EL DADAÍSMO QUE QUEDABA POR CONTAR
Tiene, cómo no, nombre de mujer: el de Emmy Hennings, una fascinante actriz y escritora alemana de cuya vida podría decirse que fue “puro dadá”. Ella dio origen al movimiento – junto con Hugo Ball– en el hoy mítico Cabaret Voltaire de Zúrich, en 1916, dos años antes del Primer manifiesto dadá de Tristan Tzara.
Sorprende vivamente que el dadaísmo tuviera su origen en un local de solo 10 m2 y no durara más de cinco meses. Ball y Hennings lo abandonaron enseguida. Dice Hennings en DerDadaismus que la palabra “dadá” surgió de ella y que nunca vio el movimiento como una protesta cultural. Ball y ella no quisieron “aburguesarse” y dejaron Zúrich para marcharse a Tesino, donde malvivieron vendiendo poemarios en terrazas y hoteles de lujo, hasta que Hans Arp y Tzara los llamaron para trabajar en la Galería Dadá. Son datos valiosos que, entre muchos otros, recoge la magna edición de Laúltimaalegría a cargo de José Antonio Sarmiento y con traducción de José Luis Reina Palazón, publicada por la Universidad de Castilla-La Mancha. El libro compila los poemarios de Hennings – Laúltimaalegría, Versoyprosa, Claranoche, Lacorona y Otrospoemas–, una selección de prosas y artículos –que incluye Teatrodevariedades.EltiempoanterioralCabaretVoltaire y los espléndidos Elmago y Laaraña– y su correspondencia con Ball, Tzara, Else Lasker-Schüler, Rudolf Reinhold, Julio Álvarez del Vayo, Ernst Schoen y Herman Hesse.
LA APASIONANTE EMMY HENNINGS
Poetisa, cabaretera y colaboradora de las grandes revistas literarias de la época, su vida estuvo marcada por las privaciones y adversidades. Según Hans Coray, fue una mujer valiente y sensible que se enfrentó con humor a problemas financieros y anímicos que la acompañaron toda su vida, los cuales “dominaba con la misma pericia que tenía como malabarista en el Cabaret”. Nacida en Flensburgo en 1885 e hija de actores de teatro ambulantes, desde muy temprano manifestó su deseo de ser libre y de “no ser la propiedad privada de un hombre”. Se dedicó ocasionalmente a la prostitución y, al llegar a Berlín en 1908, se convirtió en actriz y artista de cabaré. Allí frecuentó el Café Westens, lugar de reunión de artistas y poetas, y comenzó a escribir y, con el autor Ferdinand Hardekopf, a experimentar con la morfina y el éter. A Ball lo conoció hacia 1914, cuando él colaboraba en el Teatro de Cámara de la ciudad, y fue su compañera sentimental (se casaron en 1920) hasta la muerte del escritor, a excepción de la relación que mantuvo con el socialista español Julio Álvarez del Vayo.
Dos veces estuvo en prisión; de su primer encierro, impacto tremendo, salió su novela Cárcel. La guerra les obligó a abandonar Alemania y se instalaron en Zúrich, donde malvivieron en la compañía de variedades Maxi-Ensemble, que más tarde dirigieron con el nombre de Arabella-Ensemble. Tras la experiencia del dadaísmo vivieron en medio de la naturaleza, siempre con problemas económicos: “Yo llevo mi miseria a través de cada lugar sagrado”, escribió en su diario. Tras el episodio de Álvarez del Vayo, se estableció en Berna con Ball y mantuvieron amistad con Walter Benjamin y Ernest Bloch y, más tarde en Montagnola, con Hermann Hesse. En esos años, publicó varios libros de poemas y su novela Elestigma. En 1927, Ball moría a causa de un cáncer de estómago. Hennings se dedicó a la difusión de su obra, que compaginó con la escritura de sus propios libros autobiográficos y religiosos. En una carta tardía a Hesse, le confesaba que su vida había estado marcada por la precariedad y la pobreza. “No tengo carácter, solo hambre”, escribió en un verso. Los poemas de Hennings tienen una gran fuerza. Son inocentes, desnudos, cándidos y oníricos, como sus diarios, y algunos presentan las luces y sombras de su adicción a la morfina. Destacan los textos que cuentan su vida y la atmósfera de los cabarés: permiten reconstruir números maravillosos e imaginar que la podemos ver en directo. Ahí está su número de la araña, representación artístico-óptica en la que su cuerpo desaparece y solo se ve su cabeza de Aracne en medio de una telaraña. Puro dadá, como todo en esta artista genial a reivindicar.