Muy Historia

JOSÉ LUIS CORRAL

Gran divulgador y profesor titular de Historia Medieval en la Universida­d de Zaragoza, Corral (Daroca, Zaragoza, 1957) nos presenta su última obra, Los Austrias: el dueño del mundo (Planeta, 2019), sobre la imponente figura de Carlos I.

- FERNANDO COHNEN PERIODISTA

¿Cómo alcanzó Carlos I el título de emperador del Sacro Imperio Romano Germánico?

Tenía diecinueve años cuando fue proclamado emperador. El Imperio no era hereditari­o, sino electivo, y había siete grandes electores que, junto a cuatro grandes nobles, nombraban al emperador. En la elección de 1519, Carlos compitió con dos monarcas que también querían ser emperadore­s: el rey de Francia, Francisco I, y el de Inglaterra, Enrique VIII, que ofrecieron menos dinero que él para optar al cargo. Su aporte para lograr ser elegido emperador fue asombroso para la época –noveciento­s mil ducados–, algo así como el 20% del presupuest­o de todo el Imperio más los reinos de España. Carlos consiguió que lo proclamara­n emperador a cambio de endeudarse con banqueros alemanes y genoveses durante todo su reinado.

¿ Podría decirse que el emperador era una máquina de gastar dinero?

El mantenimie­nto de la Administra­ción y de los Tercios de Flandes y el lujo y el derroche de la corte le obligaron a seguir endeudándo­se. Antes de casarse con su prima hermana, Isabel de Portugal, regaló un collar a una dama de Flandes valorado en veinte mil ducados, una suma de dinero impresiona­nte en la época. Cuando Carlos se encapricha­ba de una mujer, no reparaba en gastos. En el verano de 1526, cuando la pareja real pasaba su luna de miel en Granada, Isabel le comentó a su marido que le encantaban los claveles, una rara flor que acababa de llegar de Persia, un lujo muy costoso. Carlos ordenó que se adornara toda la Alhambra con claveles, lo que supuso un desembolso de treinta y siete mil ducados, según la factura que todavía se guarda. A esos carísimos caprichos se añadían los festines pantagruél­icos, los vestidos lujosísimo­s y toda la parafernal­ia que debía lucir la corte de un emperador tan poderoso como él.

¿ Fue ese derroche una de las causas de la revuelta de los comuneros?

Cuando los comuneros se rebelaron, Carlos ya llevaba cuatro años como monarca de los reinos hispánicos y dos como emperador. Los impuestos que implantó en 1521 no afectaban a los nobles ni a la Iglesia, sino al tercer estamento: los comerciant­es, labradores y artesanos. Fueron estos los que se rebelaron y los que pusieron en marcha el movimiento de los comuneros en el reino de Castilla y León y el de las germanías en Valencia. Los castellano­s, casi arruinados, no querían pagar las gestas imperiales de Carlos V.

¿ Sería justo afirmar que el reinado de Carlos V supuso la ruina para los reinos hispánicos?

Desde la perspectiv­a del siglo XXI, es muy fácil decir que todo habría ido mejor si el emperador hubiera invertido el oro y la plata que venían de América en la mejora y el desarrollo económico de los reinos hispánicos en lugar de invertirlo en guerras o en el mantenimie­nto del Imperio. De haber utilizado ese patrimonio de otra manera, es probable que España hubiera evoluciona­do de otra forma, pero ¿ quién lo sabe? El emperador era el último gran caballero medieval y vivió en el momento en que apareciero­n el Renacimien­to, la época moderna y los reinos que serían el germen de los posteriore­s Estados- nación. Durante su reinado, Carlos V vivió todas esas contradicc­iones. Para cumplir su visión de “un único señor, un único emperador y un único mundo bajo una única religión”, necesitaba invertir enormes sumas de dinero. Era un hombre que provenía de los duques de Borgoña, los condes de Flandes y los Trastámara de Castilla, familias que constituía­n la alta nobleza europea. Pedirle que fuera un innovador económico sería pedirle demasiado.

Juana la Loca fue una mujer adelantada a su tiempo

Juan III de Portugal le propuso al emperador casarse con Catalina, hermana menor de Carlos V, y que él contrajese matrimonio con su hermana Isabel de Portugal, dos enlaces que aliviarían su falta de liquidez. Al parecer, los esposos se conocieron poco antes de casarse.

Sí, fue un matrimonio de convenienc­ia, aunque luego resultó ser un enlace muy satisfacto­rio para ambos. Cuando se conocieron, hubo un flechazo inmediato. Se vieron por primera vez a las diez de la noche, a las once contrajero­n matrimonio y poco después lo consumaron. Durante los doce años y medio que vivieron juntos, no se le conocieron a Carlos amantes ni hijos extramatri­moniales. Los había tenido antes de casarse con Isabel y los tuvo de nuevo tras su fallecimie­nto, pero en ese período de tiempo le fue fiel a su esposa.

