Historia de los grandes almacenes
El historiador Manuel Montero desgrana en esta sección los pormenores de la implantación y posterior evolución de los grandes adelantos técnicos y los cambios más significativos en el consumo y las costumbres.
El desarrollo industrial –mayores capacidades productivas y de consumo– renovó los establecimientos comerciales. Los grandes almacenes transformaron, en el siglo XIX, las costumbres de las principales ciudades occidentales a medida que se asentaban las clases medias. Estos “palacios de las compras” forjaron imágenes urbanas de prosperidad: en un solo edificio, distintos departamentos reunían ofertas de diverso tipo. El primero fue Le Bon Marché, abierto en París en 1851. Supuso toda una revolución: diferentes líneas de comercialización, precios fijos bien visibles, modernas técnicas comerciales, libre acceso... En 1869 levantó su edificio emblemático, de metal y cristales, varias alturas, interiores bien iluminados y rica ornamentación. Fue el modelo a partir de entonces de los grandes almacenes, concebidos como lugares en los que los clientes podían entrar y salir con facilidad y coger cualquier producto, que se colocaba a su alcance.
Estos primitivos centros comerciales ocuparon un lugar preferente en los hábitos urbanos. Con frecuencia, sus grandes edificios modernos se convirtieron en representación de la ciudad. Eran
auténticas factorías destinadas al consumo, con cientos o miles de trabajadores y gran importancia de la mano de obra femenina: ya en el XIX se entendieron como espacios en los que las mujeres escapaban a controles sociales.
Los comercios de ventas masivas con márgenes reducidos arraigaron en las ciudades más avanzadas. En Estados Unidos se extendieron a partir de los años setenta del XIX, modernizando antiguos establecimientos: Macy’s y Bloomingdale en Nueva York, Marshall Field’s en Chicago, etc. A comienzos del siglo XX ya eran más innovadores que en Europa, con almacenes populares desde que Wolsworth impulsó la venta de productos a bajo precio.
PARÍS, BERLÍN, BARCELONA, MADRID...
Antes de terminar la centuria anterior, en París habían nacido los Almacenes Louvre, Le Samaritaine, las Galerías Lafayette: nuevos elementos identificativos de la urbe. En Londres, Harrods –que existía ya en 1849– adoptó la fórmula de gran almacén en los años ochenta. Y Selfridge nació en 1909, fundado por un empresario formado en Chicago. El mayor desarrollo histórico de los grandes almacenes europeos, empero, se produjo en Alemania en los años veinte. Wertheim (Berlín) fue el más grande de Europa, con gran éxito hasta que los nazis lo hostigaron por ser de propiedad judía. En España, el boom de los grandes almacenes fue tardío, por el más precario desarrollo urbano. No obstante, ya en los años sesenta del siglo XIX había grandes tiendas como el Gran Bazar el Cid (Barcelona) o, en Madrid, La Villa de París y Almacenes El Águila, que crearon cadenas con establecimientos en varias ciudades. Pero el primer gran almacén español propiamente dicho sería El Siglo, instalado en las Ramblas de Barcelona en 1881 por empresarios de origen cubano que habían conocido el negocio en Estados Unidos y París. En 1924 nació el Madrid-París, en la Gran Vía madrileña, que en 1934 fue sustituido por SEPU ( Sociedad Española de Precios Únicos), también con almacenes en Zaragoza y Barcelona. Su expansión definitiva en España, aun así, no se produjo hasta el ‘desarrollismo’ de los años sesenta.