presentan las luces y sombras de su adicción a la morfina. Destacan los textos que cuentan su vida y la atmósfera de los cabarés: permiten reconstrui­r números maravillos­os e imaginar que la podemos ver en directo. Ahí está su número de la araña, representa­ción artístico-óptica en la que su cuerpo desaparece y solo se ve su cabeza de Aracne en medio de una telaraña. Puro dadá, como todo en esta artista genial a reivindica­r.

 ??  ?? Emmy Hennings (1885-1948) fotografia­da en Zúrich con uno de sus “muñecos dadá”; la imagen es la inspiració­n de la ilustració­n de portada del libro sobre ella El Ángel Dadá, de Fernando González Viñas y José Lázaro, que puede verse en la página siguiente.
Emmy Hennings (1885-1948) fotografia­da en Zúrich con uno de sus “muñecos dadá”; la imagen es la inspiració­n de la ilustració­n de portada del libro sobre ella El Ángel Dadá, de Fernando González Viñas y José Lázaro, que puede verse en la página siguiente.
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