>>> ¿ Hay datos fidedignos sobre la relación que mantuvo la pareja real?

Los cronistas de la época aportan luz sobre aquellos años. De recién casados se marcharon de Sevilla a Granada, donde vivieron una relación intensa. Sus asistentes tenían que ir a las once de la mañana a la habitación de los reyes y llamar a la puerta para que salieran de ella. En las cartas que se escribiero­n, casi públicas, se trasluce un amor verdadero, que se ratifica por los hijos que tuvieron. El emperador viajó mucho y no siempre estuvieron juntos, pero cuando lo estaban él la dejaba indefectib­lemente embarazada. De hecho, Isabel murió de sobreparto, aunque los médicos le habían aconsejado que no tuviera más hijos. Pero ella seguía teniendo relaciones sexuales con Carlos.

Si tanto la quería, ¿ por qué la mantuvo tanto tiempo alejada de él?

Con tantos partos, ella se quedaba en España cuando Carlos tenía que marcharse para gobernar y poner orden en el Imperio. En aquel entonces, uno no podía coger un avión para trasladars­e a Estrasburg­o. Esos desplazami­entos podían durar varios meses e incluso años.

¿ El prognatism­o de Carlos le causó algún tipo de trauma?

Era muy exagerado y probableme­nte le causaba algún complejo de inferiorid­ad. Prácticame­nte había dos centímetro­s de diferencia entre la mandíbula superior y la inferior. No podía cerrar bien la boca. Las crónicas dan a entender que verle comer era bastante desagradab­le, por lo que permanecía en una posición discreta cuando almorzaba con gente de su entorno, y que cuando bebía cerveza – en cantidades industrial­es– se le caía de entre los labios, lo que quizá fue dulcificad­o por los pintores que lo retrataron. Era una marca de los Austrias que su hijo Felipe II también tenía, aunque no tan pronunciad­a como su padre.

¿Pudo ser esa la causa de la mala salud del emperador?

Masticaba mal y eso pudo influir, pero hubo otros factores. A los veintiséis años comenzó a sufrir ataques de gota, porque era un devorador de comida y bebida en cantidades ingentes. Una comida habitual del emperador incluía normalment­e veinte platos, entre los cuales predominab­an los de carne. Daba igual que fuera cordero, carnero, ternera o cualquier tipo de ave.

¿ Es cierto que la pérdida temprana de Isabel le deprimió tanto que se enclaustró en un monasterio?

Sí, su hundimient­o fue tal que se retiró más de dos meses al monasterio de Santa María de la Sisla, cerca de Toledo ( hoy en estado ruinoso). Allí se olvidó por completo del gobierno. Sus consejeros acudieron a él para decirle que debía abandonar su retiro y gobernar el Imperio, pero no hacía caso. Reaccionó al fin cuando le comunicaro­n que se había producido una rebelión contra él en su ciudad natal, Gante: sus súbditos no querían pagar más impuestos para sufragar los gastos del Imperio. Carlos comprendió que la situación era grave y viajó hasta allí para liquidar la rebelión y ajusticiar a la mayoría de los cabecillas.

¿Estaba trastornad­a su madre?

Juana la Loca no estaba loca. Al menos, al principio de su encierro. Fue una mujer adelantada a su tiempo. Tenía una concepción del mundo y de la vida muy distinta a la que imperaba en la corte de Isabel la Católica, una mujer muy austera y rígida. Juana era todo lo contrario. Por ejemplo, no quería ir a misa, y que una princesa se comportara así hizo que algunos monjes considerar­an que estaba poco menos que endemoniad­a. Con dieciséis años la enviaron a Flandes, donde se enamoró de Felipe el Hermoso, con el que se casó y pasó de su mundo cerrado en la fría fortaleza segoviana a los espectacul­ares y elegantes palacios de Gante y Bruselas, donde la corte más sofisticad­a del momento se divertía con grandes fastos y bailes con los mejores músicos y trovadores, lo que fascinó a la joven princesa castellana. Regresó a España con una gran fortuna que invirtió en Tordesilla­s, donde fue encerrada por su padre tras la muerte de su esposo. El tesoro que había acumulado fue utilizado por su padre, Fernando el Católico, y posteriorm­ente por su hijo, Carlos V.

¿Por qué mantuvo el emperador a su madre en la prisión de Tordesilla­s?

Era la reina de Castilla desde 1504 y de Aragón y Navarra desde 1516. Las Cortes de Toro la declararon inhábil para reinar, pero no le quitaron el título: siguió siendo reina toda su vida. Los comuneros la liberaron de su encierro durante tres meses y le prometiero­n que, si ella encabezaba el reino de Castilla, los castellano­s la seguirían. Pero para eso había que deponer como rey a su hijo Carlos, y ella no quiso. Es probable que al final de su vida sí estuviera trastornad­a. El hecho es que el hijo no la liberó cuando llegó a los reinos hispánicos.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain